Sería terrible que la mayoría tratara de imponer sus criterios a la minoría. Afortunadamente, no es lo que intentan el presidente López Obrador y la gente que votó por Morena hace ya más de un año. No han inventado ningún tipo de pacto nacional —como se hacía en el pasado— para que todas las fuerzas políticas apoyen el mismo proyecto de gobierno. Ni harán nada como eso.
En el México actual el gobierno ejerce el poder legítimo, constitucional que tiene simplemente amparado en el respaldo que le ofrecen las personas que en libertad creen en su proyecto —a Andrés Manuel lo aprueban alrededor del 70% de los mexicanos, según las encuestas serias— y eso es suficiente: nadie en la 4T aspira a convencer con autoritarismo a quienes piensan distinto.
Los que no están de acuerdo se expresan, manifiestan sus inconformidad y salen a la calle cuando quieren. Nadie les molesta. Son la minoría, pero buscan crecer en número para ganar elecciones. Se les desea suerte.
No hay unanimidad en nuestro país y nadie la busca. No opinamos ni pensamos de la misma manera. Qué bueno, así debe ser en una sociedad abierta.
Ha muerto entre nosotros la tentación de la unanimidad que caracterizó a gobiernos priistas y panistas y que buscaron de dos maneras: (i) comprando conciencias en los medios y en el debate parlamentario, y (ii) de plano persiguiendo opositores.
Ayer en el Zócalo estuvimos decenas de miles de personas —la mayoría— en el evento de Andrés Manuel por su primer año de gobierno.
Muy cerca de ahí, en el Paseo de la Reforma, marchó contra AMLO bastante menos gente —esta es una verdad numérica, no un juicio de valor para minimizar a nadie.
No hubo ni un solo vidrio roto. Cada quien dijo lo que quiso. Entre las multitudes se podía caminar con tranquilidad. Casi el 50% de la población, según la encuesta semanal AMLOVEmetrics, estuvo al pendiente del mensaje del presidente de México. En domingo, eso es mucho. La mayoría calificó positivamente sus palabras.
Aunque tuvo menos audiencia, supongo que la mayoría de la minoría que protestó contra Andrés Manuel también estuvo de acuerdo con los oradores que escuchó.
Mucho tendrá que trabajar, si quiere convertirse en mayoría, la respetable minoría que participó en la marcha contra el presidente de México.
Esa minoría, integrada especialmente por seguidores de Felipe Calderón, ya tuvo su oportunidad de gobernar y la desperdició. Ocurrió así porque —sería intelectualmente honesto si lo admitieran— no fue el voto de la mayoría el que les llevó al poder, sino el fraude electoral.
La minoría que hoy protesta ya gobernó, pero sin legitimidad. Tendrán nuevas oportunidades de ganar elecciones; ojalá lo hagan limpiamente, algo que en 2006 no lograron.
Era tan ilegítimo Calderón cuando empezó su sexenio que, en un intento desesperado de limpiar su imagen, metió a México en la perdida guerra contra el narco que sigue ensangrentando a no pocos de nuestras comunidades.
Ojalá algún día esa minoría se disculpe con el pueblo mexicano.