A la luz de los resultados previstos por las principales casas encuestadoras del país, se antoja sobremanera complicado que los partidos de oposición, a saber, PRI, PAN y PRD, mismo en alianza, sean capaces de arrebatar a Morena y sus satélites el control de la Cámara de Diputados. En este tenor, la popularidad del presidente López Obrador se sitúa por encima del 60%. Lo anterior, como es predecible, permeará en los electores al momento de elegir a sus representantes en cada uno de los distritos a lo largo del país.

En otras palabras, si Morena, sea en solitario o con el apoyo legislativo del Partido Verde, Partido del Trabajo, Partido Encuentro Solidario, Fuerza por México y Redes Sociales Progresistas, alcanza la mayoría en la Cámara Baja, la ilusión óptica de una cuarta transformación pervivirá en el imaginario colectivo de millones de mexicanos.

El presidente AMLO podrá, en consecuencia, continuar con su retórica polarizadora y será capaz de vender, gracias a ese carisma que le caracteriza, las bendiciones de un cambio que díficilmente podrá ser materializado.

¿Qué puede hacer la oposición para evitar el triunfo de Morena en las elecciones federales del próximo 6 de junio? Desafortunadamente, muy poco. Sin embargo, sí que pervive un limitado abanico de opciones que podrían ser explotads con miras arrebatar a Morena un puñado de distritos, y con ello, evitar a toda costa una mayoría calificada.

Lo que deben hacer, a mi juicio, es explotar las debilidades, las pifias y los fracasos más públicamente visibles. En este tenor, de poco servirá a la oposición hablar de los costos de la cancelación del aeropuerto o del escándalo que involucró a la Auditoría Superior de la Federación. Ciertamente no se trata de un asunto menor. Sin embargo, no tiene una fuerte resonancia en los votantes.

Tampoco servirá recordar que el 70% de los contratos públicos han sido asignación directa. Si bien ello trasluce sospechas de corrupción (quizá no del presidente pero sí de casos de conflicto de interés de los funcionarios que integran su gobierno) este concepto no es un arma útil contra la imagen impoluta del presidente AMLO. En otras palabras, el presidente no es públicamente percibido como corrupto. Por el contrario, el jefe del Estado es considerado como un servidor público honesto genuinamente comprometido con el porvenir de los más desfavorecidos.

El talón de Aquiles de AMLO y Morena se encuentran, a mi juicio, en tres rubros: el crecimiento económico, la inseguridad y el fracasado manejo de la crisis sanitaria. Hoy día los mexicanos no viven mejor en comparación con el último año de gobierno de Enrique Peña Nieto; y por otro lado, los índices de inseguridad han aumentado.

De acuerdo con la 58º. Encuesta Nacional de Consulta Mitofsky, el temor a la inseguridad supera a áquel generado por el coronavirus. ¿Qué espera la oposición para explotar políticamente este fracaso del gobierno federal en materia de seguridad?

Y finalmente, el covid. Según se vaticina, y de acuerdo al ritmo de vacunación en México, muchos mexicanos más habrán fallecido hacia el 6 de junio de 2021. Quizá alcanzaremos la pavorosa cifra del cuarto de millón, o cerca de ella. En esta tesitura, la gestión de Hugo López-Gatell es percibida como desastrosa y como causante de la tragedia sanitaria en nuestro país.

En suma, Morena sí que puede ser derrotado en las urnas con una correcta explotación pública de los errores de la presente administración. Sin embargo, las denostaciones personales contra López Obrador ( al estilo Diego Fernández de Cevallos) de nada servirán para lacerar la popularidad del presidente; popularidad que permea irremediablemente sobre Morena y sus candidatos. Por lo visto, la oposición parece no entenderlo.