Sin visitantes, nacionales y extranjeros, la economía de México experimentará una muy lenta recuperación a partir del momento en que autorice a la gente a volver a sus actividades productivas.
Si a nivel país lo anterior será una tragedia que se medirá en innumerables desempleados, imaginemos el infierno en que se convertirán tres destinos importantísimos en los que todo el mundo vive de los viajeros:
√ Cancún/Playa del Carmen, Quintana Roo, que en conjunto tienen aproximadamente un millón de habitantes.
√ Puerto Vallarta, Jalisco, y Bahía de Banderas, Nayarit, que deben sumar entre ambas localidades unos 500 mil habitantes.
√ En Los Cabos, Baja California Sur, viven unas 300 mil personas
Estamos hablando de cerca de dos millones de hombres y mujeres que dependen para vivir casi exclusivamente de las actividades turísticas, es decir, de que las aerolíneas operen con cierta normalidad y de que los hoteles y restaurantes estén abiertos, así sea a la mitad de su capacidad.
Sin visitantes las personas que en tales lugares estén en edad de trabajar y deseen hacerlo no encontrarán empleos ni siquiera en la informalidad, esto es, se quedarán sin opciones de vida.
Las tres ciudades turísticas mencionadas están muy lejos de ser las más pobladas de México, pero sus aeropuertos se encuentren entre los diez más importantes de la nación: el de Cancún es el segundo con más pasajeros, solo después del ubicado en la capital; el de Los Cabos es el sexto y el de Vallarta el séptimo.
¿Cuánto tiempo tardarán en volver los viajeros, sobre todo los extranjeros, a Cancún, Los Cabos y Vallarta?
Dependerá de la responsabilidad con la que actúan los propietarios de las aerolíneas, los hoteles y los restaurantes; también, dependerá del apoyo que brinden a las empresas el gobierno federal y los gobiernos estatales de Quintana Roo, Nayarit, Jalisco y Baja California Sur.
Aerolíneas, hoteles y restaurantes necesitarán bastante apoyo económico para ofrecer a los visitantes establecimientos, aviones y playas Covid Free.
Sí, Covid Free, por usar una expresión de Luis Miguel González, el talentoso director editorial de El Economista.
¿Cómo reconvertir negocios basados en la aglomeración en espacios Covd Free, esto es, en actividades productivas que respeten la sana distancia? Aquí unas ideas, que quizá no son las mejores, pero que pueden servir de punto de partida para el diseño de una estrategia.
√ Las aerolíneas deberían poner a la venta solo la mitad sus asientos, lo que representaría un costo que, por elemental justicia, deberían pagar a partes iguales entre la empresa y los gobiernos federal y estatales. No hay de otra para presumir vuelos Covid Free.
√ Los hoteles deberían vender la mitad de sus cuartos —uno cerrado, uno ocupado— y no abrir ni piscinas ni SPAs y, en sus restaurantes, eliminar al menos la mitad de las mesas. El principal atractivo debe ser la playa, que las gerentes deberán comprometerse a vigilar para que no se saturen. Todo ello, en caso de darse, elevaría los costos que, también por justicia, deberían pagar a mitades las empresas y los gobiernos.
√ En el caso de los restaurantes fuera de los hoteles, la misma cosa. Y similar criterio para otras actividades, como el transporte en camiones del aeropuerto a los establecimientos hoteleros (solo la mitad de los lugares disponibles), los tours, etcétera.
Son simplemente ideas que espero sirvan para que el presidente López Obrador ordene de inmediato a la secretaria de Economía, Graciela Márquez, y al titular de Turismo, Miguel Torruco, empezar de inmediato a discutir opciones con los gobernadores —Carlos Mendoza Davis, de Baja California Sur; Enrique Alfaro, de Jalisco; Antonio Echevarría, de Nayarit, y Carlos Joaquín González, de Quintana Roo— y con los y las representantes de las líneas aéreas, los hoteles y los restaurantes de los distintos destinos.
Hay que hacer todo lo que se pueda y mucho más para convertir a nuestras playas, a nuestros aviones comerciales y a nuestros aeropuertos en lugares Covid Free para ofrecerlos a todas las personas, de dentro y fuera del país, que deseen relajarse en cuanto termine la tortura del encierro que hemos soportado para torear a la pandemia del coronavirus.