Tarde; muy tarde se da en el seno de la iglesia católica, el Encuentro sobre protección de menores, que congregó en la Santa Sede a cardenales, obispos, sacerdotes y a víctimas de pederastia de todo el mundo, y si bien es cierto, esta reunión da visibilidad al problema y refleja la voluntad de la cumbre eclesiástica por atender este devastador problema, lo cierto es que no da lineas de acción con la contundencia esperada.

Hablar del tema de pederastia en la iglesia católica es hablar de un tema atroz; denigrante; enfermo. Implica la pérdida de credibilidad de su propia estructura moral y de sus principios y valores. Para pecados ese. Tanto que nos enseñaron en el catecismo que si no íbamos a misa y no nos confesábamos nos íbamos al infierno, y estos señores vestidos con sotana, casual y estola, escudados en su investidura, ultrajando la inocencia de menores y jóvenes. Creo que los sacerdotes que cometen esos actos violan todas las reglas de la iglesia que te llevan al infierno juntas; incluidos los 10 mandamientos y los mandamientos de la iglesia. Todas, absolutamente todas. 

El objetivo planteado por el papa Francisco, al inicio del encuentro, era pasar de la retórica a propuestas concretas para atender las denuncias presentadas por víctimas de sacerdotes; sin embargo, el resultado del encuentro resumido en los 8 puntos en los cuales la iglesia se centrará para combatir el abuso infantil, en su mayoría refleja directrices genéricas sin mecanismos de protección a víctimas y sanciones concretas a sacerdotes pederastas; algo así como una carta de buenas intenciones. 

Estos ocho puntos se resumen en lo siguiente: 

1.- La protección de los menores: impedir que los menores sean víctimas de cualquier abuso psicológico y físico.

2.- Seriedad impecable: llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes.

3.- Una verdadera purificación: imponer un renovado empeño hacia la santidad en los pastores.

4.- La formación: exigencia en la selección y formación de los candidatos al sacerdocio con criterios no solo negativos.

5.- Reforzar y verificar las directrices de las Conferencias Episcopales: reafirmar la exigencia de la unidad de los obispos en la aplicación de parámetros que tengan valor de normas y no solo de orientación.

6.- Acompañar a las personas abusadas.

7.- El mundo digital: la protección de los menores debe tener en cuenta las nuevas formas de abuso sexual y de abusos de todo tipo que los amenazan en los ambientes en donde viven y a través de los nuevos instrumentos que usan.

8.- El turismo sexual: las comunidades eclesiales están llamadas a reforzar la atención pastoral a las personas explotadas por el turismo sexual.

Al final del encuentro también se señaló que se estaba trabajando, en el Vaticano, en un Motu Propio del papa sobre la protección de los menores, en una nueva ley sobre este tema para la Ciudad del Vaticano, líneas guías para la diócesis de Roma y el “Vademecum” donde aparecerán todas las indicaciones para los obispos y normas de cómo tratar los casos de pedofilia y la protección de las víctimas.

El tema de mayor trascendencia en el encuentro, indiscutiblemente, fue el encubrimiento de los casos denunciados de abuso sexual por parte de otros clérigos. Se reconoció que denuncias presentadas por víctimas se habían desatendido e incluso olvidado; además, se expuso cómo las víctimas fueron perseguidas, amenazadas, desprestigiadas y olvidadas; sin que tuvieran un mecanismo para ser oídas. Incluso se habló de destrucción de documentación por parte de autoridades eclesiásticas que buscaban pasar por alto los casos denunciados. 

Todo esto reflejó que en el seno de la iglesia prevalecía y continúa, hasta la fecha, una política de proteger a la institución sobre las víctimas. 

Y es que no basta con buenas intensiones ante un problema de esa magnitud, en este encuentro se debió incluir un pronunciamiento tajante y enérgico de tolerancia cero, en el que se precisara la expulsión inmediata del sacerdocio de cualquier cura que hubiera abusado de un menor; se debieron, también, establecer mecanismos de sanción para los sacerdotes, obispos o cardenales que hubieran encubierto a aquellos denunciados por abuso, y se debió concretar una reforma a los procesos judiciales que se siguen frente a denuncias. El total repudio a la pederastia en la iglesia católica, puntualizado por el Santo Pontífice no es suficiente para que los casos denunciados de abusos por parte de sacerdotes sean investigados, atendidos y en su caso, sancionados.

Tarde muy tarde se da este encuentro y se intentan tomar insuficientes medidas en contra de sacerdotes pederastas, muchos de ellos desgraciadamente se quedaron sin castigo, dirán algunos, su castigo está en que se fueron al infierno.