Voy a suponer que sí fue con la mano el pase —¿se le quede llamar así, pase?— de Robert Lewandowski a su compañero (del Bayern de Múnich) Benjamin Pavard, quien se lució con un gol facilito que acabó con los Tigres.

Realmente me alegró tal anotación, que dejó a los Tigres sin el campeonato del Mundial de Clubes.

Vi el juego con mi hijo —he visto con él, desde que era un niño, cientos de partidos de Tigres y Rayados—. Fede siempre se pone feliz cuando le va mal a los Rayados, y el de la felicidad soy yo cuando son los Tigres los que tropiezan.

¿Por qué le vamos a equipos distintos? No tengo la menor idea. Sin duda fracasé en mi intento de convertirlo en hincha de los Rayados del Monterrey. Me faltó tecnología para el adoctrinamiento.

No hacen daño tales rivalidades basadas en el fanatismo deportivo, si se controlan —a veces no resulta tan sencillo hacerlo—, pero inclusive si no se controlan, no pasan de broncas más o menos serias entre grupos relativamente pequeños de fanáticos en los estadios o en las cantinas con grandes televisores.

Si el problema crece por el apasionamiento de hinchadas decididas a actuar con vandalismo, los gobiernos, si se lo proponen, resuelven las cosas impidiendo la entrada de algunos gamberros a los estadios, arrestando a otros o bien multando a los equipos que no ponen orden en sus tribunas.

El fanatismo político es otra cosa: provoca crisis terribles en cualquier sociedad, aun en las que tienen los mejores sistemas de protección de sus ciudadanos, como la estadounidense.

Sacudieron al mundo los recientes hechos en el Capitolio ubicado en Washington, donde fanáticos de Donald Trump intentaron por la fuerza impedir que se oficializara el cargo de Joe Biden como presidente de Estados Unidos.

No sabemos todavía qué consecuencias tendrá en el largo plazo la división de ese poderoso país en dos grupos fuertemente enfrentados y motivados por el fanatismo.

Querido Andrés Manuel:

En México estamos así de divididos o tal vez más. Son dos los grupos que no se pueden ver y se atacan bastante entre sí —por el momento solo verbalmente, pero el odio crece cada día—.

Uno de tales grupos lo integramos quienes estamos contigo —sin fanatismo me incluyo en tu equipo, como desde hace tantos años— y el otro grupo es de los que están contra ti.

Presidente López Obrador, tú no causaste esa división tan terrible. Fueron ellos los que generaron el enorme conflicto que nos tiene en serios problemas a los mexicanos y las mexicanas: empresarios enriquecidos de más, como Claudio X. González; panistas sin ética que traicionaron la democracia, como Vicente Fox y Felipe Calderón; priistas sin duda mafiosos, como Carlos Salinas y Roberto Madrazo; sindicalistas sin escrúpulos que actualmente hasta se te acercan, como Elba Esther Gordillo, e intelectuales incomprensiblemente irresponsables, como Héctor Aguilar Camín.

La culpa de la división social en México no la tienes tú, Andrés Manuel. Pero eres tú quien deberá eliminarla. Ni hablar, como presidente de México debe ser tu principal misión.

Deberás empezar, querido presidente, por obligar a quienes dirigen el sector salud a que ya no nos digan —sobre todo, que no te digan a ti— tantas mentiras.

Ayer dijo el subsecretario López-Gatell que no hay ninguna razón para pensar que la utilización de 2 tipos de vacunas para el coronavirus represente una desventaja. Es decir, descartó que sea dañino combinar vacunas contra covid-19 —primera dosis de una marca, segunda dosis de otra marca distinta—.

Consultamos en SDP Noticias a gente experta en el tema y se nos asegura que no hay estudios concluidos que avalen lo expresado por el epidemiólogo. Se han iniciado algunos, pero todavía durarán un año antes de dar resultados confiables, esto es, basados en evidencia científica.

Si Gatell tiene otros estudios debería mostrarlos para que podamos pedir que los analicen especialistas sin compromiso político.

No lo hará porque, así lo creo, el doctor López-Gatell miente. ¿No deberías, Andrés Manuel, al menos auditar su trabajo contratando a expertos independientes? El asunto es muy delicado para dejarlo en manos de una sola persona.

Porque lo más grave es que, ¡carajo!, solo porque lo dijo Gatell —es decir, alguien que te representa, presidente López Obrador— tendrá apoyo de la mitad de la población una posible atrocidad como la aplicación en una misma persona de dos vacunas diferentes.

Cuando supe que el gol del Bayern de Múnich que derrotó a los Tigres fue con la mano, no disminuyó mi felicidad por la desgracia del odiado equipo. Y no pasó más: mi hijo simple y sencillamente se enojó conmigo y cambió de tema, yo me olvidé del asunto y nos pusimos a comer en su casa.

En términos de ética deportiva hice mal, lo sé, pero en familia y solo para sazonar un espectáculo de TV tales rivalidades absurdas hasta son divertidas. Insisto, si se controlan.

Pero si una atrocidad futbolera frente al televisor puede ser inocua, defender algo tan delicado como una vacunación a dos marcas sin evidencia científica —de la que ha hablado Gatell— puede conducir a algo realmente terrible en términos sociales.

Sugiero, presidente, que audites a Gatell. El tipo, así me lo parece, en ocasiones no dice la verdad acerca de situaciones extremadamente complejas.

Desde luego, si se demuestra que López-Gatell ha dicho la verdad en lo relacionado con la aplicación de dos vacunas distintas, me disculparé. No tengas la menor duda, presidente AMLO.