En la noche insomne, concibo la esencia de mi desvelo: ansioso espero el camino que recorro en la madrugada traslúcida, donde la penumbra empieza a ceder a los primeros rayos del Sol. No sé por qué, pero más que Venus, para mi Aurora es la diosa seductora.

En la madrugada, el bosque es esencia de matices, misteriosas siluetas recorren las copas de los árboles. Se pueden escuchar rumores que crujen, estruendos y cantos. El cortejo y las riñas parecen interminables en las ramas de las arboledas, algunos árboles son héroes centenarios y resistentes, otros gigantes admirables: ahuehuetes, cedros, pinos, encinos y "truenos". Testigos de múltiples historias, la virtud de los árboles es la discreción que les da el silencio.

Las aves - prodigiosos seres alados - en una infinito vals danzan en las alturas del paisaje y en los lagos y en los manantiales; ellas han policromado las aguas color de jade del Altiplano mexicano y han anidado y reposado sobre sus magníficos árboles. Nuestros poetas, desde siempre, han dado cuenta de la visión estética de las aves. Los ojos de Netzahualcóyotl las contemplaban y melancólico hablaba del "plumaje del ave zacuán" y de la "preciosa ave con cuello de hule" ante lo que es inevitable: el fin. ¡Nada quedará para siempre todo desaparecerá! También se deleitaba escuchando el canto del Cenzontle, "el pájaro de las mil voces". Las aves eran motivo de reflexión filosófica, así como de exaltación de la belleza.

Los movimientos de las aves son fuente de estrategias. Es sorprendente ver a algunas especies de garzas cuando se alimentan. Sus movimientos son sigilosos y casi imperceptibles, con gracia levantan su cuello en forma de "S", para tener una mayor visión. En el momento de atacar a sus presas conjugan paciencia, perseverancia y precisión.

Las bellas plumas de garzas y de otras aves que adornaban a los penachos de los guerreros de las culturas nativas del Altiplano, eran símbolos de jerarquía ante la inminente muerte en las guerras floridas. La jerarquía, entonces, no significaba comodidad, sino compromiso para hacer regresar al Dios solar. Los rayos matinales y la transición entre la noche y el día era lo más esperado porque los matices de la luz celeste anunciaban un nuevo día: un nuevo ciclo de vida. La aurora en los pueblos de Mesoamérica era sagrada y por ende, objeto de veneración y sacrificio.

Las culturas mesoamericanas admiraban el cielo. Fieles observadoras de los astros y de los ciclos del Sol, de la Luna y de la estrella matutina (Venus), asociaban el renacimiento de los dioses, con los seres cuya apariencia es la más cercana a los dioses: las aves. La presencia y el canto de algunas especies también significaban presagio, por lo tanto, indicaban destino.

Tiempo después por las aguas del Golfo de México llegaron nuevos hombres. Una ave con el cráneo deformada que era un espejo de estrellas significó el sexto presagio funesto. Desde ese espejo Moctezuma observó una guerra y el fin de la era de su civilización.

La Ciudad de México tal vez sea el mayor símbolo del sincretismo cultural que se dio cuando el hombre reconoció al mundo recorriéndolo. El trazo de la Ciudad y su forma es producto de la presencia histórica de una variedad de culturas; también es consecuencia del mestizaje en medio de una historia desigual y por ende, azarosa. Los nuevos hombres trajeron una nueva cultura, pero no hubo aniquilación, los dioses nativos fueron enterrados pero su presencia estuvo latente en la nueva religión. El Dios y los santos que predicaban las órdenes mendicantes se asimilaron con los dioses y ritos de los naturales de estas tierras, transformando la evangelización en un fenómeno pluricultura.

Después de las hazañas renacentistas, inesperadamente el espíritu de los españoles inició un letargo histórico. El imperio español en una metamorfosis adversa, transformó su "Siglo de Oro" en un periodo de tres siglos de opacidad, justamente cuando el mundo era iluminado por la "Reforma", después por la "Ilustracion" y más tarde por el conocimiento científico que devino en la "Revolución Industrial".

La opción de continuar en el camino del desarrollo se detuvo cuando la fe de obnubilados reprimió el conocimiento y la sabiduría. El razonamiento retrogrado: la "Contrarreforma", expulsó y sacrificó a los hombres más avanzados, deteniendo el tiempo y en muchos sentidos retrocediéndolo hacia doctrinas inmutables, propias de la Edad Media.

Pese a ello, la Nueva España se convirtió en la joya del imperio español. La última gran innovación industrial española se dio en la minería: el método de amalgamación provocó que la plata de México rodara por todo el mundo. Las venas se desangraron y fue paradójicamente la fe, el adoctrinamiento, la congregación laboral y por supuesto, la riqueza, las que hicieron nacer pueblos y ciudades y erigir joyas arquitectónicas: catedrales, Iglesias, conventos, casas y palacios, que aún hoy asombran al observarlas.

Durante la etapa colonial - en otra sorprendente paradoja - las opciones de conocimiento se encontraba en la misma iglesia. Se estudiaba lo único permitido: Aristóteles, Platón y los Neoplatónicos. Sin embargo, la enseñanza escolástica no limitó el espíritu creativo y de los claustros surgieron poemas inmortales. Del agustino Miguel de Guevara: "No me mueve mi Dios para quererte" y de Sor Juana Inés de la Cruz una prolífica y brillante obra literaria.

El claustro para Sor Juana Inés de la Cruz, significó la única forma de alcanzar el conocimiento. En el espacio restringido de un convento encontró la mejor opción para la lectura, la reflexión y la inspiración. Los más grandes poemas del mundo hispanoamericano durante el periodo virreinal, surgieron del pulso de una musa monja, alcanzando una dimensión universal. ¿Más allá de su incuestionable talento, habrá resentido el encierro físico? Indudablemente, sí. En "La Respuesta a Sor Filotea" escribe:

¿Por qué no he de ir a verte cuando todos te visitan?

¿Soy ave nocturna para no poder andar de día?

Si porque estoy encerrada

me tienes por impedida, para estos impedimentos,

tiene el afecto limas

El ave nocturna es el mito de sapiencia: es el “mochuelo” de Palas Atenea; es el ave libertaria que puede sobrevolar las paredes del convento. También paradójicamente es la que puede observar a una sociedad que sólo en apariencia era libre, que en realidad vivía enclaustrada por el dogma, por el poco apego hacia el conocimiento.

Del sincretismo universal jesuita, de la idea de que los pueblos originarios eran propensos a la fe cristiana; de desentrañar las raíces de esa fe, surgió en el siglo XVIII la primera gran ideología del mundo hispanoamericano: "El nacionalismo criollo". Todo se tornó en grandeza y en identidad con el pasado: "Texcoco en la Atenas de América" y "Quetzalcóatl en Santo Tomás", el evangelizador de estas tierras. Años más tarde "La Virgen de Guadalupe", identificada con "La Tonantzin", la madre venerada de los mexicas, fue la imagen del pendón libertario.

La emancipación tenía que encontrar un símbolo, un escudo identitario y se recurrió al mito fundacional de Tenochtitlán. Cuando una tribu nómada: la azteca se hizo sedentaria y forjó una civilización: la mexica. El águila resurgió para nutrir el orgullo de una nueva nación, el pasado enaltecía una causa y se retomó un profundo simbolismo: "somos hijos del Sol". Así surgió una nueva nación, un nuevo Estado: México.

Después de más de doscientos años de independencia, el país parece agobiado por la desigualdad y la pobreza. El altiplano ya no es la "Región más transparente", tal como lo describió Alfonso Reyes. Una especie de caos ha hecho palidecer a la gran Ciudad de México hasta empobrecer muchos espacios trascendentes de lo que fue el paisaje urbano.

Camino por Chapultepec y la presencia, el vuelo y el canto de las aves me hacen concebir que aún hay esperanzas de hacer resurgir el sueño de nuestra inmortalidad. De hacer que renazca el espíritu profundo de nuestra raza, cuya esencia se encuentra en las reflexiones de nuestros grandes poetas.

Las aves simbolizan esfuerzo, ciclos de vida, movimiento y origen. Seguirán siendo un símbolo de esperanza y libertad; también de sabiduría y de contemplación estética. México aún con sus rasgaduras - con heridas que parecen no sanar - no debe dejar de inventarse y volver a inventarse; pero la ruta original, la que ha forjado nuestra evolución no puede cambiar: la luz debe seguir devorando a la oscuridad.

Sí, las aves seguirán siendo poesía en libertad