El Homo videns de Sartori se prefigura como una profecía del fin del mundo. El fin de una civilización que ha crecido a partir de procesos complejos de lectura, comprensión, reflexión y análisis y el arribo inevitable de una nueva generación que aprende y opina a través de imágenes y contenidos multimedia, cuyos procesos de abstracción y estudio quedan reducidos a un simple Like o a un RT.

El internet, al igual que la televisión,  en los términos en los que la plantea Giovanni Sartori, constituye no sólo un instrumento de comunicación, sino que también es Paideía, es decir, un instrumento antropogenético, un médium que genera un nuevo anthropos, un nuevo tipo de ser humano.  

Sin lugar a dudas, las herramientas y aplicaciones tecnológicas de comunicación transformaron la manera de interactuar, de convivir, de participar y de organizar la acción colectiva. Las reuniones de trabajo, las juntas vecinales, las charlas y reuniones con amigos e incluso las protestas políticas y sociales han migrado al WhatsApp, al Facebook, Twitter y a YouTube.

La influencia de las Redes Sociales (RRSS) y su aplicación, marcaron diferencia en la revolución silenciada de Islandia, la primavera Árabe, el 15M de España y el OCCUPY en Wall Street, dejando claro que, estas nuevas herramientas han reconfigurado los esquemas de organización tradicional y han empoderado al ciudadano desde la trinchera de su Smartphone.

Pero el ciberespacio, como esfera ideal de comunicación y de organización, no constituye únicamente una herramienta de información. El enorme poder de manipulación a través de contenido político-viral de las RRSS junto con el blindaje del anonimato,  convierten al internet en el lugar idóneo para la mentira, la descalificación, la difamación y el engaño.

México no es la excepción. A diferencia de las WikiRevolution o TwitRevolution, en nuestro país el fenómeno de la participación política en las RRSS se reduce a una guerra de bots con una gran habilidad para generar memes, fakes y notifakes que sólo satirizan, confunden, engañan y manipulan a la opinión pública, jugando más del lado de la desinformación, de la especulación, del chisme y la denostación, que del lado de la información y la opinión objetiva, analítica, crítica y propositiva.

En este sentido, la guerra electoral 2.0 al estilo mexicano se caracteriza más por ser un montón  de tonterías vacías y sin sentido. Tomar un video mientras arrojan jitomates o pañales y viralizarlo en las RRSS, establecen la expresión antisistema más elaborada y más aplaudida como la vía para dar solución a los grandes problemas nacionales.

Para algunos es más rentable decir que todo es culpa de la mafia del poder que dar una explicación teórico-científica de la praxis política, económica y social. El peligro consiste en que estas locuras se llegan a convertir en verdades absolutas que polarizan a la sociedad y en el peor de los escenarios se corre el riesgo de que en un día no muy lejano, estos bufones desplacen y sustituyan a los verdaderos analistas políticos y a los políticos profesionales, llegando incluso a ocupar espacios en la esfera de la toma de decisiones, producto más de su fama por sus mentiras y locuras mediáticas que de su formación, trayectoria y análisis político.

Si bien es cierto que, en términos de comunicación política, el gran reto de la estrategia con miras a la contienda electoral 2018 es traducir los Likes y los RT en votos, también hay que decir que es igual o más importante convertir el ciberespacio en un lugar que tenga un mínimo de seriedad en la crítica y el análisis de la cosa pública.

Generar contenidos de calidad e información verídica y funcional más que un montón de basura y contenido viral, es algo prioritario; no sólo por sanidad del sistema político y del sistema de partidos sino también, por la  manera en la que impactan estos nuevos instrumentos tecnológicos en la formación de una nueva cultura ciudadana.

Así las cosas, el Homo videns de Sartori se prefigura como una profecía del fin del mundo. El fin de una civilización que ha crecido a partir de procesos complejos de lectura, comprensión, reflexión y análisis y el arribo inevitable de una nueva generación que aprende y opina a través de imágenes y contenidos multimedia, cuyos procesos de abstracción y estudio quedan reducidos a un simple Like o a un RT.