El presidente Andrés Manuel López Obrador llega el próximo 4 de enero a la Sierra Norte de Puebla, sin una definición explícita de cuál será su relación con los pueblos indios.

El tema no es ocioso; de ello dependen su destino; el cual se caracteriza por el olvido y el menosprecio gubernamental.

La pobreza y la desigualdad, son resultado de acciones de gobierno, ya sea de manera deliberada o por actos de omisión.

El presidente ha prometido una y otra vez que, por el bien de todos, primero los pobres.

La promesa es inobjetable. No solo por un acto de justicia social con los más necesitados, sino por cuanto a estabilidad política y crecimiento económico se trata.

La pobreza es factor de inestabilidad política; y tiene un poderoso impacto negativo en el crecimiento.

Sin embargo, hasta ahora la gran promesa de campaña no se ha convertido en un conjunto de criterios de acción.

Ya se sabe que ser indígena es sinónimo de pobreza extrema y discriminación.

Es posible que los llamados “Diálogos” sean el preámbulo de algo que se anuncie más adelante. Pero eso tampoco se sabe a ciencia cierta.

El presidente más comunicador de cuantos han pasado por el puesto no ha dicho nada al respecto.

Tampoco se sabe de especialistas trabajando en la redefinición del viejo indigenismo, en consonancia con las demandas del movimiento indígena organizado.

O por lo menos expertos realizando diagnósticos robustos sobre la población que se encuentra en el último peldaño del bienestar económico.

Cuando digo especialistas me refiero a los antropólogos, los que en general son los que llevan la batuta cuando de pueblos indios se trata.

La referencia más importante y cercana es la de Luis Echeverría. “La época de oro del indigenismo”, el de la gran expansión de la infraestructura.

Entonces los antropólogos estuvieron en primera línea, incluso en puestos de gabinete.

La otra experiencia en esa dirección fue con Carlos Salinas de Gortari.

En aquella administración, uno de los antropólogos más lúcidos y productivos del último medio siglo, Arturo Warman, ocupó la dirección del INI.

Desde donde desarrolló las bases técnicas e ideológicas para la privatización del ejido.

Un tema muy discutido pero al final del día (no nos engañemos) la propiedad privada es la base primordial para el desarrollo, tratándose de regímenes de democracia liberal representativa, como en el caso nuestro.

Si el indigenismo mexicano fue referencia internacional de política pública focalizada fue/es gracias al talento de otro antropólogo, Gonzalo Aguirre Beltrán.

Junto a Manuel Gamio y Alfonso Caso, GAB es uno los tres grandes de la antropología mexicana.

Hoy, no se ve en el nuevo gobierno quién o quienes hacen las veces de aquellos hombres, que lo mismo sobresalían en la academia que en la administración.

Si a la distancia el viejo indigenismo cumplió o no con su fin supremo, es un tema muy discutible.

Pero veamos la definición que al respecto ofrece el propio Aguirre Beltrán.

 

“El indigenismo no esta destinado a procurar la atención y el mejoramiento del indígena como su finalidad última sino como un medio para la consecución de una mera mucho más valiosa: el logro de la integración y el desarrollo nacional, bajo normas de justicia social, en que el indio y no-indio sean realmente ciudadanos libres e iguales”

(“Obra polémica”, 1976).

Al parecer la novedad del nuevo gobierno en materia de políticas dirigidas a la población indígena es la presencia de indígenas en los puestos de dirección.

Hay que decir al respecto que no se trata de nada nuevo. Es una idea de finales de los años setenta, surgida del brío de los llamados antropólogos críticos.

Guillermo Bonfil Batalla y Salomón Nahmad idearon que la solución a todos los males de los pueblos indios pasaba porque ellos mismos tomaran en sus manos la ejecución de las políticas destinadas a su redención.

Hay que decirlo que se trata de un falso paradigma. Las evidencias sobran. La eficiencia no tiene que ver con genealogías.

Lo cierto es que el anuncio de la presencia del presidente de la República en la comunidad indígena de San Pablito, Pahuatlán, se ha traducido en la mayor fuentes de expectativas.

Por primera vez en la historia de esa localidad un mandatario nacional los visita. Es algo inédito en la historia del presidencialismo mexicano.

Esperemos que además del anuncio de la extensión de becas a estudiantes y apoyos en efectivo a personas mayores, se anuncie un programa de desarrollo regional, que en verdad impacte en los indicadores de bienestar de la población.

Un proyecto de grandes inversiones en el marco de las competencias del federalismo mexicano.

Sin embargo el tema de fondo, tal vez el verdadero motivo de la visita, sean los llamados proyectos extractivistas. Las mineras y los gasoductos.

Sobre los que se ha generado un movimiento social indígena de rechazo; sobre los que seguramente habrá pronunciamientos.