“Era Tepeyacac el centro de los caminos de la costa y de los que iban a México, y como no estaba lejos de Tlaxcala, ―refiere Alfredo Chavero en México A Través de los Siglos― fundando allí una villa decidió Cortés enseñorearse de la comarca”.
Pedro Ircio y Luis Marín fueron designados como los primeros alcaldes y Cristóbal Corral, Francisco de Orozco, Francisco de Solís y Cristóbal Ruiz de Gamboa sus regidores, en tanto que Alonso de Villanueva escribano del ayuntamiento recientemente erigido.
Narra el propio Chavero que meses antes a que aconteciera el pasaje conducente a la fundación del ayuntamiento de Tepeaca, muy cerca de ahí el escribano Alonso de Mota presentó en Quecholac, ante Hernán Cortés, el requerimiento de rendición y sometimiento formulado al efecto por Pánfilo de Narváez, acompañado en tal encomienda por Bernardino de Quesada y dos testigos adicionales, cuya identidad al parecer nos es desconocida.
Ante tal hecho, el extremeño le solicitó de inmediato que exhibiera el título de escribano del rey, y al no llevarlo consigo Alonso de Mota fue prendido junto a sus acompañantes por el alcalde Rodrigo de Rangel.
Relato que nos muestra, por una parte, como inmediatamente después de haberse establecido el cabildo, la segunda institución de índole occidental que habría de funcionar y quedar establecida en México, habría sido precisamente la que concierne a preservar el testimonio de los hechos y los actos legales revestidos de la debida “fe pública”; y por otra, que el funcionamiento de la escribanía habría de quedar sujeta a la plena observancia de las disposiciones que al afecto la regulan, siendo en aquella ocasión la concerniente al Derecho de Partidas, refrendado de las Leyes del Toro de 1505; de ahí la importancia de destacar el nombramiento de Alonso de Villanueva como escribano del novel ayuntamiento de “Segura de la Frontera”.
La villa fundada el 4 de septiembre de 1520, se convertiría en el epicentro logístico, desde el cual Hernán Cortés planearía la ofensiva contra la capital del imperio mexica y desde la que escribiría uno de los documentos claves de la historia de México, del mundo de habla hispana y de la civilización, mismo como lo es al efecto la Segunda Carta de Relación, fechada el 30 de octubre de 1520.
La construcción octagonal de unos cinco metros de altura, empleada al efecto de picota y conocida con el emblemático nombre de “el rollo”, “existe a la fecha” nos decía a fines del siglo 19 Alfredo Chavero, afirmación que, por lo demás, podemos refrendar por nuestra cuenta en los días que hoy corren.
En sus contornos se erigían leones esculpidos por los naturales del lugar, que siguiendo las indicaciones de los conquistadores esculpirían a su real entender animales que jamás habían visto, creando imágenes formidables que hoy por hoy pueden apreciarse en el museo regional de antropología e historia de la Ciudad de Puebla.
Por aquellas fechas, mucho antes de que terminase cobrando celebridad en su desafección en Honduras hacía el Capitán General, Cristóbal de Olid recibiría de inmediato la encomienda de dominar los contornos para garantiza una ofensiva sin sobresaltos, lanzándose de inmediato al dominio de Tecamachalco, el reino popoloca que floreciera un siglo atrás bajo el imperio del príncipe poeta nahutlato Ayocuan Cuetzpaltzin, nada más y nada menos que uno de los magníficos tlamantinimes o sabios antiguos del Anáhuac.
Resultaba indispensable “ocupar el espacio vital que garantizase a ofensiva”, como dijera Nicolás Maquiavelo en El Arte de la Guerra, el tratado sobre el tópico del gusto y deleite de Fernando de Aragón, y del que acaso los ancestros y parientes cercanos de Cortés, en sus respectivas participaciones en las luchas de los comuneros contra él y contra su nieto “el César Carlos”, habrían tarde o temprano terminado por abrevar.
Una vez fundado el ayuntamiento de Tepeaca, cuyo medio mileno nos aprestamos a conmemorar, la marcha sobre la Gran Tenochtitlán estaba más que dispuesta, y de ello daría constancia plenamente investida de “fe pública”, quién fuera designado al efecto como escribano del monarca de Castilla debidamente coronado por lo demás con el carácter de emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico.
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