La pandemia y sus efectos económicos

En agosto del 2018 me quedé si chamba, el finiquito voló, cuando comenzaba a recuperarme se vino la pandemia y ahí sí fuimos todos víctimas de sus efectos económicos: Hubo recortes, se cerraron fuentes de empleo, bajaron las ventas, abundó la especulación, aumentaron los precios, etc. Todos los terrícolas, caucásicos o asiáticos, se volvieron como yo.

Siempre me he dedicado a la comedia, particularmente escribiendo guiones. La pandemia cerró cines, teatros y cabarets, donde tenía proyectos. Cundió el terror cuándo se anunció la desaparición del fideicomiso para el cine, los contagios en filmaciones y grabaciones clandestinas generaron paranoia. Es un momento difícil.

La pandemia convirtió al mundo en el Flint, Michigan, del documental “Roger y yo” (Michael Moore, 1989), donde el cierre de una planta de General Motors, mandó a la población a la pobreza, ya que la mayoría de esa ciudad dependía de dicha planta. De ese magnífico documental recuerdo dos cosas: 

1. El lanzador de personas de domicilios, quien, mientras arrojaba muebles a la calle, comentaba: “No entiendo como una persona pobre se va a vivir con otra pobre”.

2. La mujer que criaba y vendía conejos, ya sea “como mascotas o para alimentarse”.

Igualito que la expendedora de conejos, muchas personas, de la noche a a mañana, dejaron de ser la licenciada Fulana o el ingeniero Zutano, todos devenimos a mercaderes: vendiendo todo tipo de comida (desde tamales oaxaqueños hasta empanadas argentinas), rematado pertenencias, dando cursos y prestando servicios en línea (yo mismo he dado talleres de guion a distancia y me he puesto a leer el Tarot por video-llamadas).

Ya no estoy en edad de prostituirme (y si alguien pagara por estar conmigo, debe tener una mente ultra-dañada, quizás hasta me descuartice).

Reducido a mi último recurso: yo mismo (mi herramienta básica es mi persona), pensé en hacer stand-up, pues no se necesita nada más que uno (cual indigente que canta en el camión a capella), básicamente hay que hacer reír a un montón de pendejos, cobrarles por ver tu show y, se te va bien, hacer presentaciones en el extranjero, como Franco Escamilla. Pero no ayuda la pandemia, pues los lugares donde se hace stand up están cerrados, y el stand up en línea (igual que muchos espectáculos) no están vendiendo entradas.

De algún lado siempre sale para el pomo, para una Maruchan y para el Netflix. Cuando estás en paro obligatorio pasas muchas horas frente a la pantalla. He visto un par de documentales muy buenos por Netflix: “American Meme” (sobre la vida de influencers famosos: Paris Hilton, DJ Khaled, Hailey Baldwin, Kirill Bichitsky, Josh Ostrovsky, Brittany Furlan, Emily Ratajkowski), y “Dame like” (sobre un desempleado de Quatar, que decide hacerse influencer, para ganar dinero).

Como monetizar contenidos

Estos documentales me inspiraron para volverme influencer. Ya estoy investigando cómo paga YouTube, cómo se consiguen estrellitas en Facebook y qué música puedo usar sin pagar derechos. Parece que es un largo camino, pues se necesitan mínimo 10 mil seguidores para empezar a monetizar, pero como dijo Confucio: “Para caminar, se comienza con un paso”.

El martes 2 de marzo del 2021, a las 21 horas, voy a transmitir por Facebook Live, mi presentación como influencer, evento online de mi página “En el tono del Tonas”. 

Mis Facebook Live quedarán grabados en mi página y mi canal de YouTube (Twiter, Tic Toc e Instagram los dejo para después, ya que ahí nadie me quiere).

El chiste es que se suscriban a mis páginas, las sigan, me den likes, compartan y pongan en los comentarios cosas chidas, tipo: “El influencer Tona me influyó cañón cuando estaba en una etapa muy mala de mi vida, gracias a él leí ‘El llano en llamas’, me despandejé y encontré el sentido de la vida.”

Al parecer, la mayoría de los influencers son millennials para un público millennial; y los contenidos que pegan son políticamente correctos. ¡A la mierda los Millennials y los Millenials Frendly!

Apoyen mi carrera como influencer viejo, decadente, políticamente incorrecto y detestable a la vista, el tacto y el oído. 

Síganme, no chinguen. Háganme el paro; tengo que juntar mínimo cien mil güeyes para ganar dinero.

Cuando pase todo esto, nos volveremos a abrazar, se reactivará la economía y yo podría trabajar nuevamente. 

¡Por piedad, háganme influencer, ya! <br>¡líbrenme de la maldición de ganarme el pan con el sudor de mi frente!