El día de ayer, la Cámara de Diputados aprobó la Minuta remitida por el Senado de la República en materia de paridad de género. Se trata de la aprobación de una reforma constitucional inédita, por la que miles de mujeres han luchado desde hace décadas, desde distintas trincheras y con diversos colores partidistas o sin bandera política alguna, más que la del activismo social. 

En resumen, la reforma consiste en la modificación a los artículos 2°, 4, 35, 41, 52, 56, 94 y 115 de nuestra Constitución General, con la intención de que en la postulación de candidaturas para ocupar cargos de elección popular de los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) y en el nombramiento de las personas titulares de las secretarias de despacho del Poder Ejecutivo, se observe el principio de paridad de género.  Esto también aplica para los representantes indígenas ante los ayuntamientos, la integración de la cámara de diputados y senadores, los organismos autónomos y los órganos jurisdiccionales. 

Lo anterior significa que mujeres y hombres tengan derecho a ser votados y acceder a cargos públicos en condiciones de igualdad por motivo de género. Así de sencillo… pero en la realidad no lo ha sido, por eso ahora desde la máxima norma se establecen las reglas base para procurar la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. 

Más allá de las mejoras que esta reforma sumará a la vida de las mujeres y al desarrollo democrático nacional, quiero resaltar que la agenda de derechos siempre ha estado ligada a la voluntad política y a la lucha permanente de mujeres feministas, por lo que dicho avance debe de celebrarse. Asimismo, es un aspecto incuestionable y a todas luces aplaudible, la incorporación del principio de paridad, en las representaciones de los pueblos y comunidades indígenas. 

Sin embargo, también tiene que decirse y con claridad: la reforma es muy buena pero también es fifí y todavía hay mucha brecha por cerrar. Me explico. 

El hecho de incorporar el principio de paridad de género para el nombramiento de las personas titulares de las secretarias de despacho del Poder Ejecutivo, desde el texto constitucional, es un acierto insuperable después de años de logros a cuenta gotas y de ensayo y error, como lo fue el sistema de cuotas (recordemos la figura de las juanitas), pero sigue siendo insuficiente frente a la avasalladora realidad de desigualdad en el acceso paritario de oportunidades laborales.  

Digo que es fífi porque beneficiará únicamente a las mujeres que lleguen a ocupar cargos en las secretarias de despacho, pero no a todas las demás que forman parte de la estructura organizacional y quienes comúnmente son relegadas en cargos operativos, de apoyo administrativo o mandos medios. Mi hipótesis es que el privilegio de clase permitirá a las mujeres de la élite política ocupar escaños antes negados, pero nada más. 

Aquí algunas cifras. De acuerdo con el “Estudio sobre la Igualdad entre Mujeres y Hombres en materia de puestos y salarios en la Administración Pública Federal (en adelante APF) 2017” de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos: 

• De las 49 dependencias y entidades de la APF que forman parte del Estudio, el 53.5% de las personas empleadas son mujeres.

• En las Secretarías de Estado -sin considerar órganos desconcentrados- hay un 46.8% de participación femenina en las jefaturas de departamento; en las subdirecciones y direcciones de área el porcentaje de mujeres se reduce a 37%; mientras que entre las direcciones generales adjuntas y las direcciones generales sólo alcanza 28.5% y 21.9% respectivamente. 

• Existe una brecha salarial entre mujeres y hombres donde las mujeres reciben -8.6% menos que los hombres en mandos medios y superiores. 

Además, empíricamente, se ha observado que la Cuarta Transformación a pesar de contar con el primer gabinete paritario de la historia, suma a un imponente cuadro de servidores públicos hombres y no mujeres. Les invito a revisar fotografías de eventos oficiales en la que predominan las configuraciones al estilo “Club de Tobby”. Y eso es lo que se muestra abiertamente… 

En conclusión, hoy más que nunca se tiene que trabajar para que estas iniciativas lleguen a todos los espacios y se beneficie al mayor número de mujeres posible. Es importante tener a una mujer asumiendo el liderazgo de una Secretaría de Estado, claro que sí, pero también es de relevancia que esa mujer líder integre a otras y otros en condiciones de paridad a su equipo, y en el mejor de los casos, impulse una agenda a favor del género.