La encuesta de ocupación y empleo difundida ayer por el INEGI devela con crudeza el drama de este problema en México, principalmente el desempleo informal, que está alcanzando ya alturas insospechadas con la crisis –acentuada- que vino de fuera.

 

LAS ENTRAÑAS DEL INE

Hurgar en las entrañas de las estadísticas de esta Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE) del INEGI en las cifras oportunas de abril que dio a conocer ayer, es apreciar el tamaño del monstruo de la desocupación –otra pandemia social- y escudriñar los primeros datos sobre los efectos del confinamiento en el mercado laboral.

La primera estampa – inédita- es que la paralización de actividades redujo el tamaño del mercado de trabajo.

Nunca había pasado.

En marzo, antes de la contingencia, 57.4 millones de mexicanos se consideraron como activos laboralmente hablando, porque - una de dos- o contaban con una ocupación, o - sin ninguna- y estaban buscándola es decir desempleados.

En la foto de abril, la cifra se redujo, bajó, a 45.4 millones.

El confinamiento encogió el mercado laboral en México en 12 millones de personas.

¿Todos están sin empleo?

No. Pero es la punta del iceberg de tendencias perturbadoras, que anticipan una crisis dramática en el mercado laboral, prefigurando un grave desplome económico.

Quienes de plano declararon formar parte de las filas del desempleo, con ingreso cero buscando activamente un trabajo en medio de la pandemia, subieron en 400 mil, de 1.7 millones (3% de la fuerza laboral en marzo) a 2.1 millones, un 4.7% en abril, de modo que en un solo mes el mal social escaló 1.7%.

La cifra –para nada- dimensiona el problema.

Aunque este dato tiene alguna sintonía –es otra forma de cálculo y no puede compararse pero da sentido- con los casi 560 mil empleos formales, que de acuerdo a los registros del IMSS se perdieron en abril, mismo mes que toca el INEGI en la encuesta que difundió ayer.

La cuestión estriba en que el otro componente de la población activa además del desempleo –quienes declararon formalmente contar un trabajo- se redujeron dramáticamente en 12.5 millones de mexicanos de marzo a abril, pasando de 55.7 millones a 43.3 millones.

Estrictamente es cierto: se desplomó el número de mexicanos que tienen un empleo seguro.

Esos 12.5 millones de mexicanos que a fines de marzo tenían un empleo y un mes después no, no son desempleados de acuerdo a la definición del INEGI, quien los mete en el cajón de población inactiva.

Pero corriendo el velo se dibuja el drama.

Son los confinados. Quienes nominalmente tenían un empleo pero no ganan ingresos porque su patrón no lo garantizó, y se quedaron en casa con la promesa de reanudar –junto con la empresa- la vida productiva. En suspenso.

Este grupo, que eufemísticamente el INEGI cataloga como “población no ocupada con disponibilidad para trabajar sin buscar activamente un empleo” se disparó por las nubes en la contingencia.

Subió excepcionalmente, de 5.9 millones en marzo a 20 millones en abril.

14.1 millones de mexicanos que de la noche a la mañana adquieren una situación de incertidumbre.

La mayoría de ellos, quizá, pertenecen a actividades informales. Algunos otros, como ya se dijo, de ocupaciones ya establecidas, en semáforo amarillo –o rojo-, al retomar la nueva normalidad.

Dice el INEGI refiriéndose al fenómeno, fuera de norma, detonado por la contingencia.

“Este aumento se debió en gran parte a la suspensión temporal sin percepción de ingresos ni garantía de retorno de muchos trabajadores”

Repito: suspensión temporal sin percepción de ingresos, ni garantía de retorno de muchos trabajadores.

 

LO QUE DICE DICE @JonathanHeath54

El subgobernador del Banco de México, @JonathanHeath54 en su cuenta personal de twitter escribió ayer en relación al fenómeno, al hablar de la encuesta de empleo que difundió el INEGI.

“Dicho y hecho. Hace unas semanas dije que era muy probable que se perdiera más empleo informal que formal. La ETOE confirma que en abril se perdieron 2.1 millones de empleos formales versus 10.4 millones de informales.

“INEGI informa que la tasa de empleo de abril subió a 4.7%. Aunque su incremento es elevado (1.7 puntos porcentuales respecto al mes anterior) no refleja el tamaño del desequilibrio laboral (como por ejemplo, en Estados Unidos la tasa aumentó a 14.7.

El propio Heat, en un artículo que cita en su twitter, señala que el problema de la tasa de desempleo tradicional “no capta una buena parte de la demanda”, de trabajo, haciendo alusión a que el indicador tradicional no refleja la presión sobre el mercado laboral.

Pero aclara más adelante, en este comentario, que la definición del INEGI “es muy estrecha”, dado que “solamente abarca personas que no trabajan ni una hora a la semana y que están activamente buscando trabajo”.

Alude más adelante “hay muchas personas que quieren trabajar, pero no lo manifiestan adecuadamente y muchas que no tienen empleo parcial, pero que quieren trabajos de tiempo completo”.

Heat en su comentario describe conceptualmente el grupo de la población no ocupada con disponibilidad para trabajar sin buscar activamente empleo – justamente el que disparó de marzo a abril en el INEGI- , epicentro del problema.

Y –señala- que en rigor, corresponde a desempleo disfrazado.

“Mucha gente que se queda sin trabajo, o que buscan ocuparse por primera vez, aceptan un empleo de tiempo parcial en lo que encuentran el trabajo que realmente buscan. Por ejemplo, una persona acepta trabajar unas horas diarias en la mañana en una tienda de conveniencia y en la tarde sale a buscar empleo. Esta persona puede considerarse realmente desempleada, pero al no caer en la categoría oficial, el INEGI no la cuantifica”, señala.

 

SE VEÍA VENIR

Se veía venir. Los empresarios, y hasta el Banco de México, gritaron a los cuatro vientos, de la necesidad de apoyos temporales a los trabajadores, o a las empresas –muchas de ellas pequeñas y medianas- para garantizar ingreso y empleo en el confinamiento, política extendida en decenas de países, que están aplicando a la grave contingencia tratamiento de economía de guerra, de una macro crisis similar a la de la Gran Depresión, o rescates gigantes como el Plan Marshall en la Europa destruida después de la Segunda Guerra Mundial.

Fue un grito en el vacío.

Ahora, apenas reanudada la actividad, el INEGI descubre el velo de una explosión de la informalidad, una pauperización de la fuerza laboral, un mercado de trabajo angustiante, dominado por la incertidumbre para millones de mexicanos.

Sumado a este panorama, al alza exponencial de la desocupación de empleos formales según los datos del INEGI, augura –como ya han estado anticipando los analistas- que México vivirá una crisis inédita.

En marzo y abril se perdieron unos 685,840 empleos formales en el IMSS.

El presidente reconoció que la cifra de mayo puede ser de 400 mil adicionales –es probable que el dato final sea decenas de miles más-.

Sumado el empleo formal perdido en tres meses, de marzo a mayo, podría alcanzar cerca de 1.1 millones de puestos de trabajo.

Y ahora el INEGI nos descubre que hay más de 10 millones de mexicanos con empleos en zona de incertidumbre, con la foto de abril, sin contar mayo, y con la cuesta empinada de más de la mitad del camino para terminar el 2020.

¿Cuántos de esos millones de empleos que ahora están al filo de la navaja –muchos de ellos informales- dejarán a más mexicanos en las calles?