Fui muy duro con el empresario Manuel Arroyo cuando adquirió el diario El Financiero. Mantengo lo que expresé acerca de la personalidad de ese hombre.
Ahora bien, entre muchas cosas que le dije, afirmé que su periódico jamás iba a estar a la altura de su único competidor directo, por así decirlo, El Economista. Me equivoqué.
Hoy El Financiero es un referente en la opinión pública mexicana, no solo por su contenido propiamente relacionado con las finanzas y los negocios, sino también por su excelente sección política. El Economista, en cambio, parece no existir. No da nota, no genera polémica y creo que cada día tiene menos lectores.
Aunque El Financiero, bien asesorado por gente que conoce el negocio de los medios de comunicación, ha hecho un buen trabajo, lo cierto es que ha dejado muy atrás a El Economista simple y sencillamente por default.
En efecto, estamos en el clásico ganar por default, que es lo que ocurre cuando a un equipo se le da la victoria porque su rival, por cualquier razón, no se presentó en la cancha.
Por la incomparecencia de El Economista, esta es la pura verdad, El Financiero la ha tenido fácil en el mercado de los diarios especializados en información de negocios. Es que, ni hablar, El Economista parece no existir, no aparece, no se le ve, no compite, no da la pelea. El Economista parece no ser nada, de plano. Una pena porque todavía hace muy poco tiempo era un gran periódico.
Por lo demás, y esto es importante subrayarlo, El Financiero todavía está lejos de los líderes en información económica, que no son diarios especializados, sino de los llamados generalistas, Excélsior y Reforma.
Así veo las cosas.