Ninguna muerte se celebra. Diría yo que las muertes ni siquiera son poéticas, aunque sea una paradoja que en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer “caiga” un agresor.

Quedó un video documentando la golpiza que Rocío Oliva recibió en 2014 del “magnate” del fútbol, aquel consagrado a la gloria cuyos actos parecen incuestionables por haber sido un buen deportista y goleador. Igual golpeó a exparejas que a periodistas.

Diego Armando Maradona enfermo de celos acusó a un periodista de haber mirado a su novia del momento, Oliva de nuevo. Lo poético es que su corazón no hubiese resistido a su adicción a la cocaína, alcohol y otras drogas. No me imagino de qué otra forma pudo morir un ícono de los excesos.

El problema lo arrastró por años: Claudia Villafañe es la madre de sus dos hijas y al igual que Gianinna Maradona, relató en 2016 el martirio que fue Diego Armando como persona. Celotípico, machista, misógino, controlador y otros argumentos fueron los que se desprendieron de los análisis que se realizaron cuando el futbolista acusó a su ex esposa de haberle robado 8.7 millones de dólares, llevándola hasta la cárcel pero abriendo también la caja de Pandora con el verdadero rostro de la “deidad argentina”.

¿Por qué seguimos adorando y construyendo odas a quienes, en vida, fueron todo menos ejemplares? Derroches, adicciones, golpizas machistas y toda una serie de actos no son precisamente elogiables. Nadie niega que Diego Armando Maradona tuvo una época dorada en el fútbol… ¿pero encumbrarlo como un arquetipo a seguir? ¿Cómo el Dios del fútbol y el salvador en Nápoles?

Es cierto que murió un ícono, pero un ícono del machismo latinoamericano. Diego Armando Maradona abandonó hijos que se negó a reconocer como en los casos de la italiana Cristina Sinagra, que durante 1985 en Nápoles vivió con él. Justo en la cima de la fama, desde Italia hasta México, Diego Armando Maradona era venerado mientras que 15 años después de la ausencia, su hijo salió a la luz.

Envuelto en la fama, nunca fue un Gerard Piqué amoroso y familiar. La regla de Maradona fueron los abandonos y los maltratos, en parte para sus primeras hijas que vivieron la violencia doméstica contra su madre, en parte para las ausencias que vivieron Valeria Sabalain al parir a Jana, la quinta hija de Maradona.

Dejemos de romantizar y mirar como héroes a quienes fueron agresores. Comencemos a contar las historias completas: murió un buen futbolista y un gran agresor machista. Se fue a dormir sin que sus víctimas recibieran justicia, aunque tal vez, el camino a su deceso fue la letanía que le dio la vida, esa que no pudieron dar ni la justicia italiana ni la argentina.

Ridículamente, en la Cámara de Diputados le rindieron un homenaje y guardaron minutos de silencio en su memoria. Ya quisiera cualquiera de las 11 víctimas de feminicidio en México del día que les rindieran el mínimo honor, la mínima atención, el más básico reconocimiento. Pero no En México se le guarda un minuto de silencio al ícono del futbol machista y esperan que dejemos de llamarle un país feminicida.