Vivimos, según Peter Drucker en “Las nuevas realidades”, tiempos de cambios vertiginosos en todos los campos del conocimiento humano. Nunca como hoy, el ser humano ha tenido a su alcance tanta información: cobertura de las guerras en tiempo real, testimonios y protestas de gente como usted y como yo, que provocan revoluciones y entre otros, son una pequeña muestra de los tiempos actuales. Es evidente que los medios de comunicación tradicionales han sido ampliamente rebasados y la exigencia de apertura y pluralidad es hoy, más que una necesidad, un clamor popular.
En ese contexto, se desarrolla ahora la tarea de informar que realizan los profesionales del ramo. El problema es cuando no actúan con profesionalismo, no tienen siquiera estudios profesionales y tampoco informan, de hecho se dedican a hacer todo lo contrario, en beneficio de aquel que pueda pagar sus servicios.
Este fenómeno es común en provincia. Pasquineros, les llaman a los que por medio de la palabra escrita, tienen convenios y contratos de trabajo con los ayuntamientos y los gobiernos de los Estados y pretenden “informar objetivamente” a la vez que lanzan loas al poder de turno y se convierten en una sucursal de la oficina de prensa municipal.
En Veracruz, en el periodo de gobierno de Fidel Herrera, se despenalizó la difamación y la calumnia “para proteger el trabajo de los periodistas”[i]. En 2011, según la organización internacional Artículo 19[ii], Veracruz es líder en agresiones a periodistas y lo da a conocer en el apartado denominado: "Silencio forzado: el Estado, cómplice de la violencia contra la prensa"
La figura del pasquinero es común, pues, en lugares apartados que son presa fácil del cerco informativo y de la manipulación de los ciudadanos a través de la desinformación. Cualquiera que haya tenido un desencuentro con algún presidente municipal, por ejemplo, debió sentir el peso de la calumnia y la difamación como arma infalible para desacreditar su trabajo, su profesionalismo, su vida propia.
Estos textoservidores, que carecen de la mínima preparación profesional, bagaje cultural y ya no digamos conocimientos elementales de redacción, logran poco a poco ser reconocidos como los chismosos oficiales del lugar. Sus modus operandi son ampliamente conocidos: “Oiga, maestra, el Presidente Municipal me dijo que hablara mal de usted. Le vamos a tirar con todo. Podemos llegar a un arreglo. Yo puedo parar el asunto. Le conviene”. Aguante el asco, estimado lector, eso no es lo peor.
En caso de que la persona que haya osado retar al statu quo, señalando la corrupción, la impunidad y el franco desvío de recursos, diga NO al extorsionador profesional disfrazado de “periodista”, debe estar preparada para afrontar tal avalancha de lodo, que será difícil después, creer que algunos seres humanos son capaces de tal cantidad de bajeza, maldad e indecencia.
La peor parte es la impunidad. Una campaña de desprestigio, bien orquestada desde un Ayuntamiento, con pasquineros que tienen la influencia, el control y el poder de “informar”, es, como dice Foucault, una sofisticada forma de ejercer el control y la dominación de pueblos enteros. Ya no hace falta matar a la gente, la desprestigian o la compran, según sea el caso.
Algunos de los “nuevos periodistas” son enviados con estos pasquineros para ser capacitados en las formas de trabajo ad hoc a los regímenes de turno. Los periódicos regionales y sus trabajadores, utilizan a estos extorsionadores como “fuente de información” primaria y sus versiones se aceptan tal cual, sin filtros…al fin y al cabo, es la versión oficial.
Juegan doble, triple, cuádruple vez, tratando de obtener dinero de quien se deje.
Extorsionan a las víctimas del régimen de turno, tratan de sacar provecho de la “información” (chismes “a modo”) que poseen, se rodean de un séquito bien aceitado de noveles pasquineros que aspiran a engrosar la nómina del gobierno estatal, entrenan en campañas de odio a Tirios y a Troyanos, mientras pugnan en público por “la paz y la reconciliación”, fundan “organizaciones no lucrativas” para ayudar al prójimo, de quien se valen indigna y asquerosamente para lucrar y obtener ganancias y reconocimiento para sí. Y esto es sólo la punta del iceberg.
Se saben protegidos por quienes tienen el poder de hacerlo. Conocen los entretelones del poder y son fieles súbditos de aquellos que pueden pagar sus servicios. Sin embargo, el problema es cuando estos tiernos presidentes municipales dejan el poder o algunos de los empresarios que los financian caen en desgracia, porque se vuelven víctimas de sus ex vasallos. Así, sin pudor ni culpa.
Esto se convierte entonces en un círculo vicioso del que dependen estos extorsionadores profesionales para vivir. En Veracruz, este es un fenómeno tan frecuente, que los buenos periodistas, los honestos y honrados tienen siempre la espada de Damocles sobre su cabeza, mientras los que vergonzosamente aparentan que lo son, no solamente gozan de protección, riqueza y reconocimiento, sino que operan bajo la más abyecta impunidad.
Un pasquinero es, pues, un criminal con pluma. Nada más, pero nada menos que eso. Triste y lamentable situación.
¿Usted qué opina, estimado lector?