La verdad es que pocas veces nos detenemos a recapacitar sobre nuestras acciones. Vivimos como máquinas en una rutina predeterminada que nos separa cada vez más de la felicidad. Gente que irradia amargura, envidia, tristeza y odio nos la encontramos todos los días; es fácil identificarlas pues sus acciones, palabras y gestos nos dicen que algo los ha perturbado. Ese tipo de personas pueden contagiarnos de un segundo a otro su estado anímico si no sabemos canalizar su lasciva actitud. Muchas veces su ataque lo respondemos con otro ataque y de inmediato todo a nuestro alrededor se impregna con sentimientos negativos que nos hacen sentirnos mal, que nos alteran y que poco a poco acaban con nuestra salud física y mental. La humanidad llegó al punto en el que se considera que hablar de este tipo de situaciones corresponde a análisis esotéricos y de poca importancia. Cuán equivocados estamos, pues se nos olvida que somos humanos regidos por los misma capacidad de amar y relacionarnos. No somos robots; somos seres instintivamente sociales. Nadie es más capaz para ser feliz que otro.

Todos podemos vivir a plenitud con la prosperidad y el éxito que más se asemeje a nuestros ideales. El éxito no puede concebirse de manera exclusiva en términos cuantitativos; ser capaz de disfrutar del aire, de un atardecer o de una sonrisa son ejemplos de situaciones que a la larga nos hacen replantear el concepto del éxito. En nuestra sociedad quien tiene poder o dinero se considera exitoso. No importa si asesinó, corrompió o si vive infeliz, lo que importa es que tenga poder o dinero. Esa forma de vida tan miserable y superficial tiene costos muy elevados para todo el que decide asumirla como propia y sus secuelas no pueden ser positivas. ¿De qué serviría comer manjares si no alimentas tu espíritu? Posesiones materiales copiosas sin abundancia de amor y gratitud sólo sirven para desatar un insaciable apetito por tener más y más, cuando paradójicamente al mismo tiempo uno pierde más y más. Cuando no hay equilibrio entre ganar dinero/poder y ser feliz se marchitan los anhelos personales. Por lo general, las personas que apuestan por el camino inescrupuloso van perdiendo el control de la situación y no se percatan de que han entrado al laberinto siniestro llamado frustración perenne. Cada uno es arquitecto de su propio destino, de su éxito o su fracaso. Nadie más, ni las circunstancias ni los demás tienen nada que ver con nuestra propia felicidad. Nuestra felicidad depende sólo de cada uno de nosotros.

Hace casi dos años conocí a Patricia de la Torre, una prominente emprendedora social de Cancún, con la que coincidí en la necesidad de establecer nuestros objetivos en acciones específicas que nos permitieran generar un impacto social, cultural, económico y ecológico en México. Ella tuvo la gentileza de presentarme a una familia excepcional que compartía la misma visión: los Siliceo. La familia Siliceo la encabeza Don Memo, un hombre cuya peculiar percepción de la vida inspira y ayuda a regenerarse. Es un artesano de casas, empezó en La Casa del Árbol, y ha extendido su visión constructiva y filosófica por todo el mundo. Su pensamiento revolucionario rompe con paradigmas y creencias que dominan a las sociedades modernas. Asegura que el proceso creativo es un momento de plenitud completamente conectado al universo por lo que no debe ser interrumpido por el ruido exterior, ya que el individuo comienza a interpretar esa energía infinita. Tan poderoso es su mensaje que a muchos nos ha conmovido, así como lo hizo con Santiago Pando, el artífice publicitario de la campaña publicitaria de Vicente Fox que lo llevó a la Presidencia de la República en el 2000. Pando pudo recapacitar y cambiar gracias a los mensajes de Don Memo. Santiago Pando logró sintetizar en una película la belleza de pensamientos más propositivos de los cuales todos podemos aprender; la tituló “Artesanos. Una película de vida” y la pueden ver en línea en http://www.creerescrear.com/artesanos/.

Aprender y luego aprender a desaprender parece una contradicción pero no lo es; en la escuela, la calle o la familia nos han dado información que no siempre encaja con la realidad de nuestro camino. Es importante tener ese conocimiento externo pero debe llegar el momento de comenzar a conocernos a nosotros mismos para encontrar el sentido, para saber por qué y para qué estamos aquí y ahora. Es una invitación para comprender nuestros hábitos y para atrevernos a auto descubrirnos. Es un viaje muy complejo que puede dar miedo porque todos los humanos en este planeta, incluyendo a los más ricos y poderosos, arrastramos traumas y complejos que nos cuesta enfrentar. Casi todos preferimos simular que esos “fantasmas” no existen, pero no es más que un auto engaño. Uno puede engañar a todo el mundo, pero no a uno mismo. Por eso hay que desarrollar la capacidad de asumirnos como lo que somos: seres únicos capaces de ser felices y de amar. El que anda buscando problemas es porque está enojado consigo mismo y porque carece de amor dice Don Memo Siliceo, y tiene razón.

Si comenzáramos a hacer lo que en verdad nos apasiona y nos satisface comenzaríamos a conocer la felicidad. No importa a lo que te dediques, lo importante es que realmente seas feliz haciéndolo, así dejarías de trabajar para sobrevivir y comenzarías a vivir. Asistir a tu trabajo o escuela sería lo mejor que pase todos los días. No tienes que preocuparte por la situación externa (que ya de por sí es patética precisamente causada por gente infeliz); por ejemplo: la situación económica y política de México que no genera los empleos que se requieren es un problema complejo multifactorial que una sola persona no va a solucionar, por tanto, no te enfoques en buscar empleo en lo que estudiaste, comienza a creer en ti y a crear. En cuanto comiences ese proceso poco a poco las puertas se irán abriendo para ti de una manera armónica que te llenará de satisfacción y te cubrirá de un aura de energía positiva que atraerá más cosas y personas buenas hacia ti. En cambio, cuando algo te cuesta mucho trabajo de realizar y cuando lo logras infinitos sentimientos negativos te inundad son una clara señal de que algo no estás haciendo bien y lo sabes. Detenerse para replantear objetivos es necesario para comenzar a conocernos. Descubrir nuestra misión en este planeta no es fácil, prácticamente ese sería el motivo de existir, pero yo creo que el verdadero motivo de nuestra existencia consiste en ser felices y cuando algún día entendamos cuál fue nuestro motivo final basados en una vida llena energía positiva, será la mejor de las recompensas.

Basta de seguir caminando hacia el precipicio. El éxito de alguien que ama y que es feliz no forzosamente reside en el poder o el dinero, pues sin ser millonario o híper potente se puede satisfacer al espíritu y sonreír. En fin, cada quien decide qué camino elegir. Lo que sí sé es que mientras estemos vivos podemos cambiar. No importa tu pasado, pues ya pasó y nada podrá cambiarlo, pero si lo asumes como experiencia podrás dominar tu presente y futuro. Al final no se debe vivir tratando de quedar bien con todos a costa de nuestra propia felicidad. No vale la pena. Vale más un toque de autenticidad y decisión que la zalamería y el engaño. Es probable que a muchos les resulte incomprensible tu camino, pero no debes dilapidar energía en tratar de explicar, enfócate en lo tuyo y con el tiempo ninguna explicación será necesaria cuando te vean brillar. Si todos hiciéramos eso este mundo sería otra cosa: la política y los negocios se entenderían de otra forma; el respeto y la equidad serían la constante. Tan lejos y tan cerca estamos de eso; comencemos por nosotros.

“Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo” Gandhi