La discusión sobre Uber revela que las autoridades siguen sin entender los problemas urbanos y ambientales. No se distingue un discurso, ni siquiera entre especialistas o áreas competentes de la administración pública, que señale el significado desde el punto de vista del desarrollo urbano, la movilidad o la contaminación ambiental de la incorporación de esta ?opción? de transporte privado.
Peor aún, hace unos días leí la columna del conocido periodista Luis Rubio donde propone como modelo a seguir por las autoridades del Distrito Federal a esta opción como un medio seguro de transporte. Es probable, quizá se garantice un servicio más seguro, pero eso no inhibe los problemas de seguridad pública en la ciudad, un vehículo de Uber estará tan expuesto como cualquier otro vehículo que transita por la ciudad y quizá más por el perfil del usuario que usa este servicio.
El problema con Uber es que de nueva cuenta se promueve el transporte individual, modelo que ha significado una de las principales causas de los problemas de movilidad y de contaminación ambiental en las grandes y medianas ciudades del país y el mundo. Para entender esta problemática tenemos que echar mano del concepto ?bien de lujo? que esgrimieron autores como André Gorz o Ivan Illich hace alrededor de 50 años y que siguen sin ser entendidos por especialistas y autoridades.
AndreGorz en varios de sus libros y ensayos usa ejemplos muy claros para entender este concepto. En uno de ellos pone como ejemplo el siguiente: dice que si cada familia francesa aspirara a tener un chalet en la playa, haría falta cuatro veces más litoral de lo que tiene ese país. Hay pues un problema de espacio para satisfacerse de ese bien. Lo mismo pasa con el automóvil particular. La definición del concepto propuesta por el filósofo es también muy fácil de entender: ?El lujo, por definición, es imposible de democratizar: si todo el mundo accede a un lujo, nadie saca provecho de su disfrute?.
Debe quedar claro entonces que el lujo nada tiene que ver con lo costoso o suntuoso del bien, sino con los límites que impone el espacio que, valga decirlo, es finito (el lujo es la antítesis de lo necesario, decía Marx). De hecho, una razón del incremento casi exponencial que ha tenido el parque vehicular en las ciudades se debe a la cada vez mayor facilidad económica con la que se obtiene un auto particular. Ello ha permitido, como lo dice Gorz, que cada vez más se democratice este bien con las nefastas consecuencias que ha tenido para la ciudad: problemas en la movilidad, reducción de la velocidad promedio, la misma que caminar en horas pico (la ?experiencia carcelaria de la velocidad?, decía el Monsi), pérdida de millones de hora/hombre, extensión en tiempo y costo de la jornada laboral y más contaminación.
Ante esas realidades, la propuesta de los especialistas es inhibir el uso del auto particular, desincentivar su uso y consumo, y acotar lo más que se pueda la circulación del auto particular, con todo lo que ello implique o signifique. Uber, en ese sentido, es todo lo contrario. Incrementará el parque vehicular de transporte individual, a menos que sustituya al actual servicio de taxis, aunque tendría que ser menos costoso y elitista de lo que actualmente es. Lo cierto es que el transporte individual no es ni será una opción para la ciudad por ese carácter de bien de lujo que tiene y cuya imposibilidad de solución y consecuencias urbanas y ambientales hemos intentado explicar, no hay vuelta de hoja, lo que tienen que hacer nuestras autoridades es mejorar y ampliar el transporte colectivo.
Ahora bien, la bicicleta en tanto transporte individual, sería una opción para distancias cortas, ya que no sólo es la forma más eficiente de transporte en las ciudades en cuanto a gasto de energía y movilidad, también y por lo mismo, es la opción que menos contamina. Iván Illich lo demostró hace casi 50 años en su libro Energía y equidad. Sin embargo, este medio de transporte no significa una opción para las grandes masas de trabajadores que recorren grandes distancias en las ciudades latinoamericanas, desde sus viviendas hasta sus centros de trabajo. Por eso hay que insistir en el transporte colectivo, y de preferencia, eléctrico, como metro, trenes, tranvías y trolebuses.