Es algo más que evidente:

El presidente López Obrador ha doblegado, entre otros ámbitos, a los partidos políticos, al grueso de sus opositores, a los empresarios, a los organismos autónomos; y a la prensa crítica y la comentocracia, esto último por una combinación de un corte drástico en la publicidad gubernamental y una dependencia excesiva de los medios por estos apoyos oficiales.

A todo mundo, con una excepción:

Los Estados Unidos. Concretamente, el gobierno de Trump.

La razón es obvia. Nadie en su sano juicio se pelea con el grandulón da la escuela. Sería un suicidio confrontar al aún país más poderoso del mundo, con el que hay signos de interdependencia como nunca en la historia moderna de México, hacia donde van 358 mil millones de dólares de exportaciones, 80% del total; donde viven, más de 30 millones de mexicanos, legales e ilegales; quienes además remiten a sus familias de este lado del Bravo más de 25 mil millones de dólares, un monto mayor que las exportaciones de Pemex.

Interdependencia dependiente

¿Qué pasa cuando en esta atmósfera de interdependencia, el grandulón levanta la voz a su vecino, más pequeño, en protesta por lo que considera una invasión de migración ilegal a su territorio, que daña la seguridad nacional; y usa como bandera para su reelección un vociferante mensaje antinmigrante para cosechar votos en una elección reñida donde no es tan fuerte como cuando se eligió por vez primera, y además con riesgo de ser desalojado de la Casa Blanca, por el procedimiento de impeachment?

Ni modo. Hay que ceder. Punto aparte de la discusión es si las concesiones son muchas o pocas, ya sea en la forma de las decenas de miles de policías de la guardia nacional destinados a vigilar las fronteras norte y sur de interés para los Estados Unidos, o en otras variantes donde se tiene que ceder bajo la mesa. Hay quienes dicen que estas concesiones son excesivas. Otros, quienes aseguran que no había alternativa. Y no faltan - para un presidente con una popularidad alta aún-quienes afirman que estamos dando una lección al grandulón.

Hasta ahora, en el balance, AMLO ha sido hábil para sortear las posibles críticas de concesiones fuera de la norma con los Estados Unidos por el tema de migración. Para vender como dignidad algo que sus críticos califican como sumisión

Tensión incómoda por el narco

¿Qué sucede cuando -además- el poderoso vecino se siente agraviado -ahora- por el tema del narcotráfico? Cuando alza las cejas por una detención fallida del hijo del capo mexicano considerado más importante y quien ahora terminará sus días en una cárcel en los Estados Unidos con una sentencia de por vida. Cuando el Tío Sam advierte que no pudo aprehenderse al cachorro del narcotraficante, pese a una orden de extradición en mano. Y, para colmo, ciudadanos norteamericanos son mascarados en la frontera mexicana, en una comunidad religiosa, liderada por un activista social, que no tiene empacho en reclamar con energía los crímenes de sus familiares al presidente López Obrador.

Y, más aún, en una carta enviada a la Casa Blanca, demanda que los narcotraficantes mexicanos, por el lamentable hecho de sangre, sean considerados como terroristas, lo que abriría las puertas de los cuerpos policiales estadounidenses a la frontera mexicana.

El incidente LeBarón ubica las relaciones con Estados Unidos en un punto de tensión incómodo. Se aprieta más la tuerca. “Los carteles mexicanos controlan el flujo de grandes cantidades de opioides, heroína metanfetaminas, cocaína y el fatal fentanilo que inundan el mercado de los Estados Unidos”, señala LeBarón en la petición a la Casa Blanca, a Trump. “Operan redes de tráfico humano, secuestran y extorsionan con casi completa impunidad”. Y sentencia: “! ¡Son terroristas y es hora de reconocerlo!”

Como menciona León Krauze en un comentario escrito ayer en El Universal, “la idea de designar a los cárteles mexicanos como terroristas ha rondado los pasillos del poder en Estados Unidos desde hace años.

“A últimas fechas, la idea ha ganado nuevo ímpetu…A principios de este año, dos congresistas republicanos enviaron una carta al Secretario de Estado Mike Pompeo sugiriendo la adopción de la medida”

“En asunto va más allá del Congreso”, dice Krauze en su comentario. “Semanas después de la carta a Pompeo, Donald Trump otorgó una entrevista al medio de noticias…Breibart. En la conversación, Trump dijo estar considerando “seriamente” la cuestión de catalogar a los carteles mexicanos como terroristas.

Contras las cuerdas

En un tema tan sensible, y por el tamaño de la petición de LeBaron, el gobierno mexicano tuvo que responder. El presidente López Obrador dijo en la conferencia mañanera del lunes que México no aceptará una intervención directa de Estados Unidos en caso de que este país catalogara a los cárteles mexicanos como grupos terroristas. “Nuestros problemas los vamos a resolver los mexicanos, no queremos la injerencia de ninguna potencia extranjera. Hay autodeterminación de los pueblos, no somos vende patria”, señaló. Marcelo Ebrard, canciller mexicano, por su parte, aclaró que catalogar a los cárteles como terroristas es solicitar una intervención directa en nuestro territorio y eso jamás lo vamos a aceptar”,

La petición, controvertida, raya en los límites. Históricamente, a todas luces parece inaceptable.

Pero en el caldo de cultivo de los Estados Unidos -de un presidente impaciente por su reelección y nervioso por la petición de impeachment, y enemigos internos que lo acosan- no es una buena noticia añadir, a las tensiones ya complejas, esta demanda inusual, de considerar terroristas a los narcos mexicanos.

¿Más concesiones para EU?

¿Aprovechará Estados Unidos esta petición, para echarla para atrás, y obtener a cambio otras concesiones? Un hombre como Trump, ha estado apaciguado en las relaciones con AMLO, pero acostumbra explotar al máximo las debilidades de quien tiene al otro lado de la mesa de negociación.

Hasta ahora se ve improbable - pero no imposible- que la Casa Blanca formalice una demanda que implicaría que fuerzas policiales estadounidenses entraran a territorio mexicano.

Por si no fuera poco, la tensión con Estados Unidos se acentúa, a poco tiempo de la ratificación del T-MEX en el Congreso, algo vital para México, y al parecer visualizado como necesario por la Casa Blanca, los republicanos y un segmento de demócratas, donde hay un foco de oposición a Trump.

Las posibilidades de que se ratifique el acuerdo comercial son hasta ahora mayores a que no. Pero pocos meterían las manos al fuego para apostar a que sí. Los negociadores de Trump, no tendrían empacho en pedir más concesiones de parte de México para la ratificación del T-MEX.

El grandulón, dará aún algunos dolores más de cabeza a México, ya complicado por una economía en punto de estancamiento y que parece encaminarse a una recesión, por las tremendas dificultades para aplacar la inseguridad, y otros problemas de política interna de López Obrador.

La tensión con Estados Unidos, claramente, se encuentra en punto álgido. Veremos que tanto el más pequeño cederá frente a su vecino, el más poderoso del mundo.