"Golpe blando"

Las etapas de construcción de un “golpe blando” como las ha teorizado Gene Sharp no son otra cosa que el trabajo de concreción de condiciones preparatorias para la consumación de un golpe de Estado por parte de los servicios de inteligencia externos en conjunción con la inteligencia nacional vuelta adversaria de un régimen en turno. En América Latina y el Caribe, en especial, son muchas las evidencias acumuladas al respecto durante la etapa del “golpismo militar clásico” anclado en la doctrina de Seguridad Nacional que convirtió a los servicios de inteligencia civil y militar (casi simbióticos) en siervos del Consejo Nacional de Inteligencia de los EUA, bajo la hipótesis de la “amenaza comunista y la destrucción del enemigo interno”.

Tales golpes militares fueron exitosos mediante cinco factores de apoyo y poder centrales: las oligarquías económicas, la ultraderecha impulsada por la reacción clerical como motor ideológico del golpe, los ejércitos cooptados por la doctrina anticomunista de la “guerra fría” impulsada desde la Escuela de las Américas y el conservadurismo de los poderes judiciales que jamás se levantaron como tales contra la sangrienta ruptura del Orden Constitucional operado desde el Departamento de Estado en Washington, hoy ampliamente conocido, incluso desde documentos desclasificados en EUA, y el trabajo de caos, sabotaje y asesinatos de los servicios de inteligencias internos y extranjeros actuando en convergencia dentro de un mismo plan de derrocamiento de gobiernos legalmente constituidos. La “fórmula para el caos” sobre la caída de Salvador Allende es magistralmente descrita y evidenciada por Luis Alberto Moníz Bandeira. Es el “esquema clásico”.

A partir del triunfo de Hugo Chávez en Venezuela (1998) y del ciclo de “Revoluciones Pasivas” que le sucedieron, la innovación en la “Teoría del Caos” aplicada al trabajo de derrocamiento de gobiernos “progresistas” (otros autores les llaman “soberanistas”) que fueron considerados “hostiles a Washington”, todas las cuatro etapas previas al desenlace, se ajustan en general al “esquema clásico” del golpismo latinoamericano, la innovación está en el desenlace: se lo encargan a una resolución del poder judicial que ejecute el ejército, o que obligue a la renuncia, que deporte al Jefe del Ejecutivo derrocado, o alguna modalidad final. Por ello lo llaman “golpe constitucional”, “golpe blando” en otras teorizaciones. Pero el proceso de construcción es el mismo, solo que debe desembocar en una acusación constitucional que resuelva el Poder Judicial en favor del derrocamiento.

El caso más grotesco y criminal es el proceso “judicial” seguido al ex Presidente brasileño Luis Ignacio “Lula” Da Silva a quien encarcelaron durante un lustro y ahora resulta que había una componenda política con la oligarquía brasileña y la fracción hegemónica y más reaccionaria del ejército brasileño. Que todo fue una vil patraña política. Igualmente en el caso de Evo Morales: un año en el exilio para que la derecha cocacolera y la fracción del ejército boliviano golpista, en complicidad con el poder judicial “garante de la Constitución”, volvieran a ser derrotados por el pueblo boliviano que nunca se “tragó la píldora” del “peligro de la violencia” asociada a Evo Morales. Un Poder Judicial boliviano que calló cuando el general Luis García Meza se hizo del poder mediante un golpe de Estado financiado por el “Rey de la Coca” Roberto Suárez Gómez.

La Operación Berlín

A López Obrador lo trataron de detener muchos años y de mil maneras, la última mediante dos recursos propios de la teoría del caos, si los articulamos con toda la guerra mediática, la propaganda de los partidos de la derecha, las investigaciones sobre sus ingresos personales (en lo que INE fue protagonista) porque una gran incógnita era ¿quién lo financiaba en sus recorridos por el país?”, tales nuevas patrañas fuero fueron: la “Operación Berlín” una conspiración en redes manejada por Roberto Rojo, ideada por Enrique Krauze y financiada por empresarios como Agustín Coppel, Germán Larrea y Alejandro Ramírez, todo conforme a las versiones hechas públicas a amanera de hipótesis informativas, y jamás el poder judicial tomó cartas en el asunto abriendo una carpeta de investigación. El otro, mediante la película “El Populismo en América Latina” en donde se presentaba la peor interpretación de los gobiernos “progresistas” de América Latina presagiando con el ello “el caos” proveniente de un eventual próximo gobierno del “populista AMLO”: crisis económica, devaluaciones, sobre endeudamiento, confrontación con EUA.

Se terminaron los partidos y movimientos políticos de “comunistas que obedecen a doctrinas exóticas” pero llegaron los movimientos “populistas”. El conservadurismo reaccionario tiene siempre o inventa una coartada ideológica para estigmatizar a sus opositores: ahora son “populistas”, una construcción política y discursiva de falsificación ideológica para preservar el “pensamiento único” que ellos profesan.

No podemos opinar con certeza sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad del ya famoso “Artículo Transitorio” aprobado por el Senado de la República, que debe ser campo de debate entre juristas de alta talla, pero que no emitan “criterios ideologizados” disfrazados de “criterios técnicos”, como hacen en el INE. 

Y como dice el Presidente, lo que resuelva la Cámara de Diputados” debe acatarse”, ojalá tengamos un gran debate de altura que nos ilustre. Pero lo que sí es claro es que en la corriente legislativa que apoya al Presidente López Obrador y la 4T-4R gravitan mucho tres factores: la experiencia latinoamericana de complicidad del poder judicial con las peores causas políticas y sociales en el contexto de gobiernos del cambio social, la ampliamente acreditada corrupción histórica de distintos miembros del poder judicial mexicano (la última evidencia, del Ministro Medina Mora, no sabemos si prófugo o qué, acusado de blanqueo de capital a partir de noticias provenientes de la inteligencia británica), así como, la suerte de la urgente “Reforma del Poder Judicial”, que desde el cálculo político institucional de los senadores mayoritarios (el PRI votó dividido, una parte votó a favor) no se garantiza con la llegada de cualquiera otro de los posibles sucesores del Ministro Presidente Arturo Záldivar.

Y el fracaso de ese proyecto de reforma judicial, nunca descartable, nos regresa al poder judicial silencioso, omiso, pasivo, ante eventos muy lastimosos para la sociedad mexicana, como el saqueo de las finanzas públicas y los fraudes electorales y que hoy levanta enérgico su voz en defensa de la Constitución y de su independencia política, y claro, detrás de quienes se asoman a la escena política, jueces, magistrados y ministros, el coro de analistas y sesudos comentaristas quienes explotan al máximo lo que sea y se regocijan construyendo “escandalitos mediáticos”, ya hasta hablan en la somnolencia ética, de “la reelección de AMLO”.

Entonces, con un poder judicial como el de la larga pesadilla autoritaria y del saqueo como la vivida hasta hace muy poco por los mexicanos, ya en ese terreno, cualquier cosa podemos esperar. Pero en ese caso, veremos qué decide la ciudadanía. Ojalá que estemos equivocados y haya un Ministro que enarbole con toda fuerza la bandera de la reforma del poder judicial tan importante para México. Patriotas no deben faltar.