Cuenta más la forma en la que se dicen las cosas, en ocasiones, al contenido. He observado a oradores destacadísimos ofender a su interlocutor con un nivel de mesura y ecuanimidad tal, que ni el propio ofendido puede responder.

La senadora Lilly Téllez dio un discurso histriónico que, entre la energía desbordada, los ánimos y la adrenalina, pareció teatral recordando a la campeona de “performance”, Purificación Carpinteyro, la Madame Matrix que sorprendió durante la contienda de 2018 por cuestionar como villana de telenovela a la entonces candidata puntera Claudia Sheinbaum.

Durante la comparecencia de Hugo López-Gatell, Lilly Tellez dijo datos duros y ciertos. Todos dolorosos. Estando cerca de los 100 mil decesos ante una pandemia que cismó a todos los países por igual, los reclamos son obvios, aunque no necesariamente merecidos. Muchos de los adjetivos calificativos utilizados fueron excesivos pero es cierto.

Es cierto lo que afirmó Lilly: Las pruebas de COVID-19 han sido para privilegiados y un puñado minoritario. Para cada sesión en el Congreso de la Unión, sumando ambas Cámaras, se aplican cerca de dos mil pruebas entre legisladores y asesores.

También es cierto que muere el 73% de los pacientes intubados y hay cerca de un 80% que no alcanzaron a ser conectados a un ventilador. No son otros datos, son las de la Secretaría de Salud. También es cierto que no podían resolverse 30 años de abandono por un sólo epidemiólogo

El exceso: la entrega de una “cetro” para el “pequeño virrey del país de las camas vacías y de los muertos en casa”. No era necesario. Ni un sólo médico busca la muerte, por más sádico que pudiera ser.

El otro exceso: afirmar la defensa a la salud pública mientras que se promueve la muerte de mujeres en abortos clandestinos es una ilegitimidad de origen.

Aún con los excesos histriónicos, no comparto la ola de ofensas en contra de la Senadora Lilly Téllez. A las mujeres en tribuna históricamente se les ha negado el derecho al enojo y al coraje, como si fueran atributos exclusivos de hombres. Cuando ellos toman la palabra con la voz grave, por más absurdos que digan, serán respetados y considerados “autoridad” mientras que la voz aguda les ofende y les genera burlas. Puede ser cierto o falso, correcto o incorrecto, preciso o impreciso el mensaje de Lilly Téllez pero no es “ridícula” por tomar la palabra. Ojalá que lo haga más seguido en favor de las mujeres y espero algún día le indigne tanto que las mujeres mueran desangradas por decidir sobre sus propios cuerpos así como le indigna “la ceguera” de Gatell. A diferencia de una pandemia, el aborto legal, seguro y gratuito sí puede controlar y resolver un problema de salud pública.