La economía es un asunto muy complicado. ¿Por qué Cristiano Ronaldo gana 17 millones de euros anuales? Porque los vale. ¿Por qué en la empresa en la que él trabaja, el Real Madrid, hay personas que reciben 23 mil euros al año, que es el salario promedio en España? Porque eso valen. Cristiano Ronaldo obtiene alrededor de 800 veces lo que recibe el trabajador que menos gana en la empresa llamada Real Madrid. ¿Es justo? Desde luego que no. Simplemente es la triste realidad.
¿Cuánto ganan los ejecutivos más importantes de los grandes grupos empresariales, nacionales o extranjeros, que operan en México? Unos 20 millones de pesos al año, y quizá me estoy quedando corto. ¿Cuánto ganan los peor pagados en tales empresas? Bien poquito. Digo, si en nuestro país el salario promedio de una persona con educación superior es de 14 mil pesos al mes, es decir 168 mil pesos anuales, imaginemos lo que reciben los de más abajo. Un ejecutivo, entonces, fácilmente recibe más de 100 veces lo que se le paga al promedio de los empleados que terminaron la universidad.
Aunque no sea justo que gane más que casi todos los seres humanos, no tengo la menor duda de que Cristiano Ronaldo representa una muy buena inversión para el Real Madrid. Es un deportista excepcional con seguidores en todo el mundo que, con su sola presencia, genera elevados ingresos a la empresa que lo ha contratado. Lo que él hace muy pocos lo pueden hacer.
Nos guste o no, los ejecutivos mexicanos que ganan 20 millones de pesos al año también son buenas inversiones para las empresas que los contratan. No son conocidos ni tienen seguidores ni la gente los detiene para pedirles una foto o un autógrafo, pero resultan fundamentales como coordinadores de los equipos de trabajo que llevan a las empresas enormes a funcionar más o menos eficientemente. No es sencillo mantener operando a una organización de gran tamaño, claro que no. Se necesita de líderes muy dedicados, ordenados y preparados.
Tristemente, también merecen los 14 mil pesos al mes que reciben los mexicanos con estudios universitarios que, por la razón que sea –normalmente por falta de oportunidades–, no dan para más. Si no son capaces de aportar nada especial a las empresas, ¿por qué van a ganar más? Sería justo que todo el mundo incrementara su salario. Pero en economía la justicia no existe.
En Suiza los jóvenes socialistas buscaron establecer un salario máximo. La idea era que, en una empresa, el que más gane solo pueda recibir un salario 12 veces superior al que menos dinero reciba. Era una tontería económica y la gente rechazó la propuesta. Pero me parece más atractiva, y original, que la del salario mínimo. Mancera debería considerarla para sus campañas de remozamiento de imagen.
Creo que Miguel Ángel Mancera es un hombre bueno al que le duele la pobreza de la gente. Por eso, insiste en elevar el salario mínimo. Sabe que perderá el debate, pero considera que moralmente está obligado a dar la batalla, y ha decidido seguir adelante con su propuesta. También lo hace porque algún beneficio político obtendrá cuando quede claro que él sí quería elevar los salarios, pero fueron otros –del sector privado y del gobierno federal– los que lo impidieron.
Por más réditos políticos que Mancera obtenga de su cruzada por elevar el salario mínimo, lo cierto es que en los círculos que mejor entienden la economía el jefe de gobierno del Distrito Federal está perdiendo, y por goliza, el debate. El jefe del SAT, Aristóteles Núñez, que en pocas discusiones se mete, le dio duro a Mancera cuando dijo que aumentar el salario mínimo por decreto, sin incrementos en la productividad, es una “dinámica perversa”. El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, le recordó a Mancera que si su proyecto se concretara aumentaría la inflación. Por su parte, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, pidió un debate “serio” sobre el salario mínimo, lo que significa que los planteamientos de Mancera, tal como han sido planteados hasta ahora, carecen de seriedad.
No creo que vaya a entusiasmar a demasiada gente experta en economía el debate que promueve Mancera sobre el salario mínimo. Pero me preocupa que vayan a prender de más, entre las personas con menores concomimientos sobre la materia, las tesis del jefe de gobierno del Distrito Federal. Creo que Mancera no es populista, pero me parece una mala noticia que él pueda estar pavimentando su camino a la Presidencia de la República con populismo. Si piensa que después, ya en Los Pinos, podrá volver a la racionalidad económica, se equivoca: los ciudadanos a los que está convenciendo el “humanismo” de sus tesis no le permitirán dar marcha atrás, sino que lo obligarán a ir más adelante, en la ruta de Podemos, de España, o del famoso Thomas Piketty que propone como fórmula para acabar con la desigualdad un impuesto de 80% a los que más ganan.
Mancera está probando que no solo es un chico muy listo y estudioso, sino también que posee una enorme capacidad de manipular a las masas. De la nada se sacó su idea de debatir el salario mínimo, y en eso estamos todos. ¿Que es justo aumentarlo? Pues sí. Pero no se puede. No en un país tan poblado, no con tanta gente que no sabe hacer nada
Hay al menos dos Méxicos. En uno de ellos, el más productivo, que es el que mueve al sistema, nadie gana el salario mínimo porque nadie aceptaría trabajar por tan poco dinero. En el otro México, el excluido del desarrollo, las personas aceptan ocuparse en lo que sea a cambio de lo que sea. Aumentar por decreto el salario mínimo no va a provocar que ninguna persona gane más. Lo único que va a pasar es que se van a complicar las negociaciones salariales, que es algo que el sistema no necesita.
En México la discusión sobre el salario mínimo se había superada hace ya muchos años. La disputa, en la teoría pero sobre todo en la práctica, la ganaron los que consideran dañina la decisión de aumentar por aumentar el salario mínimo. ¿Por qué renació el tema? Porque Mancera necesitaba renacer. Sin duda, el jefe de gobierno ha rebasado, ¡y por la izquierda!, al propio López Obrador. El señor Mancera debe estar bien contento. El problema es que puso en marcha una locomotora que después de cierta velocidad no tiene freno. ¿Ahí va a dejar Miguel Ángel Mancera la cosa? Si no se detiene pronto, será arrastrado por sus seguidores a exigir, además de salarios mínimos, también salarios máximos y aumentos brutales de impuestos porque, si a justicia vamos, lo justo es quitarles mucho a los que más ganan; digo, para distribuirlo entre los que menos tienen. Algo así hacía Robin Hood, ¿no?
Creo que, si de lo que se trata es de movilizar con fines políticos a la gente que gana poco dinero, tendría más sentido proponer un salario máximo. Hacer campaña empresa por empresa. Por ejemplo, con militantes bien organizados preguntar a los dependientes de las tiendas de Walmart, que ganan entre 4 y 5 mil pesos al mes, si les parece justo que el director general de esa compañía en México, se lleve mensualmente un millón de pesos. ¿Es correcto que el directivo gane 200 veces más que los trabajadores? Creo que, en términos de lógica empresarial, sí lo es. Pero me parece que pueden ofender a la gente, y además movilizarla, tales diferencias salariales.
En fin, el tema es interesante. El director general de Pemex, Emilio Lozoya Austin, gana 150 mil pesos al mes. El salario más bajo en la paraestatal petrolera debe ser de 10 mil pesos mensuales. El que más gana, entonces, recibe 15 veces más dinero que el que menos gana. Es decir, eso está muy cerca de lo planteado como ideal por los jóvenes socialistas suizos.
Pero, ideal o no, el hecho es la ineficacia de Pemex.
Cuando lleguen a México a competir las grandes compañías petroleras extranjeras vamos a observar varios fenómenos curiosos que provocarán, seguramente, protestas. El director general de, digamos, Shell México ganará unas 10 veces más de lo que ahora se le paga al director general de Pemex. ¿Emilio Lozoya aceptará seguir en Pemex con un salario tan bajo? Si lo hace significa que no es el administrador de altos vuelos que una petrolera necesita, sino un político que ha pensado usar su cargo para brincar a otro puesto político. Además, Shell podrá contratar obreros con salarios mucho más bajos y con menos prestaciones que en Pemex. O sea, Pemex a los trabajadores de la base, que son la mayoría y desde luego representan la proporción más alta de la nómina, les seguirá pagando salarios “elevados”, mientras que sus competidores tendrán menores costos salariales. Shell y las otras petroleras, pagando menores salarios que Pemex, encontrarán que sobrará gente valiosa en México dispuesta a trabajar con ellos. Y, hay que subrayarlo, Shell podrá contratar técnicos altamente calificados, que son la minoría en la nómina, pagando mucho más de lo que paga Pemex. Casi seguramente Shell le quitará a Pemex a su personal más especializado por la simple razón de que pagará mejores salarios.
Para competir, Pemex tendrá que convertirse en una empresa mucho más “desigual” de lo que ahora es. Tendrá que contratar un director que no sea político, al que deberá que pagar 10 veces más de lo que ahora gana Lozoya. Deberá asimismo, para mantenerse en competencia, reducir los salarios y prestaciones de los trabajadores de abajo, que son la mayoría. Y deberá elevar los salarios y los premios de los trabajadores más valiosos, los técnicos muy especializados que son la minoría.
Mancera no va a dejar de insistir en aumentar el salario mínimo. En una de esas, lo aumenta en el DF. No tiene razón, pero si se sale con la suya llegará con ventaja a las presidenciales de 2018, que en el fondo es el proyecto.