El presidente Andrés Manuel López Obrador, como jefe supremo de la Fuerzas Armadas de nuestro país lo ha dicho en repetidas ocasiones: “los soldados son pueblo uniformado”, y no lo menciona como una frase hecha y hueca, sino porque de todos es conocido que el origen de la mayoría de la tropa y de oficiales, provienen de familias con orígenes económicos muy modestos, pero con un gran orgullo y profundo nacionalismo mexicano.
El Heroico Colegio Militar y los centros que componen el Sistema Educación Militar se han convertido en un semillero de profesionales de excepción, no solo en la formación de los oficiales de arma, sino en los de servicio. ¿Quién puede dudar de la capacidad técnica de los médicos y del personal de sanidad, o de los ingenieros militares?
Si bien este modelo educativo fundado desde sus cimientos en el modelo de la férrea formación al servicio a la Patria, como en su momento lo fueron el Telpochcalli y el Calmécac de los aztecas. Los centros de formación militar preparan a mujeres y hombres de excelencia, no sólo en lo profesional sino éticamente.
Pero en algunos casos estos cimientos se han fisurado cuando algunos de estos oficiales llegan a ser generales y el poder, así como la relación con grandes corporativos económicos nacionales e internacionales, los alejan de los principios éticos de la milicia. No olvidemos que, en épocas del neoliberalismo rampante, esos grupos económicos buscaron deliberadamente corromper todo, incluso a la oficialidad, jefes y generales, para obtener contratos leoninos en detrimento de la SEDENA y del país.
Pero el país cambió y se está transformando de la mano y del compromiso del presidente López Obrador. Por eso a nosotros los ciudadanos nos toca contar las historias de quienes ponen trabas al esfuerzo presidencial. Una de esas historias es la de un soldado que proviniendo de una familia humilde, donde el padre, un militar dedicado al trabajo administrativo en oficinas y la madre una dedicada ama de casa, optaron por impulsar a sus dos hijos al terminar la primaria a que causaran alta en el servicio activo en las Fuerzas Armadas, con tal fortuna y cabe decirlo, dedicación, que ambos hermanos aprovecharon al máximo las oportunidades que les brindó el ejército mexicano.
Resulta que uno de estos dos hermanos, haciendo uso del sistema de Educación Básica para Adultos que se ofrecía a los elementos de tropa en las unidades operativas en ese entonces, obtuvo el certificado de educación básica después de aprovechar el programa del CONAFE. Tras este éxito de la cultura del esfuerzo, nuestro entonces sargento, se hizo un hueco en una de las escuelas de formación de oficiales para convertirse en ingeniero militar en transmisiones. Fue escalando peldaños hasta llegar a obtener la jerarquía de General de Brigada, rango que pocos ingenieros en transmisiones han logrado
Su camino a la cima de la jerarquía militar ha estado lleno de situaciones un que a la superioridad le prendían alertas conforme ascendía. Los abusos de autoridad eran cada día mayores. Mientras más ascendía más abusaba de su poder. Ya con el grado de coronel tuvo que enfrentar ante la justicia militar una averiguación previa por intento de violación ocurrida en el interior del Campo Militar Número Uno, justo antes de ascender al grado de General de Brigada. Si salió bien librado fue porque empresas aliadas plantearon todas sus influencias políticas a cambio de comprometerlo para avalar como apta una tecnología que aquellos le vendían a la SEDENA. La KGB utilizó durante la guerra fría un término específico para este tipo de relaciones de poder: Kompromat.
Primero Director de Transmisiones y actualmente Director del área que se encarga de la gestión de Tecnologías de la Información, por sugerencia de sus aliados, pretende fusionar ambas direcciones para controlar toda la información y las comunicaciones de la SEDENA, algo muy peligroso para la seguridad nacional y el sistema de defensa de México. ¿Pero de quién hablamos? Del General Saúl Contreras Ojeda.
Esta historia de éxito en el escalafón militar compagina en la línea del tiempo de la presencia de la empresa de radiocomunicación Motorola y su crecimiento como contratista de SEDENA. Bajo la sombrilla de protección del general Saúl Contreras, los contratos otorgados a Motorola en muchas ocasiones alcanzaron sobreprecios de hasta un 300%. Contratos que en próxima entrega presentaremos en este mismo espacio, para conocimiento de todos, pues como dice el presidente de México y mando superior jerárquico de todo el Ejército, Fuerza Aérea y Armada de México: “aquí ya se acabaron los moches”.
Pero los órganos de contrainteligencia no están sólo preocupados por los temas de corrupción, sino que ya están investigando porqué equipos de la empresa Motorola han aparecido en manos de miembros de la Línea, el brazo armado del cártel de Sinaloa, en el operativo de detención de Ovidio Guzmán. Ese día, este cártel de Sinaloa tuvo acceso a los repetidores de SEDENA, sus frecuencias y códigos de cifrado.
El otro momento estelar de la tecnología Motorola fue cuando el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela presentó los equipos de comunicación que usaron el grupo de mercenarios que intentó derrocar al presidente Maduro. Pero el tercer momento estelar de la tecnología Motorola que les indica a los analistas de contrainteligencia que es tiempo de actuar decididamente, fue el atentado contra el secretario de seguridad de la CDMX, Omar García Harfuch, nieto del general y secretario de la Defensa en su momento, Marcelino García Barragán.
Nada más que mientras la contranteligencia avanza, la inteligencia financiera hace lo propio: cuatro vehículos de alta gama y casas de lujo en diferentes lugares del país, que con el salario de general de Brigada sería muy complicado adquirir. El presidente López Obrador ha insistido: los soldados son pueblo uniformado. Tienen un compromiso mayor con México. Ese es uno de los grandes valores de nuestro Ejército, pero como dicen los propios militares en lo que llaman “el sindicato del rifle”: a ese general “le faltó tabla”.