El Coronavirus y la ruptura de Rusia y Arabia Saudita con la OPEP han puesto de cabeza a los mercados internacionales, han provocado el cierre de emergencia de Wall Street para evitar daños irreparables por ventas de pánico, y han causado la depreciación del peso mexicano (y de muchas monedas en el mundo). Esto volverá las exportaciones de los países que las tengan, como México, más competitivas y pueden estimular el crecimiento, paradójicamente, de la economía. Pero no todo es miel sobre hojuelas y si las cosas se complican en el mundo, nuestro país no podrá evitar los daños.

Trataré de ser lo más objetivo y realista en este artículo para dar una posible explicación de lo que está sucediendo y lo que podemos esperar a largo plazo. Esto puede redundar en apuntes que algunos considerarán optimistas, y en medio del pánico generalizado pueden pasar por ingenuos o chayoteros. Nada de eso; el pesimismo, consistente en ver las cosas peor de lo que son, también es falta de realismo, y de la peor clase, porque genera consecuencias negativas reales para quien lo profesa y difunde.

A ver si me puedo explicar en pocas palabras: uno de los factores determinantes en las relaciones de poder de la comunidad internacional siempre ha sido la producción y el precio del petróleo. Eso ha hecho que los países de Medio Oriente se vuelvan un objetivo estratégico para los Estados Unidos desde hace muchas décadas, e incluso ha llevado a la caricaturización de los móviles de política exterior, pues siempre se trata de que “lo que buscan los gringos es quedarse con nuestro petróleo” o con el de quien sea.

Sin embargo, durante los pasados 12 años, quizás un poco más, los Estados Unidos han transitado por un proceso de explotación agresiva de sus propios yacimientos energéticos a través de nuevas técnicas de extracción y exploración (fracking, aguas profundas, etc.). Esto lo ha vuelto autosuficiente e incluso exportador de petróleo, una ventaja competitiva (la única, quizás) que tiene sobre China e India, quienes dependen de manera profunda de hidrocarburos importados para mantener su productividad. Así, el precio y la oferta petrolera se vuelve un tema complejo de incentivos contradictorios para todos los jugadores. Si EU ya no es un cliente sino un competidor, los países de la OPEP y Rusia se ven obligados a mantener los precios altos mediante una reducción artificial de su producción, pero a costa, finalmente, de dejar de percibir ingresos en lo inmediato y reducir, también por acuerdo, su participación en el mercado energético. No es sencillo.

El coronavirus introdujo una nueva variable a la ecuación: la parálisis de la industria en China redujo la demanda de petróleo a niveles muy por debajo de lo esperado. Así, la baja del precio del petróleo tiene como causa tanto la decisión de Arabia y Rusia de producir más, y vender más barato, como la de la baja de demanda provocada por la parálisis temporal de China y la India. A petróleo más barato, se generan bajas en las ganancias de las compañías petroleras y en los países que dependen de estas (en alguna medida, México y PEMEX).

Pero la otra arista del problema es la interrupción de las cadenas globales de suministro, puesto que todo el mundo se volvió dependiente de China e India para satisfacer la demanda doméstica de medicamentos y otros insumos básicos. De un plumazo, la India decidió dejar al mundo sin paracetamol y penicilina. Porque la cuarentena. Recordemos que parte del modelo de abatimiento de costos neoliberal es carecer de inventarios, y por ende, de reservas propias. La globalización nunca fue tal. Más bien ocurrió una Asianización, por la voracidad de los grandes capitales de todo el mundo y la capacidad de los países asiáticos de producir barato a costa de violar diversos derechos humanos de todos los perjudicados, que son varios. La dependencia de dos países es contradictorio con la lógica de inversión más básica; debes diversificar tu producción, tu mercado y tu capital, para evitar que una contingencia te haga perderlo todo. No se hizo. Espero, por el bien del mundo, que los capitales del mundo busquen la manera de equilibrar las cadenas de producción y suministro para evitar desastres globales. No contaría con ello. Nadie tiene peor memoria que los “mercados” y sus heraldos. Habrá que seguir hablando del tema.