“Pintor nacido en mi tierra, con el pincel extranjero, pintor que sigues el rumbo de tantos pintores viejos, aunque la Virgen sea blanca, píntame angelitos negros.”

Andrés Eloy Blanco

Una no-tan-nueva polémica

El comentario vertido el viernes en el programa de Genaro Lozano sobre el poder de la “pigmentocracia” y la Fórmula 1 en México, volvió a llevar a la palestra la discusión necesaria pero mal encaminada del racismo real y latente que existe en nuestro país.

Un hecho que indudablemente nos molesta, pero no solo por su existencia y por que es políticamente correcto denunciarlo, sino porque poco hacemos para erradicarlo y todavía menos hemos logrado de manera efectiva.

El racismo existe

Como si toparse con la realidad no fuera suficiente, estudios muy serios de dependencias y organismos acreditados lo certifican: el racismo existe en nuestro país. Pero esa discriminación no es la que se ha descrito en redes sociales en las últimas horas. Habría que apuntar realidades y no propagar falsedades.

Según Oxfam México existen tres ejes relacionados con las desigualdades sociales, asociados a las características étnico-raciales: la autoadscripción étnico-racial, la lengua y el tono de piel. Ergo, el color de piel, si es una variable muy importante, pero no la única. Esto significa, que importa también el color de ojos, del cabello, la estatura, etc. Y cómo nos vemos a nosotros mismos en ese panorama étnico-racial.


Correlación no es igual a causalidad

El que exista desigualdad de oportunidades y de trato cotidiano no necesariamente se explica por el color de piel; o lo que es lo mismo: la raza puede reforzar desigualdades, pero también las desigualdades pueden reforzar la distinción racial. Desafortunadamente estamos ante la presencia de un círculo vicioso.

Simplificar o trivializar el fenómeno, al hacer pensar que la desigualdad étnico-racial se organiza fundamentalmente en torno al tono de piel, conlleva a la conclusión de que el mismo es la razón principal de la escala socioeconómica en la sociedad mexicana.

Las dimensiones más importantes como determinantes de la desigualdad de oportunidades en nuestro país son (en orden de importancia): origen socioeconómico, de clase y de origen étnico-racial. Lo cual también señala que tenemos un problema enorme a resolver, para que, no importando la cuna, cualquier mexicano pueda llegar a donde sus conocimientos y aptitudes le ayuden.

La discriminación no es unidireccional

Pero aun dado por sentado que el tono de la piel y los rasgos físicos son determinantes de la desigualdad social, ello no equivaldría a afirmar que en México la pigmentocracia se traduce solo en privilegios para los rubios y de ojos claros.

Hay racismo en muchas y diversas direcciones y todas ellas contribuyen a generar un abanico de oportunidades y de restricciones para cada uno de nosotros. Existe discriminación de morenos hacia otros “prietitos”, por ejemplo. E incluso el absurdo de denuncias de racismo por parte de gente de tez clara que olvida su aspecto de pronto con tal de capitalizar y defender su “propiedad” sobre el tema.

Considero que los efectos más nocivos de la discriminación no se dan necesariamente ante la presencia del fenómeno, sino al querer sacar raja del debate ya sea en mesas de discusión o comentarios vertidos en redes sociales.

No todos los gustos y lujos son oportunidades

Parte de lo errado de la discusión también ha sido decir que eventos como la F1 caen en la categoría de desigualdad de oportunidades. ¡Por favor! Para empezar, es mentira que a ese evento en particular solo asistan personas blancas. Segundo, no debemos confundir acceso a ciertas actividades o acontecimientos de lujo con una restricción a hacerse de oportunidades básicas de desarrollo social.

Así, veamos a Lewis Hamilton (por aquello del color de piel); si las afirmaciones anteriores fuesen ciertas, él nunca hubiera tenido la oportunidad de participar en la F1. Al contrario, espejo de que, no importando la cuna, por el esfuerzo, dedicación y aptitudes, la persona puede llegar a ser el mejor del mundo. Y sí, los boletos para asistir son caros, no todo el mundo puede/quiere pagarlos. Pero eso no se basa en el color de piel. El precio es el mismo, así llegue uno calvo o greñudo.

Evidencias de que la 4T solo la profundiza(rá)

Las experiencias internacionales señalan que las diferencias étnicas, económicas y de preferencias sexuales (por mencionar algunas) son usadas por los gobiernos para dividir a la población.

En México, valen cómo evidencia la desaparición de programas sociales que ayudaban a disminuirlas (estancias infantiles, desaparición de medicamentos oncológicos gratuitos, desaparición del Seguro Popular, etc.). La desaparición de programas de excelencia y apoyo para nuestros deportistas. Ya sabemos, a los campeones no se les paga una beca/salario por su esfuerzo y dedicación. Es una discriminación por esforzarse. Así o más incongruente.

El uso de un lenguaje divisionista, conlleva a odiar las diferencias, en lugar de tratar de unir a los mexicanos.