No hay duda de que, en gran medida, la popularidad del presidente López Obrador deriva de sus mañaneras. Estos foros mediáticos matutinos le facilitan un espacio donde el jefe del Estado se siente libre, sea para despotricar contra sus adversarios políticos (léase, los conservadores) para denostar diarios de circulación nacional, para leer pasajes del Evangelio, o simplemente, para expresar a los mexicanos las grandes bendiciones que ha traído la autoproclamada cuarta transformación.

Por este motivo, el presidente Obrador y sus aliados han revirado contra el Instituto Nacional Electoral tras el intento de éste de limitar la transmisión de las mañaneras durante las campañas electorales, tal y como dicta el artículo 41 constitucional. 

En este sentido, y muy a pesar del griterío de personajes como Gerardo Fernández Noroña, el INE ha actuado en el marco de la ley, y como organismo responsable de velar por la organización y regulación de las campañas y de los comicios electorales.

Sin embargo, tras la cuarentena obligada de López Obrador exigida por la Covid-19, Olga Sánchez Cordero ha cubierto durante los últimos días los espacios matutinos. Después de algunos días de ausencia del presidente, podríamos concluir lo siguiente:

Olga Sánchez, no obstante su irrefutable prestigio como ex ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no parece contar con el talante de un ministro del Interior. 

De allí que se podría argüir que la secretaria ha sido expuesta como jamás visto en la presente administración; y no se trata de un caso menor pues el lector recordará que ese cargo conlleva labores fundamentales para la gobernabilidad del Estado, y mismo, como sucesora temporal del presidente en caso de falta absoluta del Jefe del Estado. 

De allí que haya trascendido, a lo largo del último año, su deseo de dejar Bucareli; renuncia que -según han dicho- ha sido rechazada reiteradamente por el presidente López Obrador.

En segundo lugar, a diferencia de algunos columnistas, no considero que la intervención de Sánchez Cordero haya restado relevancia a las mañaneras como medio para la transmisión de los mensajes del presidente, o que hayan sido desacreditadas por la secretaria. Muy al contrario, ha quedado de manifiesto la fortaleza inexpugnable del presidente López Obrador como protagonista de los espacios matutinos. Sin él, las mañaneras son meros espacios informativos, justamente lo que sus aliados alegan ante el INE.

En otras palabras, la debilidad, fallas, omisiones o aciertos (como llamar a Reforma y a El Universal diarios “importantes en el país”) que pudiese cometer la secretaria de Gobernación serán olvidados una vez que el presidente haya superado la enfermedad y se plante nuevamente frente a los medios de comunicación.

Esta opinión subraya el hecho de que las mañaneras son foros que el presidente aprovecha para explotar el carisma político que le es natural y que ha conquistado el corazón de millones de mexicanos, a pesar de los graves errores cometidos ante la crisis económica y sanitaria que atraviesa nuestro país.