(Estadístico tomado de la columna Dinero de Enrique Galván Ochoa publicado en La Jornada)

Al inicio de la presente semana recibí una llamada telefónica del dueño y director de SDPnoticias.com, y curiosamente tocamos un tema relacionado con el pago que se le brinda a una persona por haber desempeñado un servicio y/o desempeñado alguna actividad productiva o no productiva.

En la conversación telefónica fue muy similar el argumento de don @FedericoArreola a lo que escribió en su columna: “El salario mínimo de @ManceraMiguelMX mala idea que puede hacerlo presidente”, en el que hace la analogía del nivel de salario que recibe el jugador merengue Cristiano Ronaldo, comparado con el tipo de ingreso que pueda tener un gerente o ejecutivo de una importante o mediana empresa. Ante esta comparación, es desatinado pretender contrastar si los millones de dólares que le paga el club Real Madrid al futbolista Cristiano Ronaldo, son justos e injustos, comparado con un empleado del mismo club o con cualquier persona que desempeñe una actividad sea esta productiva o no productiva.

Aquí hago un paréntesis antes de seguir con el intercambio de opiniones con una premisa que se estableció en el modelo de producción Toyota. En la filosofía de la empresa nipona, se desarrolló una metodología para la búsqueda de los mayores desperdicios que impiden a una empresa sea productiva, los cuales originan costos onerosos en sus operaciones, y por consiguiente, poco competitivas. En esa búsqueda de erradicar los mayores desperdicios –tareas improductivas- se encontró que había tareas, procesos, actividades y decisiones que no agregaban “valor” para la empresa; pero para no dejar ambigüedades con la palabra “valor”, se clarificó que todo proceso, actividad, tarea o decisión debería tener un valor real, siempre y cuando el cliente final estuviera dispuesto a pagar por dicho producto o servicio. Es decir, si el producto final le genera un beneficio tangible e intangible al cliente, entonces todo el trabajo tuvo un sentido de valor por haber realizado una tarea, proceso, actividad o decisión.

Partiendo de ésta premisa, ¿cuál es el valor social tangible e intangible que pueda brindar Cristiano Ronaldo al desempeñar una actividad futbolística y que por ella se tenga que pagar una millonada subsidiada por miles de espectadores? Dice don @FedericoArreola en su columna sobre el citado futbolista:

“Aunque no sea justo que gane más que casi todos los seres humanos, no tengo la menor duda de que Cristiano Ronaldo representa una muy buena inversión para el Real Madrid. Es un deportista excepcional con seguidores en todo el mundo que, con su sola presencia, genera elevados ingresos a la empresa que lo ha contratado. Lo que él hace muy pocos lo pueden hacer”.

Insisto nuevamente, y separo la habilidad indiscutible que tiene Cristiano Ronaldo para manipular el bolón con los pies. Lejos de su espectacular manera de hacer goles y manejarse con destreza en la cancha, socialmente no aporta ningún valor, entonces lo vemos “justo” o “no justo”, y otra vez entramos en terrenos ambiguos, pues la justicia es una percepción desde la posición del agraviado o del beneficiado, por lo tanto, lo que es justo para uno, puede ser injusto para muchos otros. Por consiguiente el salario de un deportista está sobrevaluado conforme al valor tangible e intangible que pueda ofrecer a los aficionados del futbol. Además, con un poco de disciplina y una chispa de suerte cualquier individuo con una maquinaria a su alrededor de marketing puede llegar a brillar en este planeta. ¿Que no?, vean a Peña Nieto el reformador histórico.

Que no se mal interprete, el métrico salarial –eso de llamar salario mínimo es ya una limitante– no debe ser un acto de mérito o no, y nuevamente cito al dueño de SDPnoticias.com:

“Tristemente, también merecen los 14 mil pesos al mes que reciben los mexicanos con estudios universitarios que, por la razón que sea –normalmente por falta de oportunidades–, no dan para más. Si no son capaces de aportar nada especial a las empresas, ¿por qué van a ganar más? Sería justo que todo el mundo incrementara su salario. Pero en economía la justicia no existe”.

Nuevamente don @FedericoArreola se limita a ver una parte del problema, si bien dice que por qué debe ganar una persona más de lo que recibe, si no aporta un valor extra a la empresa. Aunque un joven o adulto profesionista aporte un valor extra para una empresa, ese esfuerzo adicional no es directamente proporcional a una mejoría salarial. Y con esto me viene a la memoria dos de “Los 14 puntos de Deming”:

10. Eliminar eslóganes, exhortaciones y metas pidiendo cero defectos o nuevos niveles de productividad. Estas exhortaciones solo crean relaciones de rivalidad, la principal causa de la baja calidad y la baja productividad reside en el sistema y este va más allá del poder de la fuerza de trabajo.

11. Eliminar cuotas numéricas y la gestión por objetivos.

Con el punto 11, queda demostrado –y vivencialmente en mi paso por la industria– que el pagar o premiar a la gente con más dinero, o incrementar su salario, no termina en un valor para la empresa, por lo que resulta poco productivo y benéfico para las organizaciones.

Entonces viene el dilema de pagar o no pagar, de recompensar o no recompensar, de si es justo o no es justo, si es bueno para la economía o es malo, o si se lo merecen o no se lo merecen.

Parece que los economistas –y los que no lo somos- antes de ser sesudos profesionistas y amantes seguidores de la técnica y conocimiento que nos brinda el estudio, debemos de reconocer que somos seres humanos con necesidades básicas de supervivencia, las mismas que olvidamos cuando por codicia de la abundancia nos cegamos a buscar un equilibrio en nuestro sistemas económicos, sociales, políticos, culturales y de cualquier ámbito. Cuando perdemos de vista nuestra esencia por la avaricia rapaz, estamos orillando al otro extremo en la búsqueda del Robin Hood que venga a quitarles lo mucho o poco que los demás no alcanzaron por falta de “oportunidades”.

Hasta cuándo vamos a dejar los dogmas mal enfocados de Adam Smith y los fanatismos recalcitrantes de Milton Friedman por la mano invisible del mercado y la desregulación absoluta de los sistemas económicos. No nos hagamos tontos nosotros mismos, que bien sabemos que la filosofía del “libre mercado” de Adam Smith fue un mecanismo para que la corona inglesa y su burguesía pudieran extender su hegemonía e imperialismo de manera menos costosa al emprender las invasiones a otros países mediante las armas y las guerras.

El Apunte

Mientras el fanático de Milton Friendman, Agustín Carstens, argumenta que incrementar la base del salario mínimo llevaría a un efecto inflacionario, se olvida bestialmente que el incremento a las gasolinas no sólo ha generado una inflación, sino que además ha minimizado el poder adquisitivo de los mexicanos, ya sean proletariados, los acomplejados de las clases medias o burgueses.