No dejes que nadie te diga nunca que eres menos. No eres menos, nada más eres diferente. Sabina Berman.

 

En “La mujer que buceó dentro del corazón del mundo”, de Berman, hay una protagonista singular: Karen es una chica con autismo. En el texto se nos revelan los avatares que una existencia tan compleja implican y aprendemos cómo una persona con un grado de autismo puede disfrutar de la vida al asumir una perspectiva única y casi liberadora.

Hace unos meses supe de algo llamado “cuotas de inclusión” en escuelas privadas en la Ciudad de México y, seguramente, se tiene en otras escuelas. Les explico, estas “cuotas” sirven para aparentar que son instituciones educativas abiertas cuando en realidad son actos de discriminación activa.

Con el argumento de mantener el “nivel académico” de la institución y a su vez intentar cumplir con las exigencias relacionadas a la educación inclusiva, escuelas privadas han adoptado con mayor frecuencia la práctica de controlar su matrícula a través de “cuotas de inclusión”, que consisten en limitar el ingreso a uno o dos niños con discapacidad por grupo escolar, sin importar el número de alumnos que se encuentren inscritos.

Dicha práctica les facilita rechazar alumnos con discapacidad, sin temor de acusaciones por discriminación, pues que las personas que acuden a solicitar una admisión, no pueden verificar si efectivamente los lugares “inclusivos” se encuentran cubiertos.

Tal fue el caso de un niño con autismo, cuyo ingreso no fue autorizado por el Colegio New South Wales de la delegación Magdalena Contreras quien, si bien no fue rechazado en un primer momento, después de realizarle un examen de admisión, no se le permitió la inscripción debido a que “casualmente” otro niño con esa misma condición, ya había cubierto el lugar de “persona con discapacidad” que estaba disponible en el grupo y que tenía prioridad sobre el hoy agraviado, por haber sido alumno de esa escuela anteriormente.

Sin proponer alguna alternativa o solución para garantizar que el nivel educativo del grupo se mantuviera, pese a las necesidades educativas específicas de dos niños con autismo, la psicóloga de la escuela mencionó, en su intento de aclarar que no se trataba de una cuestión de discriminación, aunque admitió que, si el aspirante no hubiera presentado “algún problema” cognitivo, se hubiera ingresado sin problema alguno.

En 2015, la CNDH, informó que se discriminan en México a 45 mil niños y niñas con autismo. ¿Cuántos serán hoy? ¿Por qué permitimos que las escuelas tengan actitudes de discriminación y exclusión y pensamos que es algo bueno? ¿Por qué permitimos que las escuelas que educan a la infancia del país no sean congruentes con los valores que predican? ¿Por qué las autoridades toleran y no investigan y sancionan a las instituciones educativas que NO están cumpliendo con la “cuota de inclusión”? ¿En qué bajísimo nivel moral puede una escuela aprovecharse de esta cuota y de la necesidad de los niños y niñas y de sus familias para venderse como inclusiva y tener un comportamiento discriminatorio? Ninguna institución debería promover el odio con actitudes de segregación; no en un país que necesita cohesión social y entendimiento muto; no en una época en donde ya sufrimos suficiente discriminación como para alimentarla desde la educación.