Santa Clara, Cuba.- Su rostro moreno expresa sufrimiento. “¿No ve cómo tengo los ojos? Yo no venero ninguna imagen, pero cuando vi pasar las cenizas de Fidel me puse a llorar”, dice Sonia, acompañada de su hijo de diez años. Después de pernoctar junto al mausoleo erigido en honor de Ernesto “El Che” Guevara, el cortejo que acompaña los restos de Fidel Castro Ruz dejó esta ciudad ayer por la mañana. Aunque en las calles principales de Santa Clara la mayoría de los habitantes intentan recuperar su normalidad, otros como Sonia siguen rumiando un dolor que parece de verdad.
Están también los santaclareños, sobre todo los dedicados al turismo, desesperados por tantos días de luto que los han dejado sin alcohol ni música, o sea sin trabajo. “¿A poco cuándo muere un presidente en México dan nueve días de silencio?”, pregunta uno de los trabajadores molestos, quien, como la mayoría de los cubanos críticos del gobierno, pide no mencionar su nombre por miedo a represalias oficiales. En ellos, la muerte de quien mandó en la isla durante casi toda su vida no es una noticia triste. De hecho les hizo experimentar cierta felicidad, confiesan. Una felicidad atroz, opina Sonia, quien luego parafrasea un cartel de propaganda: “No te rías de quien en vida nunca pudiste vencer”.
Sonia recuerda haber visto por última vez con vida al líder cubano en octubre de 2004, justo en el mausoleo del Che. En esa ocasión, al término de un discurso en honor de éste, Fidel se tropezó y cayó al suelo, lo que le provocó una fractura de rodilla y otra del brazo, además de una serie de rumores e inquietudes sobre si tenía o no las condiciones necesarias para seguir atendiendo su activa agenda de gobierno. Cuatro años después, su hermano Raúl lo sucedió en la presidencia del país.
Más que por ser la ciudad donde se cayó Fidel, Santa Clara es conocida por la batalla que libró el Che a finales de 1958 en contra del Ejército oficial. Con una columna de solo 300 elementos, logró tomar una ciudad custodiada por miles de soldados de infantería que contaban con tanques y artillería pesada. Lejos de ideologías, hoy en día, la batalla de Santa Clara es estudiada en clases de diversas escuelas militares del mundo.
Fue por esta hazaña guerrillera que el gobierno cubano decidió que la monumental tumba del comunista nacido en Argentina estuviera aquí en un enorme y verde predio ubicado en las orillas de Santa Clara. De esta forma, los restos del Che hicieron un viaje todavía más largo e intrincado que el que hacen ahora los de Fidel antes de llegar a su morada final en Santiago. Los del Che vinieron procedentes de Bolivia en 1997, ya que hasta entonces -30 años después- fueron encontrados en la fosa clandestina en la que habían sido colocados.
Para recibirlos, el gobierno cubano construyó el enorme mausoleo en el que se venera a otro de los íconos históricos del siglo XX. Desde entonces, Santa Clara se convirtió en una ciudad que homenajea por todos lados el Che y que casi todos los días del año recibe a decenas de turistas -sobre todo argentinos- que visitan tanto la tumba del guerrillero, como el pequeño parque museo en el que se exhiben cuatro vagones del ferrocarril descarrilado durante los años de la revolución, y el hospital usado como centro de comando por el Che, que en la actualidad es un Comité Provincial del Partido Comunista Cubano. Ahí da la bienvenida una estatua tamaño natural en la que se ve al revolucionario junto a un niño.
Sin embargo, durante estos días, la también conocida Ciudad Che Guevara se convirtió, como todas las demás ciudades de Cuba, en la Ciudad Fidel Castro. Talleres de montacargas, ponchadoras (así llaman acá a las vulcanizadoras), restaurantes, farmacias, oficinas de correo, hoteles, despachos de ingenieros, cines, tiendas de telecomunicaciones… todo tenía fotos, leyendas, carteles o algo en homenaje al líder recién fallecido.
En el mausoleo del Che, la urna con las cenizas de Fidel fue colocada muy cerca de un muro en el que se reproduce la carta que el argentino le mandó a su compañero de armas antes de abandonar Cuba para apoyar revoluciones en África y América Latina. Dicha misiva empieza hablando sobre la muerte:
“Fidel: Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos. Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria…”.
Todavía no hay detalles sobre el tipo de lugar en el que reposarán los restos de Fidel. Sin embargo, se estima que él mismo habría visto y aprobado el diseño del mismo antes de morir. Lo que es seguro es que su monumento funerario será el más importante de un país que a 57 años de haber registrado una vibrante revolución ahora se llena de mausoleos.
“Lo más triste -dice Sonia con cara de aflicción- lo que duele, es que ya se están muriendo nuestros héroes …”. Su hijo pequeño la escucha y solo asiente sin decir palabra alguna. Unos minutos después se va a jugar futbol con otros niños en uno de los prados junto al mausoleo del Che.