Sigo sin entender por qué el proyecto político autodenominado “Cuarta Transformación” (4T) de la vida pública de la nación, y específicamente en lo que se refiere a la materia educativa, se ha dado a la tarea de recrear la lógica empresarial y rediseñar soluciones pragmáticas para ese sector, a través del uso de términos supuestamente “universales” como “calidad” de la educación y, dentro de él, el empleo de conceptos-procesos que reivindican esa lógica: Me refiero al término específico de “Mejora Continua”.

Lamentablemente, veo que estos términos no fueron introducidos, en su lógica ni en su lenguaje (en la parte semántica), a los documentos legislativos para “reformar” el texto Constitucional, por los grupos parlamentarios de la hoy oposición política (PRI, PAN, PRD, que integraron el “Pacto por México” en 2012-2013, y ahora acompañados del “Movimiento Ciudadano”), sino que han sido retomados por quienes se han encargado de preparar la iniciativa misma que presentó el presidente López Obrador al Congreso, en diciembre pasado. ¿Quiere decir que el enemigo duerme en casa?

Al revisar el Dictamen presentado y aprobado por las Comisiones de Educación y Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, del 27 de marzo de 2019, y al echar un vistazo también a la versión del texto que se encuentra en la Gaceta Parlamentaria publicada ayer (24 de abril, 2019; cuadro comparativo de la página 490 de 572), observo que tanto la iniciativa presidencial como las propuestas preparadas por los grupos parlamentarios opositores, así como la propuesta final, redactada por las “dictaminadoras”, coinciden con esa lógica empresarial-administrativa, al usar en el lenguaje legislativo términos como “mejora continua”, cuando se refieren al diseño de un “órgano que provea insumos para contribuir a la mejora de la educación...”, (ver página 489 de 572), y cuando se refieren a los procesos de enseñanza y aprendizaje. (1)

Los problemas del lenguaje empresarial-administrativo

Como he sugerido en otros textos críticos al respecto, el problema de la concepción de la “calidad” de la educación, como término que tiene su origen en el círculo de la mercancía, es también un asunto que se ha interpretado, en su esencia, como un tema concebido desde la racionalidad administrativa, no pedagógica. (2) Cabe resaltar que este tipo de observaciones ya se habían hecho en otras naciones, varias décadas atrás. Antonio Bolívar, profesor español y estudioso de estos temas, por ejemplo, escribió hace algunos años lo siguiente: “En realidad (la “calidad” tiene...) sus bases ideológicas y estratégicas en la llamada «TQM: Total Quality Management», procedente del ámbito de la gestión empresarial... Y, sin embargo, al margen de las críticas que vamos a argumentar, es una estrategia coherente con un gobierno conservador, dentro de lo que Antonio Viñao, en un buen análisis, ha llamado «Neoliberalismo a la española». Presuponiendo una creciente autonomía y descentralización de la educación, quiere constituirse en una filosofía de gestión de lo público, en modos que imiten a lo privado.”

Para argumentar en contra de esa lógica empresarial-administrativa en el ámbito de la educación pública, retomo este otro fragmento de lo escrito por Bolívar: “El discurso de la calidad en educación funciona como una «práctica discursiva», al tiempo que contribuye a dar credibilidad y legitimación a las nuevas acciones que declaren retóricamente pretender incrementarla. «Calidad» se convierte, en efecto, en un término «fetiche» que permite dar un «barniz» de excelencia a las prácticas cobijadas. «Calidad», como dice Escudero, tiene el don de la ubicuidad: la podemos colocar ante los más diversos objetos, acciones, o productos; al tiempo que entenderla de múltiples formas (resultados, innovación, valores intrínsecos, satisfacción del cliente, etc.).” (3)

Desde la reforma al texto Constitucional anterior, en 2013, se establecieron las bases y los términos asociados con esa misma lógica. La Dra. Teresa Bracho, actual consejera presidenta del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), organismo público autónomo, afirma en un documento institucional lo siguiente: “El texto constitucional añade a los anteriores (principios de universalidad, equidad, de logro, y de suficiencia y calidad de la oferta), un quinto principio fundamental, que desde mi punto de vista significa un paso adelante en la concepción de la calidad educativa, debido a que impone una base para cualquier característica que se le dé a la calidad: Principio de mejora constante: “Será de calidad, con base en el mejoramiento constante” (fracción II, inciso d).”... “...Esta característica hace de la calidad un expediente abierto (que, en consecuencia, precisa de una definición abierta), en constante proceso de renovación y crecimiento. Obliga al Estado a garantizar una educación progresivamente extensa y profunda, cuyos logros y metas consisten en superarse a sí misma, más que en alcanzar estándares normativos prestablecidos en cualquiera de los aspectos que la constituyen. Dicho de otro modo: una educación de calidad que se adapte y arraigue en su propio tiempo histórico e impulse la mejora de todos los ciudadanos… Una educación de calidad supone el mejoramiento constante en el acceso, el logro, la oferta educativa y la equidad. Puede afirmarse, entonces, que el principio de mejora constante es el fundamento rector de la calidad de la educación en México.” (4)

Pero ese discurso tecnocrático y pro empresarial incrustado en el ideario educativo mexicano no es nuevo, puesto que tiene más de 30 años de existencia. En particular y en ese mismo contexto, el discurso de la “Modernización Educativa” se ciñó al proyecto de lograr la “Calidad” como instrumento para reposicionar a México en el nuevo panorama mundial, que estaría marcado por las tendencias contrarias al proteccionismo económico, es decir, para apoyar la “liberación de las economías internacionales”. En una participación en Los Pinos, (citada en el documento: “Hacia un nuevo Modelo Educativo”, 1990), el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari dijo lo siguiente: “En México actuamos convencidos que una educación de calidad es el medio estratégico para asegurar al país un lugar seguro y destacado en la nueva configuración mundial” (13 de diciembre, 1990). Después de casi 30 años, ¿México se encuentra en un lugar “seguro y destacado” en el nuevo orden “neoliberal”?

Desde entonces no ha habido una ruptura de ese paradigma; por el contrario, ahora el nuevo gobierno lo reivindica, después de cinco sexenios. De hecho, a ese periodo (1988-2018) se le podría interpretar como el tiempo de auge del discurso y de las políticas “Tecnocráticas y gerencialistas en la Educación Pública en México”, que sería un periodo equivalente al “neoliberalismo económico”, pero en el ámbito de la educación. La pregunta que surge es: ¿El gobierno de la 4T tendrá la capacidad y la voluntad política de girar completamente esa tendencia? ¿Estará en condiciones de provocar una ruptura paradigmática o simplemente dará continuidad al proyecto del “gerencialismo educativo”? Pues al parecer y según indican los acontecimientos, al menos hasta ayer, 24 de abril de 2019, la señal que nos envían los y las legisladores de Morena y aliados políticos, es que habrá “continuidad”.

De aprobarse el proyecto de Dictamen, (que ya se encuentra en el Pleno de la Cámara de Diputados y que se enviará, para su revisión, al Senado), lo que se asegurará no es tanto la abrogación de la “mal llamada” Reforma Educativa (establecida en 2013), sino que se dará continuidad a la lógica empresarial- administrativa, no pedagógica, de la educación pública en México; lógica implícitamente asumida en el rediseño de las políticas públicas educativas de la 4T. Por todo lo anterior, observo en este sexenio un claro “corrimiento” hacia el pragmatismo educativo; es decir, una suerte de “mirada funcionalista” de la educación (caracterizada por la medición acrítica y la supremacía cuantitativa del “acto educativo”), que se fortalece y se vuelve hegemónica.

En la versión más reciente del dictamen, los y las legisladores apuestan por el establecimiento de un “Sistema Nacional de Mejora Continua de la Educación”. ¿Es en serio? ¿Lo que nos proponen las y los legisladores es pasar de una época dominada por la “Evaluación” a otra marcada por la “Mejora Continua” de la Educación Pública en México? ¿Esa será la aportación de la 4T a la educación de nuestro país? Reitero lo dicho recientemente en este mismo espacio: De por sí la idea-acción de “Mejorar continuamente” la educación, constituye uno de elementos del discurso tecnocrático, gerencialista; concepto que tiene su origen en el paradigma de aseguramiento de la “Calidad Total” de Edward Deming (1900-1993). Un paradigma metodológico e ideológico que ha sido desarrollado por los gerentes de los sectores productivos de bienes y servicios, no en un marco del Derecho a la Educación. Para ser más precisos, cabe afirmar que las nociones de “Gestión de la Calidad”, “Sistemas de Gestión” y “Mejora Continua” forman parte del mismo lenguaje y del mismo marco teórico-metodológico, del mismo paradigma. En particular, la “Mejora Continua”: “Es una técnica desarrollada por W. A. Shewart entre 1930 y 1940 para organizar el trabajo y seguimiento de proyectos de cualquier tipo. En 1950 E. Deming la toma y la difunde como una alternativa para encarar los proyectos de acción o mejora sobre los procesos propios, externos o internos (por tal motivo en Japón lo llaman “ciclo Deming”).” (5)

¿Eso es lo que apoyan los representantes populares en el Congreso en materia educativa? Espero que los y las senadoras den la cara, con dignidad y agudeza crítica, y reviertan esa tendencia; pero si eso no sucede, la última línea de resistencia frente a esa hegemonía ideológica, estará en manos de las y los docentes, y directivos de a pie, en las escuelas.

Fuentes consultadas:

(1) Gaceta Parlamentaria, año XXII, número 5262-IV, miércoles 24 de abril de 2019. http://gaceta.diputados.gob.mx/PDF/64/2019/abr/20190424-IV-3.pdf

(2) Ver mis textos: “Calidad” de la Educación y racionalidad administrativa, SDP Noticias, 15 de febrero, 2019; y “Educación Pública: Dos signos del Continuismo Tecnocrático”, SDP Noticias, 28 de marzo, 2019.

(3) Antonio Bolívar. (1999). La educación no es un mercado. Crítica de la “Gestión de Calidad Total”. Aula de innovación educativa, 83-84, pp. 77-82.

(4) http://www.inee.edu.mx/index.php/publicaciones-micrositio/blog-de-la-gaceta-junio-2018/648-articulos-blog-de-la-gaceta-junio-2018/3444-hacia-un-concepto-de-calidad

(5) http://www.ctpe.ips.edu.ar/wp-content/uploads/2016/05/El-Ciclo-Shewhart-o-el-Ciclo-Deming-Alemany.pdf