En Contexto

Estamos cerca de cumplir un año con los planteles educativos cerrados, desde preescolar a secundaria y aunque existe un programa de enseñanza a distancia, el resultado es incierto, por decir lo menos pero que de cualquier manera lleva al deterioro de las condiciones de bienestar y pérdida de expectativas.

Sin disponer de una estructura tecnológica de cobertura nacional, con la aparición de la pandemia del coronavirus las autoridades gubernamentales no tuvieron más opción que pensar y operar la educación a distancia, vía televisión o por internet. Era eso o nada.

Para la educación media y superior, esa opción ha sido relativamente solventada porque un amplio segmento de esa población estudiantil dispone de algún medio inteligente que le permite conectarse y seguir las clases. El esfuerzo no ha sido sencillo para ellos, pero tampoco para el profesorado de las universidades públicas que se tuvo que reconvertir tecnológicamente a pasos acelerados.

Aún así, la matrícula en la UNAM se redujo en 7 mil 700 plazas durante 2020 tanto entre bachillerato como en licenciatura y se estima que durante el año en curso alrededor de 72 mil estudiantes podrían suspender su matrícula por los efectos combinados de la pandemia que van desde cuestiones sanitarias o económicas, principalmente, pero también tecnológicas.

Solo uno de cada cinco estudiantes de las universidades públicas en todo el país, en promedio, tiene acceso a internet y computadora, lo que explica el problema que tiende a crecer exponencialmente en términos intelectuales, productivos y de oportunidades sociales.

En el caso de los niños de preescolar a secundaria el problema tiende a agudizarse porque en la mayoría de los hogares, si bien disponen de alguna forma de “conectarse” con internet, no es disponible para todos los miembros de la familia ya sea porque no hay suficientes computadoras o teléfonos, además de que se cumple ya sea con “home office” o, más grave todavía, por la búsqueda de sustento los responsables en las viviendas no pueden dar acompañamiento a los estudiantes.

Ahora pensemos cuando hay niños con déficit de atención, lento aprendizaje o con algún otro problema cognitivo o de carácter físico. 

El perjuicio es exponencial para ellos y para sus familias.

Los más pequeños están expuestos a más riesgos porque la pandemia agrava las disparidades nacionales en nutrición, socialización y salud, además de que su atención generalmente es omitida por sus familiares y no son contempladas por las autoridades,

Es cierto que en medio de esta crisis bajo el programa federal de becas Jóvenes Construyendo el Futuro ha donado computadoras y teléfonos inteligentes a algunos estudiantes universitarios, pero ha sido muy limitado y en medios urbanos con una marcada exclusión de las áreas rurales del país, que agrava las profundas diferencias de desarrollo entre las diversas regiones del país.

Como una pequeñísima muestra de la crisis social y económica en términos de competitividad interna y global que se está desarrollando por la desatención al tema educativo, veamos algunos datos proporcionados por el INEGI en el censo más reciente:

Si bien el 91 por ciento de los mexicanos tenemos televisión y 52 por ciento disponemos de acceso a internet, solo el 37 por ciento cuentan con computadora, laptop o Tablet. Pero lo más significativo es que la TV no la utilizan para tomar clases sino para ver otro tipo de programas y cuando se utiliza para el aprendizaje hay cruce de horarios entre hermanos y se desestimula la atención de las clases audiovisuales.

Otro dato, quizá más fuerte. Según la Encuesta Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) de 2018, el 55 por ciento de los estudiantes universitarios dentro del decil de ingresos más bajo del país no tienen internet ni computadoras, mientras los que están en el nivel entre los más ricos solo el 2 por ciento disponen de esas herramientas.

La pandemia ha agravado la crisis del aprendizaje y su impacto en el capital humano, especialmente entre las mujeres, será prolongado y contraproducente para el país.

Así, sin vacunas que tienden a agravar la crisis sanitaria y con los graves rezagos en materia educativa, que aumentarán por la falta de incentivos a la inversión en las tecnologías de información y comunicación a causa de la austeridad republicana y por creer que la televisión solucionaría otro de los problemas de México, la recuperación nacional no se puede solucionar solamente con la palabra optimismo.

Hay que hacer visibles los problemas y trabajar en su solución porque el T-MEC requiere productividad y capacitación y las remesas no serán permanentes.