“Espadero: Persona que hace, guarnece o arregla espadas, o que las vende”. Real Academia Española

“Esperando, el nudo se deshace y la fruta madura”. Federico García Lorca

En Frigia —antigua ciudad ubicada en lo que hoy es Turquía—, el oráculo vaticinó que sería rey quien llegara en un carro con un cuervo encima de él.

Como todos sabemos, los oráculos no fallan. Así, al poco tiempo apareció un labrador en un carromato con un cuervo posado en su cabeza.

El pueblo obedeció al oráculo y ese hombre, Gordias, fue aclamado rey de Frigia.

El monarca fundó la ciudad de Gordio y ahí dejó la carreta atada con un nudo que tenía todos sus cabos ocultos, esto es, imposible de desatar.

El oráculo predijo que la persona capaz de desatar el nudo gordiano conquistaría Asia.

Antes de ir a Persia, Alejandro Magno pasó por Gordio y decidió enfrentarse al nudo imposible de desatar.

Cuando Alejandro entendió la enorme complejidad del problema, no perdió el tiempo y lo resolvió de un solo golpe: sacó su espada y lo cortó. Después de hacerlo, dijo: “tanto monta desatarlo como cortarlo”.

Enseguida hubo una tormenta eléctrica, señal de que Zeus autorizaba a Alejandro Magno a conquistar Asia, lo que hizo con olímpica dedicación.

Varios analistas (Enrique Quintana, de El Financiero; Luis Miguel González, de El Economista; Verónica Malo Guzmán, de SDP Noticias; Jorge Suárez Vélez, de Reforma; José Ángel Gurría, de la OCDE) han hablado del “nudo gordiano” en que se ha convertido la economía mexicana en este arranque de sexenio.

Las razones de que el nudo económico o financiero parezca imposible de desatar son numerosas. Las principales, en mi opinión, son tres:

i.- Una desaceleración que empezó meses antes de que el presidente López Obrador tomara el poder.

ii.- La desconfianza y hasta la agresividad de sectores empresariales todavía inconformes con el nuevo gobierno de izquierda.

iii.- El deseo de no pocos actores políticos, económicos y mediáticos de que le vaya mal a Andrés Manuel para que fracase la 4T y, de esa manera, volver a manejar los controles de la administración pública.

Solo hay una salida: dinamizar el gasto público para jalar a la inversión privada, que se encuentra atascada.

Urge, sin duda, que arranquen los grandes proyectos del gobierno —ya pasó la etapa de discutir si son los que México necesita o no: son los que se harán este sexenio— como el Tren Maya, la refinería en Dos Bocas, Tabasco, y el aeropuerto en Santa Lucía.

También, hace falta que operen a máxima capacidad los programas sociales, que motivarán el consumo.

Pero todo ello será posible en condiciones de eficacia económica solo si se termina de afilar la espada, la única con la que cuenta López Obrador, para cortar el nudo gordiano: Pemex.

Como Andrés Manuel ha echado abajo la reforma energética, esto es, como la política petrolera del actual gobierno depende exclusivamente de Pemex, resulta de la máxima prioridad para la nación que todos los operadores económicos del presidente de México se concentren en esta empresa, desde luego bajo la coordinación del espadero, Octavio Romero, al que se le dio la responsabilidad de rescatar al gigante tan debilitado por la corrupción, la ineficiencia y el abandono de tantos sexenios.

Quizá AMLO todavía necesita tiempo para poner a punto los proyectos, pero el más importante es el rescate de Pemex, no puede haber la menor duda.