Para muchos de los que votaron por Andrés Manuel López Obrador, es toda una sorpresa que la Cuarta Transformación utilice en el día a día las peores prácticas del PRI, esas que la sociedad mexicana esperaba ver desterradas para siempre en este gobierno.
Enumerar las contradicciones entre lo que se dijo en campaña y lo que se está haciendo en el gobierno, es sencillo y a la vez, preocupante. Tratan de meter a la Suprema Corte de Justicia a simpatizantes de Morena; optan, como lo hicieron Calderón y Peña Nieto, por la militarización del país; usan el poder del Estado para perseguir adversarios o personajes que resultan incómodos y otorgan cargos públicos a parientes y amigos.
Hay muchos más actos de incongruencia, como el negarse a bajar los precios de la gasolina o hacer adquisiciones millonarias fuera de las normas que establece la transparencia, apelando únicamente a que este gobierno tiene “autoridad moral” para hacerlo, es decir, para violar la ley. Se trata en general de un conjunto de acciones impensables que siguieran existiendo en estos tiempos cuando quienes hoy nos gobiernan andaban en campaña, criticando justamente esos vicios priistas.
Bien dicen que los actos hablan más claro y más fuerte que las palabras. Sin embargo, contra lo que pudiera pensarse, el mayor problema que estamos viendo en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador no es el de la incongruencia, sino el de la falta de autocrítica.
Lo que prevalece en el equipo gobernante a la vista de todo el mundo es la complacencia. Una complacencia que se origina, sobre todo, en dos elementos claves, por un lado, la larga y hasta ahora aparentemente inamovible “luna de miel” entre los mexicanos y la nueva administración, y por el otro, el carácter del presidente, que ya sabemos es poco propicio a escuchar las voces discordantes con su pensamiento y con su proyecto.
El problema se agrava justamente por eso. Porque al presidente nadie en el equipo lo contradice y mucho menos nadie le plantea los riesgos que representan algunas decisiones que se van tomando en el camino, como lo fue el tema del Huachicol o el cierre de las Estancias Infantiles.
Sin embargo, tarde o temprano, este gobierno tendrá que ir a juicio; primero en la opinión pública, y después ante la historia, y lo que está construyendo la Cuarta Transformación al recurrir a las mismas estrategias de sus antecesores, es una ruta segura a la decepción social y al fracaso.
Por lo pronto, hay que esperar a principios de marzo las encuestas de los primeros 100 días del presidente López Obrador, que seguramente preparan empresas profesionales como Consulta Mitofsky, De las Heras, Gabinete de Comunicación Estratégica, Berumen o Covarrubias Asociados. También se necesita la encuesta de Facebook de SDPNoticias, que aunque no fue la más acertada en la elección presidencial, sí generó números contundentes en otros procesos electorales.
Nos quedamos en que se iba a revisar y afinar un método exitoso, que en estos días copian muchos charlatanes del tipo de “Arias Consultores” como herramienta de propaganda para congraciarse con Morena y con los gobernadores de ese partido. Esa empresa, por ejemplo, parece haber sido creada para “dorarle la píldora” a los funcionarios y gobernantes morenistas, y para presentar cifras que permitan a aquellos crear percepción favorable a su causa y perjudicial para sus adversarios. La misma estrategia utilizada en sus primeros meses de gobierno por Peña Nieto.
Un resultado de las encuestas serias, que mantenga la aceptación presidencial en los 80 por ciento, sería la peor noticia para el país pues la clase gobernante creería que tiene todo el poder para seguir actuando como hasta ahora, sin importarle el riesgo de las incongruencias y pensando que casi nada le genera un fallo adverso de la opinión pública.
Aunque hay que saber leer las encuestas y diferenciar entre la buena imagen que genera un presidente distinto a Peña Nieto y a Calderón en su trato con los ciudadanos y con los medios, que viaja en aerolíneas comerciales y que come tortas o tacos en la fonda de la esquina, y un gobierno que aunque llegó con una propuesta de izquierda, se inspira en políticas de aquellos ex presidentes neoliberales para consolidarse en el poder.
Ojalá, por la salud de la república, que las encuestas adviertan lo que está presente en la sociedad mexicana, quizá todavía de manera incipiente: el riesgo de que la gente se decepcione de un gobierno que parece empeñado en darle largas al cumplimiento de sus compromisos y que actúa de forma distinta a priistas y panistas, pero sólo en apariencia, porque en el fondo, les copia a aquellos muchas actitudes y prácticas faltas de legalidad y de ética que todos queremos dejar en el pasado.