La muerte del escritor Luis González de Alba, el pasado domingo 2 de octubre, trae a mi mente recuerdos de mi pubertad y adolescencia, cuando admiraba profundamente al escritor, al líder del movimiento estudiantil del 68, al valiente que nunca escondió su homosexualidad, y también evocó mi posterior desencanto con él por sus resentidas declaraciones de odio contra musulmanes, normalistas de Ayotzinapa y sus padres; militantes de PRD - Morena, mientras al mismo tiempo dedicaba odas a favor de panistas y priistas, a las políticas económicas neoliberales y a poderosos empresarios dueños de monopolios.

Lejos están  los tiempos cuando leía y releía el magnífico texto Los Días y los Años que escribió Luis, estando preso en el llamado “Palacio Negro” de Lecumberri, donde el autor narra de forma honesta los sucesos que acontecieron el 2 de octubre de 1968; pero mi desilusión vino años después al leer las columnas llenas de desprecio y rencor contra todo tipo de colectivos que González de Alba escribía en el diario Milenio.

Los artículos de González publicados en el diario de circulación nacional estaban llenos de adjetivos descalificadores e insultos; eran comunes en ellos palabras como “idiota”, “odio”, “solovino” (para referirse despectivamente a los seguidores de Andrés Manuel López Obrador), entre otras.

El escritor también hablaba en sus columnas de temas de los que casi no tenía conocimiento, por ejemplo   económicos, lo que le ocasionó que fuera sorprendido en muchas incongruencias por articulistas de La Jornada y SDP, pero él nunca lo reconocía.

Las obsesiones, fobias y filias que manifestaba en sus textos González de Alba fueron siempre muy aplaudidas por una derecha irracional, que veía en estos escritos a un “valiente arrepentido de sus maldades de izquierda”, cuando lo único que hacía era fomentar el encono entre distintos grupos de la sociedad mexicana.

Fueron  comentados varios textos donde el líder del 68 manifestaba su ira, su falta de sensibilidad y empatía hacia los grupos sociales que despreciaba, siendo uno de los más famosos  el publicado en Milenio en enero del 2015, donde hablaba de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, de los estudiantes y los padres de los 43 muchachos desaparecidos en Iguala, de forma muy ofensiva, y mencionaba frases como “donde aprenden que entre sus derechos de pobres está el pillaje menor”. Agregando que “los padres  se niegan a ver las  evidencias porque eso implica volver a milpa, al trabajo: se acabaron las caravanas de autobuses de primera clase, los hoteles, las recepciones como héroe”.

En septiembre del 2012 el columnista de Milenio emprendió una campaña para que se investigara y se esclareciera el asesinato de Gonzalo Rivas que, “supuestamente” fue quemado vivo por estudiantes de la normal de Ayotzinapa. La petición de Luis aparentemente era sensata, ya que se reconocía el acto heroico de Gonzalo Rivas,  pero, en mi opinión, la demanda del periodista partía de dos factores muy cuestionables, el primero: Pedía una investigación de un caso en el que él ya había dado su veredicto, y en el que por mucho tiempo había difundido un hecho incuestionable – que los estudiantes normalistas eran los culpables-. El segundo fue Luis nunca se dio a la tarea de investigar nada de  la víctima por la que tanto pedía justicia, ya que en por lo menos tres columnas en donde demandaba el esclarecimiento del asesinato, llamaba al Sr Rivas como Gustavo, cuando su nombre era Gonzalo, (Las columnas que publicó Luis González de Alba en Milenio, donde llamaba Gustavo a Gonzalo fueron la del día 30 de septiembre; así como las de los días 7 y 8 de octubre del 2012).    

En mi opinión Luis tomó esta bandera, no tanto para hacer justicia y que se reconociera el acto heroico  de Gonzalo, sino para estigmatizar la lucha de los normalistas de Ayotzinapa, y etiquetarlos como gente revoltosa, ladrona y asesina.

Lo más lamentable es que después del suicidio de González de Alba, el pasado 2 de octubre, el escritor dejó un  una herencia de odio al demandar al senado la medalla Belisario Domínguez, para “Gustavo”, perdón, Gonzalo Rivas, lo que no abona a la paz social y aumenta el encono en la sociedad mexicana.

Desde este espacio, suplico a los intelectuales y gente de buena fe, que se han unido a la herencia venenosa de Luis González de Alba, a que no demanden la medalla Belisario Domínguez para Gonzalo Rivas; y no porque no la merezca el ingeniero que salvó la vida de miles de personas, sino por el contexto que le quiso dar el recientemente fallecido líder del 68, que en mi opinión no contribuiría en nada a la paz social del país, y sí abonaría al rencor y a la polarización, que no se ha superado desde el 2006, desde la invención del “peligro para México”.