En la elección de 2012, Ciro Gómez Leyva tuvo el valor de admitir que los resultados de la encuesta que patrocinaba Grupo Milenio habían estado lejos de los resultados de la elección presidencial (https://youtu.be/eWV-g7RHRUA). Pocos protagonistas de los espacios de noticias tienen esa congruencia para admitir un error, que no dependía directamente de él, sino de la empresa encuestadora GEA-ISA que durante 100 días fue acumulando dicho error sistemáticamente.
En la elección de ayer, no solo las encuestas previas comenzaron a derrumbarse, sin importar el nombre, la marca o el patrocinador; sino también las encuestas de salida. Sí, leyó bien, las encuestas hechas el mismo día de la elección a las afueras de las casillas, elegidas con una metodología estadística erraron casi tanto como las encuestas previas. Al punto que a las 10 de la noche aún no se sabía quién había ganado en la mitad de los estados y los números con los que se contaba hasta el momento eran contradictorios en muchos casos.
Tal vez lo más lamentable es la falta de responsabilidad de los directores de las empresas encuestadoras, que por un lado salen en los medios de comunicación opinando con la seguridad que dan sus resultados, pero que se lavan las manos diciendo que se pueden equivocar, que depende de la metodología, del fervor social o del humor del encuestado.
El problema aquí es que las encuestas se basan en una metodología que cada casa encuestadora cree conveniente y en modelos estadísticos. Por lo tanto, pueden calcular o aproximar el rango de error y basados en esto podrían decir frases como “nuestra encuesta puede estar totalmente equivocada”, “el rango de error es tan amplio que da lo mismo ver mi encuesta que echarse un volado”, “señor candidato, le informo que aún con la encuesta de salida con cinco puntos a su favor el resultado final puede ser que gane su contrincante por esos mismos cinco puntos” o “estimado televidente, la validez de mis opiniones que expongo aquí son basadas en las encuestas, pero estas encuestas pueden estar tan alejadas de la realidad que podría ser completamente falso todo lo que digo”.
Al menos, el día de ayer Francisco Abundis, director de Parametría, admitía en Milenio TV que incluso con las encuestas de salida MORENA podría tener un porcentaje más alto de lo que éstas mostraban, debido a la experiencia de la elección pasada. Creo que ése es un signo de prudencia que todas las casas encuestadoras deberían tener y no hacer lo que han hecho anteriormente: bromear sobre los errores cometidos como si no notaran que dichos errores inciden directamente en muchos de los votantes, y luego, inciden en los resultados electorales del país.
Pero la culpa no es de la casa encuestadora sino de los ciudadanos que le damos credibilidad. Vale la pena hacer un análisis sobre qué empresas son las más confiables y de esta forma descartar por completo a aquéllas que sabemos que tendrán enormes márgenes de error.
Para terminar este comentario, ayer en una mesa de análisis Juan Ignacio Zavala se burlaba de que el PRI arrasó en Hidalgo y comparando este resultado con los regímenes autoritarios. ¿Es eso lo que cree Juan Ignacio sobre Hidalgo? ¿Considera que los hidalguenses no son lo suficientemente listos y por eso votan por el PRI? ¿La democracia sólo es válida cuando el PRI no gana con una amplia mayoría? Pero eso no es lo más sorprendente, sino lo contradictorio de su comentario, cuando las cifras en la Ciudad de México daban como primer lugar a MORENA y AMLO decía que le habían ganado al PRD por 80 mil votos, Juan Ignacio argumentó que MORENA, aunque había ganado, no había arrasado como se esperaba. Mi pregunta es: ¿si un partido gana con un resultado arrollador hay que quitarle credibilidad burlándonos de ese partido? Pero, si un partido no gana con los suficientes votos ¿hay que decir que no es un claro vencedor de la contienda?
Dr. Eliseo Sarmiento. Profesor investigador de la ESFM-IPN y de la Facultad de Ciencias Actuariales de la Universidad Anáhuac.