Las condiciones que ha impuesto la contingencia sanitaria del Coronavirus, (primavera de 2020), cuando el Estado mexicano ha llamado a la población a “quedarse en casa” durante más de 40 días hábiles, han exacerbado las rutinas escolares del Sistema Educativo mexicano. En particular, ello ha acelerado la reconversión de sus figuras esenciales o protagónicas: las o los docentes. Esto significaría que, en el contexto actual, las decisiones de políticas educativas pueden conducir a la transformación del “sujeto de la enseñanza y mediador de los aprendizajes escolares”.
En vez de convertirse en “agentes de transformación social”, como lo establece la Constitución Política mexicana, hoy, (concepto discutible del Artículo 3o. vigente, reformado en 2019), las y los docentes se ven obligados a transformarse o a adaptarse a las circunstancias que establece la realidad social. Pero ello no es problema, pues las y los profesionales de la educación saben adaptarse a las nuevas condiciones. Sin embargo, las y los docentes de todos los niveles y modalidades educativos, en especial las y los de Educación Básica (preescolar, primaria y secundaria), están colocados, ahora, en la antesala de la reconversión, al pasar a ser “profesionales de la educación, pero limitados o reducidos a su mínima expresión”.
En la actual coyuntura, hay tres planos en el esquema de limitaciones profesionales y sociales de la docencia de la escuela pública: 1) Al ser obligados a modificar su perfil como docentes con el cual fueron preparados (baja intensidad tecnológica), para llevarlos al extremo de utilizar las viejas y nuevas tecnologías de la información y la comunicación (alta intensidad tecnológica) para realizar su trabajo, hoy, desde sus hogares; por cierto, ¿quién y cómo se apoya con infraestructura y recursos financieros a las y los docentes a efecto de hacer efectiva esta reconversión tecnológica? 2) Al quedar, “por el momento”, semidesplazados de las tareas educativas por los diferentes integrantes de las familias (no sólo por las figuras parentales), que se hacen cargo del cuidado básico de las niñas, los niños y las y los jóvenes durante el periodo de confinamiento; y 3) El Estado (a través del gobierno federal, la SEP) les asigna a las y los docentes la función de entregar evidencias de las prácticas educativas y pedagógicas, “a distancia”, con la finalidad de concluir, a toda costa, el ciclo escolar actual (2019-2020).
Limitaciones profesionales que han sido aún más notables (reconversión profesional de la docencia) en el contexto de la emergencia de salud pública actual: Si observamos la evolución de los discursos tanto de las autoridades educativas federales como estatales, podremos encontrar que la SEP, por ejemplo, primero dijo que se “adelantaban las vacaciones de Semana Santa y Pascua”, pero luego cambió de parecer y llamó al magisterio, a través de las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales, para advertirles que “No son vacaciones”.
Desde hace algún tiempo, a partir de 2013 sobre todo, las figuras del docente y de la docente se han visto mermadas, minimizadas o menospreciadas en los contenidos explícitos de los discursos oficiales. Como se puede constatar en documentos, durante algún tiempo se asoció, de manera categórica y unilateral, a la idea de la docencia con la noción de “idoneidad” (ver, por ejemplo, en la Constitución Política, Artículo 3o. y en las leyes secundarias en materia educativa de 2013 a 2018). “No cualquiera podría ser docente, aún con título de la Escuela Normal”; o “el que no sea “idóneo”, quedará fuera del sistema educativo”, se decía.
La figura de “sujeto de la enseñanza y mediador de los aprendizajes escolares”, que había sido reivindicada por los modelos activos de la Pedagogía del siglo XX, ha sido prácticamente ignorada por la estructura y el contenido del discurso educativo oficial del siglo XXI. Al respecto, conviene revisar los estudios que demuestran la progresiva deslegitimación o precariedad profesional y salarial del trabajador de la educación pública. Debo reconocer, sin embargo, y sobre este punto, que la recién creada Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), comienza a revertir esa tendencia, al revalorar positivamente a la profesión de las y los docentes de la escuela pública, en uno de sus comunicados más recientes (13 de abril, 2020):
“A través del territorio nacional, profesionales de la educación, de forma individual o colectiva y por iniciativa propia, ya llevan a cabo acciones para adaptarse a la nueva situación, han elaborado materiales, desplegado múltiples recursos de forma creativa y diseñado e implementado estrategias a diferentes niveles. Para acompañar las acciones que han puesto en marcha las autoridades educativas resulta indispensable recuperar el trabajo y las iniciativas de las maestras y los maestros; pensar al docente como un actor central, capaz de aportar y crear en colaboración y en circunstancias adversas, y no sólo como aquel que ha de ser “capacitado” para utilizar las herramientas y contenidos educativos que otros han predefinido. Hoy es un momento oportuno para impulsar la creatividad pedagógica del docente y darle mayor peso frente al trabajo burocrático que desborda la exigencia administrativa sobre su quehacer. Es importante que el magisterio se personifique en un aliado constructor de nuevas formas de enseñanza con el apoyo que las autoridades educativas brinden, respetando y retomando siempre sus conocimientos e iniciativas. Consideramos que los diferentes recursos que ofrece la Estrategia de Educación a Distancia: transformación e innovación para México (SEP), pueden ser una oportunidad para recuperar la creatividad de los docentes y apuntalar su protagonismo dentro de la estrategia.” (1)
En esta parte, coincido con las ideas de los directivos de la MEJOREDU: “Por un lado, es crucial evitar la tentación de reproducir los tiempos y las cargas de trabajo escolares en el hogar; es primordial mantener espacios para las actividades propias de este ámbito, como la convivencia, la enseñanza y el aprendizaje informales, y el juego. En este sentido, es necesario un esfuerzo de focalización para privilegiar los contenidos curriculares centrales: aquellos que son relevantes para enfrentar la emergencia actual y los aprendizajes más importantes de cada grado, etapa o nivel educativo. Hacerlo facilita la dosificación del tiempo dedicado al aprendizaje escolar en el hogar: sesiones de trabajo cortas que no amenacen la distribución balanceada de actividades diversas, lo cual es recomendable para mantener el bienestar de todos sus integrantes.”
En efecto, alejar la tentación que expresan sutilmente las autoridades educativas federales y estatales (incluyo a los funcionarios de los organismos descentralizados, responsables de la educación básica en cada entidad federativa), es uno de los retos más importantes en materia de políticas públicas educativas durante la actual coyuntura. Ahí están latentes las tentaciones de limitar a las y los docentes de la Educación Básica pública, para realizar sólo tareas “burocráticas de vigilancia escolar”; o presionarlos para que concluyan el ciclo escolar actual “a toda costa”; y a jugar el papel de pequeños “reporteros” de las actividades que las niñas, los niños y las y los jóvenes realizan en sus hogares, ello con la finalidad de alimentar las bases de datos de la tecnocracia educativa.
Finalizo este breve comentario con un fragmento del documento de la MEJOREDU antes citado, con el cual estoy de acuerdo y que suscribo en términos generales, en el sentido de respetar y no limitar el papel y la función social-profesional que juegan las y los docentes de la escuela pública, tanto en esta circunstancia extraordinaria o de emergencia sanitaria como en condiciones educativas “regulares”:
“El cierre de las escuelas en el marco de la pandemia ha implicado la creación de estrategias para continuar la enseñanza de los estudiantes en nuevas condiciones. Así, los integrantes de las comunidades escolares se enfrentan a escenarios en los que cada uno asume actividades distintas a las establecidas tradicionalmente. Las maestras y los maestros afrontan una doble responsabilidad; por un lado, con su familia y seres queridos, ya que son madres o padres, cuidadores de adultos mayores, proveedores; por otro, con sus estudiantes, en tanto que encaran el desafío de coordinar y facilitar su aprendizaje escolar en el hogar y a distancia. Esto implica ensayar y perfeccionar nuevas formas de enseñanza mediante tecnologías diversas y la necesidad de crear relaciones afectivas y pedagógicas distintas. Muchos docentes enfrentan el reto en medio de diversas limitaciones de acceso a estas tecnologías; otros, como quienes trabajan en escuelas multigrado o atienden a población migrante, afrontan un desafío aún mayor.”
Fuente consultada:
(1) MEJOREDU (2020) 10 sugerencias para la Educación durante la Emergencia por COVID-19. Documento publicado el 13 de abril, 2020.
https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/546270/mejoredu_covid-19.pdf
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