En el Aire

En diciembre de 1997 acudí al Festival de Los Tres Continentes (especializado en cine del Tercer Mundo), en Nantes, Francia, acompañado por mi amigo el fotógrafo Ricardo Téllez. La idea era llegar a París y luego trasladarnos en tren.

Yo estaba un poco sacado de onda porque casi pierdo el vuelo, ya que mi boleto de avión era a consignación (de bajo costo, por si algún pasajero no llegaba a tiempo, yo ocupaba su lugar). Al arribar, mientras caminábamos por los gélidos pasillos del Aeropuerto Internacional Charles de Gaulle, reconocí la risa estruendosa de Jaime Bakscht, cuya presencia siempre levanta el ánimo, ya que normalmente está de buen humor.

Cotorreamos un rato con él mientras caminábamos a la salida; Jaime Bakscht no iba a París, sino que estaba transbordando rumbo a no sé dónde, pero ese breve encuentro me alegro mi llegada a “la Ciudad de las Luces”, y me hizo fantasear que, en cualquier lugar del mundo, siempre te vas a topar con un mexicano.

Desde entonces, cuando pienso en Jaime, siempre lo ligo al recuerdo de ese aeropuerto, sobre todo cuando más tarde supe que, además de ingeniero de sonido, es piloto aviador (Natalia y Rodrigo, mis sobrinos, son amigos de su hija Sabi, y han volado con él en avioneta).

Ajonjolí de todos los Arieles

Yo he estado nominado tres veces al premio Ariel (ninguna he ganado) y soy miembro de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, de tal manera que acudo cada año a la entrega del Premio Ariel a lo mejor del cine mexicano.

Normalmente siempre hay una fiesta después de la premiación, a veces me dan boletos para entrar y a veces no (aunque siempre los consigo). Muchas veces he ido a la fiesta con Jaime Bakscht (quien me da un aventón y chismeamos en su auto). A veces, Jaime se lleva su Ariel a casa y a veces no; siempre está nominado y lo ha ganado en seis ocasiones (aunque algunos medios, erróneamente, contabilizan solo tres o cuatro): 2002: “Cuentos de Hadas para dormir cocodrilos” (año que yo estuve nominado en guion, por “Un Mundo Raro”), 2004: “El Zurdo”, 2007: “El Hoyo”, 2014: “La Jaula de Oro”, 2016: “Gloria”, 2017: “La Cuarta Compañía” (en esa edición, su hija Sabi recibió el Ariel en su lugar), y 2020: “Ya no estoy aquí”.

Es una tradición cotorrear anualmente con Jaime, incluso en la actualidad, aunque dejé de beber alcohol desde los Arieles del 2018.

“Y el ganador es…”

No es la primera vez que Jaime Bakscht recibe un premio internacional, ya había ganado un Goya por “El laberinto del Fauno” (Guillermo del Toro, 2006), y el BAFTA y el premio de la británica Association Motion Picture Sound, por “Sound of Metal” (Darius Marder, 2019), junto con sus compañeros Michelle Couttolenc y Carlos Cortés.

Ya antes, Alfonso Arau (con quien tuve el gusto de trabajar) me había contado cómo es el ambiente de la premiación de los Oscar; me dijo que esa fecha, desde temprano, te dan de beber alcohol y de comer en abundancia, y que, al finalizar la premiación, es desesperante la espera de tu carro para llevarte al hotel, o al reventón, ya que obligatoriamente se te asigna una limusina.

Ahora, con lo del covid-19, se me ocurrió llamarle a Jaime por teléfono, el sábado 24 de abril, para preguntarle si asistiría o transmitiría su participación en línea; mi hija, la sensacional actriz Mayita Mazariegos, también participó en esa llamada, por altavoz, ya que ella, y Sabi, siempre nos acompañan en el cotorreo de los Arieles. Jaime me dijo que ya se encontraba en Los Angeles, y que estaba por hacerse una prueba de covid-19, como condición para asistir a la ceremonia de premiación en la Union Station, la estación de trenes donde filmaron “Atrápame si puedes” (Steven Spielberg, 2003), pues, por el coronavirus, esta vez no se realizó en el Dolby Kodac Theatre, que es mucho más grande.

Le comenté que seguramente ganaría, pues no solo el trabajo del sonido fue magistral, sino que el actor protagónico, Riz Ahmed, es buenísimo. Estuvo de acuerdo, y agregó que, además de actor, realmente es baterista.

“Sound of Metal”

Película realista, sencilla e intimista, que nos cuenta la tragedia de un músico de rock que pierde el oído, su relación con las adicciones y la ruptura con su pareja, con la que forma un dueto musical.

Me recordó mucho el estilo de ciertos cineastas norteamericanos “undeground”: John Cassavets y Robert Altman.

El director de cine John Carpenter, escribió: “El cine es el arte de llevar a la realidad lo mental”; normalmente, eso se interpreta como llevar las imágenes descritas en un guión, al plano visual, pero suele olvidarse el plano auditivo, aunque muchos grandes directores de cine (Federico Fellini, por ejemplo) le han prestado su debida atención al sonido.

En este caso, el reto fue transmitir la pérdida gradual del oído, como elemento primordial de la película. Algo que se logró con brillantez, gracias al esfuerzo y talento del equipo sonoro mexicano.

La película puede verse en la plataforma de Amazon Prime. No se la pierdan, gócenla y aprecien el trabajo de nuestros compatriotas.