“En política, si quieres que se diga algo, pídeselo a un hombre. Si quieres que se haga algo, pídeselo a una mujer”, decía Margaret Thatcher con su característica ironía y humor. En México, las mujeres hemos peleado históricamente por la igualdad de género y la equidad de los derechos políticos, lo cual hemos logrado paulatinamente. Sin embargo, a 60 años de que las mujeres conseguimos el derecho a votar y ser votadas en nuestro país, desafortunadamente nuestra participación en los poderes del Estado, así como en los órganos constitucionalmente autónomos, aún sigue estando por debajo de los niveles óptimos que la sociedad requiere. Por ello, volviendo a la frase de la ex ministra, las mujeres mexicanas debemos continuar luchando por encontrar los espacios en la política para poder hacer, decir y consecuente aportar nuestras ideas y talento a la vida pública e institucional que México se merece.
Ante dicho reto me pregunto, ¿cómo podemos lograr la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres en la vida pública de México y en concreto en el DF? Las acciones afirmativas ─entendidas como medidas de carácter temporal dirigidas a remediar la situación de los miembros de un grupo históricamente marginado o discriminado con la finalidad de alcanzar una igualdad efectiva─ sin duda han sido un paso muy importante para el empoderamiento de la mujer en nuestra ciudad. Un ejemplo de acciones afirmativas que se han instrumentado son las cuotas de género para candidaturas legislativas, las cuales hasta antes de la reforma constitucional al artículo 41, preveían una cuota de 40-60 y a partir de dicha reforma se modificó la proporción a 50-50 para dar lugar al mismo número de hombres que de mujeres.
Sin embargo, en el Distrito Federal, las cuotas de género impuestas por ley no han sido suficientes para lograr un verdadero equilibrio entre hombres y mujeres en los puestos de elección popular. A pesar de que la participación de las mujeres se ha incrementado en los últimos años, las cifras siguen mostrando una prevalencia de los hombres, tal y como lo muestra la siguiente radiografía:
Estos datos pueden relacionarse con el hecho de que de las 267 candidaturas a la ALDF ─tanto de mayoría relativa como de representación proporcional─ tan solo 113 fueron mujeres, lo que representó un 42.3% del total; y del total de 65 candidaturas a jefaturas delegacionales, tan solo 26 correspondieron a mujeres, lo que equivalió al 40%.
Dichas cifras son un elemento que nos permite reflexionar sobre el hecho de que no basta con tener cuotas de género previstas en ley sino que éstas deben ser complementadas con políticas públicas que optimicen el empoderamiento de las mujeres en el ámbito electoral y que consecuentemente den contenido a dichas cuotas, tal y como lo establece la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer Beijing 1995, en la cual se acordó que deben adoptarse diversas medidas para garantizar a la mujer igualdad de acceso y la plena participación en las estructuras de poder y en la adopción de decisiones. Por ello, otra de las acciones afirmativas que se ha implementado en México, para garantizar la efectiva participación política de las mujeres, se ha enfocado en su capacitación y profesionalización, con el fin de que puedan competir en igualdad de circunstancias en el ámbito público, a través de la inversión, por parte de los partidos políticos, de un porcentaje de los recursos que reciben como parte de sus prerrogativas. En ese sentido, es digno resaltar que en la Ciudad de México, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, el pasado 30 de junio, incrementó de 3% a 5% del gasto ordinario, el monto que los partidos políticos están obligados a destinar para la generación y fortalecimiento de liderazgos femeninos, mediante modificación a la fracción XVIII del artículo 222 del Código de Instituciones y Procedimientos Electorales del Distrito Federal.
Lo anterior resulta una estupenda señal. Sin embargo, las cifras de los últimos años en el IEDF, nos indican que no todos los partidos políticos han cumplido con el porcentaje que debe destinarse al fortalecimiento de liderazgos femeninos. En ese orden de ideas, lograr que ahora inviertan el 5% no será una tarea fácil, razón por la cual he manifestado que las autoridades electorales debemos convertirnos en un órgano coadyuvante de los partidos políticos para facilitarles ─respetando siempre sus decisiones internas─ el cumplimiento de dicha obligación, ya que la labor de los institutos electorales no se limita a ser entes sancionadores sino que también debemos adquirir un carácter preventivo y proactivo generando acciones que robustezcan la democracia en la Ciudad de México. Consecuentemente debemos apoyarlos a destinar el 5% de su gasto ordinario para generar y fortalecer liderazgos femeninos los cuales fomenten las condiciones de igualdad entre mujeres y hombres al interior de sus cuadros políticos. Ello es de gran importancia pues ayudará a darle contenido a las cuotas de género, las cuales pueden aún mostrar mejores resultados.
Por tanto, en la Comisión Provisional para la Institucionalización de la Perspectiva de Género y el Derecho a la no Discriminación del IEDF, la cual tengo el honor de presidir, aprobamos el “Programa de cooperación con partidos políticos para el desarrollo de liderazgos femeninos”, como una alternativa que puede ayudar a las fuerzas políticas a cumplir con la obligación de destinar el 5% de su financiamiento público a este tipo de actividades. La intención es poner a disposición de los partidos políticos nuestra experiencia en los diversos ámbitos de actuación como lo es la organización electoral, la educación cívica y la participación ciudadana, con la finalidad de dotar de herramientas y conocimientos a las mujeres militantes de los partidos políticos para empoderarlas y volverlas actoras centrales en ellos.
Cabe destacar que el programa que presentamos no constituye una actividad vinculante ni obligatoria para los partidos políticos, sino que el IEDF únicamente ofrecerá contenidos a partir de los cuales puedan organizarse seminarios y cursos con la finalidad de cooperar con el cumplimiento efectivo de sus obligaciones legales en pro de la mujer. Dicho apoyo serviría como una medida preventiva para evitar que al momento de la fiscalización del uso de los recursos públicos otorgados a los partidos, puedan ser sancionados por incumplir con esta responsabilidad y garantizar que se brinde a las mujeres una capacitación de calidad que efectivamente iguale las condiciones. Ahora, si bien el programa se dirige a partidos políticos, considero que los beneficios se verán reflejados en la sociedad de la Ciudad de México, pues las mujeres se verán fortalecidas y empoderadas a través de los elementos y herramientas necesarias para maximizar su competencia y, consecuentemente, les será más fácil acceder a más y mejores puestos públicos involucrados con la toma de decisiones.
En conclusión, no basta con tener derecho a la paridad en el número de candidaturas femeninas sino que debemos resolver el problema de fondo dándole contenido a las acciones afirmativas previstas por el legislador, incentivando a mujeres talentosas a que se conviertan en líderes al interior de los cuadros políticos de los partidos a los que pertenecen y que consecuentemente inviten a más mujeres a unirse. Una vez que logremos ello, los liderazgos femeninos no requerirán de acciones afirmativas para su formación, sino que eventualmente se lograrán de manera natural.
Si viviera aún Margaret Thatcher seguramente advertiría a los hombres de México que tuvieran precaución, pues afirmaba que “en cuanto se concede a la mujer la igualdad con el hombre, se vuelve superior a él.” No me parece que sea el caso ni que debamos aspirar a eso, pues el objetivo final debe ser lograr una igualdad sustantiva entre hombres y mujeres; todos iguales, ni uno más ni menos. Sin embargo, sí considero que una vez que logremos la plena igualdad de género, las mujeres habremos llegado para quedarnos en el DF.
Post Data.- Ayer publiqué en Twitter la frase de Margaret Thatcher con la que inicié esta columna, ante lo cual @JAlatorreGDL compartió conmigo una interesante y atinada reflexión, pues sostuvo que si en la frase invirtiéramos los géneros, ésta causaría indignación hacia la mujer, sin embargo, como el aludido es el hombre, a la gente le parece aceptable. Coincido con él y me parece que frases humorísticas como ésta son uno de los medios de los que nos hemos valido las mujeres para abrirnos camino y lograr el reconocimiento en un mundo gobernado principalmente por hombres.