?Hombres en tiempos de oscuridad? es el título de uno de los libros escritos por la teórica social alemana Hannah Arendt hace más de 50 años. La autora está siendo profusamente citada y leída en México a propósito de la violencia y demás horrores que vive el país relacionados con el combate al narcotráfico, particularmente a partir de la incorporación del ejército en el combate a las drogas y la ?declaración de guerra? que le hizo el gobierno Calderonista al crimen organizado, hecho que ha tenido como consecuencia una cantidad de crímenes sin precedentes en la historia del país, guerra que para muchos nunca tendrá un triunfador y sí muchos perdedores.
Sin embargo, la frase citada no la hace Arendt en el contexto de su trabajo que más resonancia y controversia ha tenido entre pensadores y políticos del mundo desde aquellos años hasta la época actual:Eichmann en Jerusalén, cuyo subtítulo, Un informe sobre la banalidad del mal, es ilustrativo de sus conclusiones más importantes.En efecto, ?para Arendt, Eichmann no era el «monstruo», el «pozo de maldad» que era considerado por la mayor parte de la prensa. Los actos de Eichmann no eran disculpables, ni él inocente, pero estos actos no fueron realizados porque Eichmann estuviese dotado de una inmensa capacidad para la crueldad, sino por ser un burócrata, un operario dentro de un sistema basado en los actos de exterminio.?
El texto aludido que da título a esta opinión surge de una serie de reflexiones que hace la pensadora sobre prominentes intelectuales a partir de temas propios de la filosofía, como lo son la libertad, la autoridad, el Estado, y otras tesis filosóficas que también desarrolla en un libro intitulado Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política. En ese sentido, resulta importante la definición de Arendt respecto al trabajo de los intelectuales y su relación con la política. Para una filósofa abiertamente simpatizante del marxismo, el trabajo intelectual no puede ser ajeno a la política, al contrario, sólo así cobra sentido.
Después de la segunda guerra mundial la teórica alemana ve al mundo en una profunda crisis de autoridad, tanto así que no escatima en llamarle a esos años ?tiempos de oscuridad?. Ante la falta de autoridad de los gobiernos de la posguerra en el mundo occidental, Arendt ve también a una izquierda por demás conservadora y más preocupada en el ejercicio de la autoridad que en la lucha por las libertades. Visión de una realidad y una praxis políticas de una presunta clase revolucionaria que en opinión del autor de estas líneas no sólo sigue vigente, sino que se acentúa con el tiempo.
Ahora bien, la ?era de la oscuridad? de la que habla Arendtse manifiesta en muchos sentidos en el México actual caracterizado por un trabajo legislativo más preocupado en emitir leyes prohibicionistas y cada vez más punitivas, leyes reactivas que apelan a la autoridad y muy poco a la ampliación de las libertades. Leyes contaminadas por pensamientos neoconservadores y sectarios, pero tan políticamente correctos que son apoyados por la izquierda y amplios y diversos grupos ?progresistas?. Leyes en el que cada vez se siente más la ausencia del trabajo intelectual y de los intelectuales, de los expertos y los científicos de todas las disciplinas. De ahí que la controvertida pensadora señale también en uno de los libros citados que ?la cobardía intelectual es el signo de los tiempos?. Cobardía que es fácil inferir mucho ha tenido que ver en la crisis que vive el país y el mundo. En efecto, los hechos descritos no son privativos de México, al contrario, somos una pequeña parte de una crisis global civilizatoria, como algunos le llaman.
Junto con Hannah Arendt, científicos sociales contemporáneos como Pierre Bourdieu reclaman a los científicos de todas las áreas una mayor presencia en la política y en los medios masivos de comunicación. Un mayor compromiso público. Es evidente que la preocupación del sociólogo francés tiene la misma base que la filósofa alemana: hay mucha responsabilidad en científicos e intelectuales de lo que pasa en el mundo, de estos tiempos de oscuridad. Ello radica en su conservadurismo, en su falta de participación y en suma, en su cobardía intelectual. Esa responsabilidad deviene no en lo que han hecho, sino en lo que han dejado de hacer. Tampoco resulta difícil concluir, finalmente, que mucha culpa tienen los intelectuales de que existan burócratas como Eichmann.