?Desde un tiempo prolongado atrás me ha embargado una premonición terrible. Siento como si alguien me estuviera siguiendo. Hay una presencia, no sé de quién, que me acompaña a todas partes. Esto comienza a angustiarme sofocantemente. Pienso que un día, cuando menos lo espere, aquella presencia hará irrupción material. Tengo mucho miedo de que ese día sea mañana. Tengo muchos planes para mañana y quiero consumarlos. Tengo, de hecho, muchos planes para el resto de mi vida. ¡Qué desgracia que no pueda cumplirlos! No me gustaría ver mi vida concluida sin haber visto consumados también mis planes. ¿Qué puedo hacer?

?Le conté a Daniela sobre mi temor.

??Estás exagerando, nadie te está persiguiendo. Es un temor infundado, ¿Qué te hace pensar que alguien te sigue?? me dijo.

??Daniela entiende que he percibido aquella presencia siempre oculta, tras las paredes, los árboles o cualquier cosa que ayude a embozarla.

??Te digo que nadie te está siguiendo. ¿Acaso has hecho algo malo últimamente?? me inquirió mirándome con escrutinio.

??Por supuesto que no, tú me conoces bien. No tengo pleitos con nadie. A nadie le he hecho daño.

??Entonces no hay por qué tener miedo. El que nada debe nada teme.

??Daniela, discúlpame por favor, pero tengo mucho miedo. No puedo ir contigo mañana? le dije con un dejo de insatisfacción.

??Ese es el pretexto más tonto que me has dado para no ir conmigo. ¿Por qué no mejor admites que ya no quieres salir conmigo, que ya no me quieres ver?? se exaltó al decir esto. Tal parecía que estaba palmariamente convencida de que yo era un mentiroso.

?Pero yo no decía ninguna mentira. Todo lo que le decía era la pura verdad. Tenía miedo, mucho miedo. Me sentía como un cervatillo perseguido por el predador.

??Por última vez? dijo Daniela?. ¿Vas a acompañarme o no?

?Pero me quedé sin habla. Temblaba a consecuencia de un pánico cerval. Miraba a todas partes. Miré al este, al oeste, al norte, al sur, al cielo, al piso, y entonces me di cuenta de que estaba allí, esa horrible presencia que no se atrevía a darme la cara. Y si no me la daba era porque seguramente tenía en mente perpetrar algo malo.

?? ¿Por qué miras a todas partes?? me inquirió Daniela.

??Sé que está allí, detrás de ese árbol, oculto tras esa pared, en alguna parte?

??Estás loco de remate. Mira, mejor hasta aquí le dejamos. Yo ya me voy.

?? ¡Daniela ten cuidado! ¡Está cerca, te digo que está cerca! ¡Oh no, Daniela! ¡Espera!

?Pero Daniela no me hizo caso. Dio la media vuelta y desapareció. Y no hablo en sentido figurado, sino que repentinamente dejé de verla, como si de un truco de magia se tratara. Simplemente dejó de existir. Jamás volví a tener noticia sobre Daniela.

?Este horrible acontecimiento fue el primero de muchos. Más tarde desapareció mi amigo Lucas, tras debatir conmigo lo metafísico de la vida. También desapareció Martha, después de darme el beso de despedida en la mejilla. Jacinto corrió con la misma suerte. Todos, al dar la media vuelta han desaparecido y no he vuelto a tener noticia alguna de ninguno de ellos.

?Perdí a Daniela, a mis amigos, a mi familia, lo he perdido todo. Ya no puedo tener amigos. Apenas conozco una persona y desaparece al dar la media vuelta. Todos los que tenía ya no existen. He conocido a algunas personas nuevas desde entonces. El resultado, sin embargo, ha sido siempre el mismo.

?Por su parte, aquella invisible presencia que me persigue día y noche continúa asediándome. Cuando la siento a mis espaldas, vuelvo la mirada repentinamente y con la mayor celeridad posible, pero ya para entonces ella se ha ocultado o ha sido más rápida que yo. Nunca la he visto. Si se trata de un hombre no sé qué estará haciendo o por qué me procura este horror. Sospecho, empero, que no es un ser humano. No. No puede ser un hombre. Sus poderes son sobrenaturales. Eso que hace nadie lo puede hacer.

?Llegué a la conclusión de que mi desgracia terminaría si lograba deshacerme de la presencia. Con ahínco traté pero no pude. Es muy fuerte, muy inteligente, muy audaz. Ni siquiera supe cómo mirarla. Una vez cogí un espejo y miraba hacia atrás y hacia mi faz simultáneamente. Pero nada, no veía nada. Sentía que la presencia estaba oculta tras un árbol o una pared. En otra ocasión me coloque en el centro de una campiña llana y extensa, donde no pudiera esconderse. Mi intento también fue infructuoso. La presencia nefasta yacía a lo lejos, tras las montañas. En otra ocasión me encaramé en lo alto de un poste de luz y oteé a todos lados en busca de mi verdugo, pero tampoco tuve éxito. Sabía que estaba allí, oculta en alguna parte, burlándose de mí.

?Me rendí. Sabía que no podía escapar de ella. Me observaba. Desde algún lugar, en alguna perspectiva, me observaba y estudiaba todas mis conductas y mis movimientos. Soy yo como una rata albina que sirve de sujeto de investigación a su estudio.

?¡Es horrible esta soledad en la que me encuentro inmerso! Veo tanta gente en la ciudad que me rodea y camina a centímetros de mí, pero a nadie puedo dirigirle la palabra. ¡A nadie! No puedo ni siquiera llamar su atención. Una vez miré con ojos coquetos a una señora, quién me correspondió con una efusiva sonrisa. Ella también desapareció. ¿A dónde van todos ellos? No lo sé. ¿A dónde terminaré yo? Tampoco lo sé. ¿Qué hacer? ¿Qué puedo yo hacer?

?La única solución tentativa que se me ha ocurrido es escribir esta carta sin dirección a nadie, por temor a que ese alguien también desaparezca. Simplemente la dejaré en el pavimento de la calle y si alguien resuelve levantarla y leerla, ojalá que me ayude. ¡Por favor que me ayude alguien! No estoy seguro si pueden verme los demás, pero si la respuesta es afirmativa, visto jeans azules, playera negra lisa, soy de piel morena y mi cabello es corto y negro. ¡Por favor ayúdame! Para evitar confusiones estoy recargado sobre el poste de luz que yace frente la vulcanizadora. Soy ese tipo que puedes ver? ojalá que me puedas ver. ¡Ya no quiero continuar con este horrible suplicio! ¡Maldita presencia! ¡Maldita soledad! ¡Oh, desgracia! ¡Oh incertidumbre!?.

 

El anterior texto parece falto de congruencia. No entiendo yo por qué empieza con diálogos. Hace pensar que se trata más de un cuento mediocre que de una carta de emergencia. Yo lo encontré, precisamente, tirado en una calle frente a una vulcanizadora. Al mirar hacia el poste aludido divise, efectivamente, a un joven con las características descritas en la misiva. Pensé en hablarle. Sin embargo, y a pesar de lo inverosímil de la carta, un vago temor me envolvió. Mientras leía aquel papel el joven me miraba con ojos piadosos, como rogándome ayuda. Recordé a la señora de la sonrisa efusiva y sentí un estremecimiento. Tiré el papel donde antes y eché a correr sin comprender exactamente por qué.