No obstante que se haya ido a los ranchos de Texas a presumir sus lujosos caballos, me parece que de todos modos ya ganó por tercera vez. Qué importa que lo haya hecho durante la semana del 19 de marzo cuando ya la pandemia arreciaba en aquel país y en el nuestro había recomendaciones estrictas de quedarse en casa. A quién puede importarle que de regreso a su pueblo se haya puesto a organizar una cabalgata con rancheros de la región y en cada parada bebieron y comieron en ambiente exaltado de abrazos y apapachos. Que se haya metido al mercado más popular del pueblo a departir y compartir el alimento con vendedores y visitantes; y que allí, obsequioso como es, haya entregado despensas a eventuales afectados por la pandemia. Tan poco importa para el caso que el propietario del puesto convocante de aquel encuentro, ahora sea positivo Covid-19. Y que, en base a rumores, él mismo sea positivo. Aún así, todo indica que volverá a ser presidente de su pueblo, por tercera vez. ¿Por qué? Porque su persona encarna como en nadie más todo lo que son y anhelan los rancheros y votantes de Xicotepec de Juárez. Mucho me temo que por lo menos tres de cada cuatro votantes de aquella región de la Sierra Norte de Puebla, en público y en privado, quieren ser Carlos Barragán, o émulo suyo. Alguna vez, siendo alcalde en funciones, encendido por los rescoldos del alcohol y el baile, en plena plaza, tomó un rifle de esos que llaman de asalto y lo descargó a la anoche. Otra vez, borracho, fue descubierto haciendo de las aguas sobre el jardín.

En los pueblos, más que partidos, proyectos o ideas, para ganar elecciones se requiere de cierta pizca de popularidad, y dinero, dinero y más dinero. Sus eventuales contrincantes son la actual presidenta municipal, por la vía de la reelección. Que en los hechos no es ella, es su padre. El temible Ardelio Vargas Fosado. Policía de uno de los gobiernos más siniestros en materia de derechos humanos con el señor Peña Nieto, primero como gobernador del Edomex (San Salvador Atenco); y luego como presidente de la República. Pero antes fue el verdugo de otro personaje de triste memoria en la entidad poblana: Rafael Moreno Valle. Fue Secretario de Seguridad Pública. El señor Ardelio Vargas tendría que salvar dos obstáculos: el primero es que la reelección es un proceso inédito, satanizado en los sectores populares, que por primera vez entra en vigor; no goza de ningún arraigo entre la población votantes de los pueblos. Ahí lo que se espera es el espectáculo de los díceres acerca del arribo de los nuevos gobernantes y el escarnio público de los que se van. El otro obstáculo tiene que ver con ese mínimo de “honorabilidad ética”, a la que están obligados los partidos políticos a la hora de elegir a sus candidatos. Pero habría una razón de más peso: en el fondo (y como ya lo vimos) lo que en verdad busca el señor Ardelio Vargas no es una carrera familiar. De lo que en última instancia se trataría es de cubrirse con los pertrechos del fuero. Por lo demás, y hasta donde se sabe, la actual alcaldesa ha hecho un trabajo decente que se puede ubicar por arriba de la media de los alcaldes de la entidad.