Cuando el pragmatismo tocó a su puerta, nadie en el Partido Acción Nacional (PAN) alzó la voz para advertir del riesgo que significa sacrificar los ideales y los compromisos históricos de una organización política identificada como ninguna otra, con la promoción del bien común y los valores humanos fundamentales, como la libertad y la democracia.
Los panistas que ahora se arrepienten y se dan golpes de pecho y califican de traidor y de irresponsable al entonces dueño absoluto del partido, Ricardo Anaya, nada hicieron para evitar la tragedia de la que ahora quieren sobreponerse con llamados a una unidad que se antoja francamente difícil.
Las críticas y las renuncias de prominentes panistas ante la situación que vive el PAN luego de la elección federal de este año, son la confirmación de que no hay brújula y que el barco quedó a la deriva desde que fue tomado por asalto por verdaderos piratas de la política que en su ambición desmedida, dejaron atrás el legado ético y moral de Manuel Gómez Morín, de Manuel Clouthier, de Carlos Castillo Peraza.
La alianza que Ricardo Anaya construyó como traje a la medida de sus aspiraciones políticas, sólo sirvió para abrirle oportunidad a oportunistas como Emilio Álvarez Icaza y sus seguidores, colaboradores y hasta familiares.
El caso extremo es el del abogado Paulo Diez Gargari, demandado por delitos tipificados en la Ley del Mercado de Valores, quien es a todas luces evidente que quería obtener el fuero para evitar las investigaciones en su contra y una vez que no llegó a diputado federal a pesar de estar en el número 7 de la lista plurinominal, en demérito de otros panistas con mayores merecimientos, dice que él no buscó nada y que a él se la ofrecieron.
Despectivo, llegó a decir: “No soy panucho”, e insistió que a él lo buscaron. Puede tener un poco de razón. Porque el más interesado en que llegara al Congreso un abogado con las características del representante legal de Infraiber, era el propio Emilio Álvarez Icaza, para quien este personaje se constituyó en una especie de proveedor de información que aunque sin el sustento legal y probatorio necesario, le permitió tener presencia y convencer a Ricardo Anaya de que le cediera en la alianza, una veintena de candidaturas.
El PAN nunca identificó las ambiciones personales de Álvarez de Icaza, quien incluso quiso ser candidato presidencial independiente, y le entregó candidaturas que ahora ya no le pertenecen, porque los diputados y senadores de ese grupo que lograron el cargo plurinominal, ya se declararon independientes.
El error no fue solo del PAN sino del propio Anaya. Álvarez de Icaza se convirtió de pronto, gracias a la ayuda de personajes como Paulo Diez, en el brazo mediático armado para denunciar al PRI y al gobierno, especialmente al presidente Peña Nieto. Así lo hicieron en Estado de México, cuando sin prueba de por medio, los dirigentes de la asociación civil “Ahora” dijeron que la empresa OHL financiaba la campaña del priista Alfredo del Mazo. Hasta presentaron una demanda en la PGR, pero quizá como sabían que no tenían pruebas, nunca la ratificaron.
Luego, ya en la campaña presidencial, en pago a las candidaturas recibidas, Álvarez de Icaza y Paulo Diez presentaron una denuncia contra la presidencia, el candidato del PRI y funcionarios federales, por el caso de “Etileno XXI”, pero el asunto parece haber tomado el mismo rumbo: se trató de una demanda política, electoral, un acto de campaña con el fin no de esclarecer un presunto caso de quebranto financiero contra las arcas nacionales, sino de dañar la candidatura que apoyaba Peña Nieto.
En ese rejuego político, en ese mar de intereses donde un abogado como Paulo Diez utilizó a la Coalición por México al Frente y al PAN para atender su agenda propia (recuérdese que representa a Infraiber, una empresa a la que un gobierno del PRI le entregó un contrato valuado en 4 mil millones de pesos a pesar de que se constituyó legalmente apenas tres meses antes, y otro gobierno de ese mismo partido le quitó el jugoso negocio) fue donde naufragó la barca panista que ahora quieren rescatar Héctor Larios y Rafael Moreno Valle.
No son los únicos aspirantes, pero son sin lugar a dudas los más identificados por una militancia que debe estar pensando en estos momentos en la necesidad de elegir dirigentes que nunca más antepongan sus intereses personales al legado histórico, político y moral de un partido que está llamado otra vez a ser la oposición más fiel con México frente a un modelo de gobierno que por las primeras señales públicas que ha lanzado, puede llegar a poner en riesgo no sólo el futuro económico del país, sino incluso, las libertades civiles. Esas libertades que son la semilla de la que surgió Acción Nacional en 1939.