Este jueves 31 de enero, Julio Hernández López “Astillero” abrió una mesa de análisis sobre la Educación en México, a través de su programa en Grupo Radio Centro, desde sus estudios de la CDMX. En esa ocasión tuvo como invitados a las profesoras Alma Maldonado (DIE-CINVESTAV) y Arcelia Martínez Bordón (UIA), y a quien esto escribe. La convocatoria original de Julio fue para discutir los temas generados por las declaraciones recientes de Esteban Moctezuma, secretario de Educación Pública, relacionados con las nuevas formas de enseñanza del inglés, así como sobre el tema de si “se vale o no copiar en la escuela”.

Julio Hernández “Astillero”, columnista del diario La Jornada y ahora también conductor de radio, generó una conversación incisiva, sarcástica, con la agudeza crítica que le conocemos en sus textos y que le caracteriza, esto sobre todo lo digo por el hecho de haber seleccionado esos dos temas polémicos. La conversación fluyó por buen camino, también, gracias a las participaciones críticas de las investigadoras, estudiosas de la educación, con quienes compartimos la mesa.

 

I

Enseñanza del inglés: To be, or not to be

El primer punto de debate tocado por Julio fue la enseñanza del inglés. Al respecto los comentarios de los participantes giraron en torno a lo desafortunado que resultaron los comentarios del secretario Moctezuma Barragán, en el sentido de que la enseñanza de cualquier idioma o de una segunda lengua (como el inglés), es un asunto educativo que implica la formación competa e integral de los docentes que lo imparten, y no simplemente un tema que implica la suplencia de la figura del docente o de minimizar sus conocimientos del idioma, a través del empleo de plataformas digitales u otros complementos didácticos.

Un aspecto básico a considerar, en esa línea de ideas, es el dominio del conocimiento del idioma por parte de los maestros. Los argumentos, en general, que se expusieron durante la sesión acerca de esto, señalaban que no basta con que se utilicen plataformas digitales o medios electrónicos, aparte de los libros de apoyo didáctico, para que se den procesos y resultados adecuados no sólo en una segunda lengua, sino en cualquier campo de formación, en términos de aprendizajes. Incluso señalé, como complemento que, en este tipo de análisis sobre la enseñanza en la escuela pública, es necesario matizar, porque no es lo mismo diseñar planes y programas para la formación de docentes de inglés en la Educación Secundaria, donde la asignatura es oficial y exige un nivel de conocimientos y habilidades básicos en todos los aspectos comunicativos (lectura, escritura y oralidad), que hacerlo en Educación Preescolar y Primaria, donde los docentes no necesariamente deben dominar los contenidos y métodos de una segunda lengua (con excepción de la Educación Indígena). Así mismo, en la Educación Media Superior y Superior, es difícil generar ambientes y procesos de aprendizaje adecuados en este campo de la enseñanza, si no se cuenta con una preparación integral (en cuanto al dominio del idioma, de los contenidos y de los métodos) de docentes y asesores o supervisores.

II

“Copiar” o no en clase: Del “copy and paste” al intercambio colaborativo

El segundo punto tratado durante la mesa de análisis con @julioastillero, fue el relacionado con la declaración desacertada del titular de la SEP, en el sentido de que “ahora sí se vale copiar en la escuela”. La pregunta en este caso fue: ¿Se vale o no que los estudiantes copien durante un examen? Sobre este tema también hubo consenso (opiniones en contra de lo dicho por el funcionario), al menos en dos puntos: a) Ese asunto del “trabajo en equipo” no es nuevo en los círculos de la educación en México y en el mundo; y b) La forma en que se expresó el secretario Moctezuma no fue la más conveniente, debido a que produjo confusión el decir que “…ahora sí se vale copiar…”, cuando en realidad lo que quería manifestar fue algo así como: “…se dará mayor prioridad a los intercambios interpersonales en el aula, que favorezcan los aprendizajes sociales, esto es, crear ambientes de aprendizaje que propicien la colaboración y la cooperación entre alumnos”. Esto si tratáramos de interpretar en forma optimista tanto el contenido como el contexto de lo expresado por Moctezuma.

Sobre este tema en particular, manifesté justamente la necesidad de dar contexto a las palabras dichas por el titular de Educación Pública del país, porque si se refirió a la práctica del “copy and paste” por parte de los estudiantes, no estoy de acuerdo; pero si lo que planeó fue la apertura hacia formas de interacción colaborativa o de cooperación diferentes en el aula, por parte de los estudiantes, estaríamos en otro terreno, en una concepción mucho más cercana a las recomendaciones y a los hallazgos generados por la investigación educativa, en términos didácticos.

Cabe mencionar, a propósito de algunas opiniones manifestadas por la audiencia del programa radiofónico, que los participantes partimos del supuesto de que el tema de discusión no se reduce a “lo ético” (“es o no correcto copiar en clase”); y que el examen no es la única vía o el único medio o recurso para evaluar los procesos formativos.

III

El tercer punto  fue más amplio y complejo, pues Julio nos preguntó acerca de cómo veíamos la iniciativa de reforma al texto Constitucional (Artículo 3º.), enviada por el presidente Andrés Manuel López Obrador al congreso federal.

En esta parte Alma Maldonado planteó tres puntos específicos: El tema de la “omisión” de la Educación Inicial; el de la evaluación de los docentes y la desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) como órgano público autónomo; y la obligatoriedad de la educación superior. Por su puesto, el contenido de su crítica se enfocó en señalar la discontinuidad de las políticas públicas educativas en nuestro país. Con lo cual Arcelia coincidió. En lo cual hay acuerdo, sin embargo, conviene matizar también aquí, pues hay que considerar cuáles son las razones que hay detrás de esa dinámica de las “discontinuidades” sexenales en la educación, desde el establecimiento del marco legal hasta la aplicación de las políticas públicas.

Acerca de este aspecto reiteré lo que he dicho en este espacio en pasadas colaboraciones: Existe una clara obsesión por parte de la clase política mexicana (tomadores de decisiones, funcionarios públicos y legisladores, en general) por modificar, casi cada sexenio, los términos o contenidos del texto Constitucional, lo cual es inconsistente con el trazo de las líneas y la aplicación misma de las políticas públicas educativas. Al respecto mencioné, como ejemplo, la experiencia de los cambios legislativos y la falta de cobertura universal en la Educación Preescolar (entre el año 1999 y 2002), en particular para los niños y niñas mexicanos que tienen entre 3 y 4 años de edad. Este hecho, por cierto, suscitó una controversia en medios entre quien escribe y el ex titular de la SEP, Otto Granados (ver SDP Noticias del 6 de enero de 2018), quien trató de defender la tasa de cobertura escolar en ese nivel educativo (1º. de Preescolar), que ronda el 50 por ciento en ese grupo de edad.

Pienso que se mismo riesgo de inconsistencia se corre con la planificación educativa al establecer la “obligatoriedad”, propuesta en la iniciativa de AMLO, para la Educación Superior.

Posteriormente afirmé en la mesa, que la simple modificación del texto Constitucional, por sí solo, no es garantía de la transformación de los sistemas educativos; que la verdadera transformación de la educación pública (formal) es la que se da en las escuelas, no en las discusiones protagonizadas en los Palacios Legislativos.

La experiencia internacional indica que cuando se procede de esa manera (es decir, producir “el cambio” de “arriba hacia abajo”, sin un proyecto nacional, sin un programa educativo de largo aliento, sin una iniciativa de consensos nacionales y locales sobre la educación), es alta, muy alta la probabilidad del fracaso.

jcmqro3@yahoo.com