Como se había considerado, y ante la tendencia que han seguido una docena de países con diferentes grados de desarrollo económico encabezados por Estados Unidos, el Banco de México recortó en 0.25 puntos porcentuales la tasa de interés interbancaria a un día con lo que se pretende impulsar la inversión y el crecimiento del país sobre una perspectiva de inflación que, hacia finales de 2019 deberá empezar a acercarse al objetivo de 3 por ciento anual.

Esta es la primera baja de este coeficiente en 5 años por mayoría de los miembros de la Junta de Gobierno del Banco Central.

Solamente hubo un voto en contra, probablemente por la presunción de que se acelere la recesión global, aumente la volatilidad financiera, se recrudezcan los conflictos comerciales entre Estados Unidos y China o con quien sea, que se dé una salida violenta del brexit o que nuestro país no logre una pronta firma del T-MEC, aunque las razones las conoceremos cuando se publique la minuta de esta reunión.

Con una tasa de interés interbancaria a un día que se fijó en 8 por ciento, los responsables de la política monetaria pretenden generar un clima de confianza y certidumbre para la inversión, elevar la productividad y el consumo internos, además de contribuir a la consolidación de las finanzas públicas del país.

Esta medida que en lo externo reproduce buena parte de las acciones seguidas por Estados Unidos y competidores económicos como Brasil ante la incertidumbre mundial, internamente era indispensable por los desaciertos en múltiples decisiones de política gubernamental que estimularon el creciente estancamiento económico actual de México y que han incrementado la posibilidad de que se revierta el control alcanzado en la inflación y en la relativa estabilidad cambiaria.

La baja de un cuarto de punto porcentual en la tasa de interés marca dos perspectivas importantes y positivas, aun en la complicada situación económica de nuestro país.

Para el ahorrador tradicional, se mantiene un rendimiento alto ya que se ofrece una tasa de 8 por ciento anual que garantiza un premio de 4 por ciento, una vez que se descuente la inflación esperada del orden de 4 por ciento.

En operaciones más sofisticadas se pueden hacer algunas comparaciones: en Estado Unidos la tasa similar es de 2 por ciento y aquí de 8 por ciento. El diferencial de 6 puntos porcentuales corresponde a la ganancia efectiva; eso, sin considerar el efecto cambiario.

Si bien en términos llanos las tasas altas promueven el ahorro, también desalientan el consumo y favorecen el control de los precios como respuesta a la sobreoferta que se produce al bajar la demanda.

En sentido contrario, cuando disminuyen las tasas de interés como ahora, el costo de los créditos disminuye y, entonces, financiar inversiones resulta atractivo, lo que favorece el incremento de la producción y del empleo.

Pero también, al bajar las tasas de interés el consumo aumenta, en especial el consumo financiado por créditos, con lo que se eleva la producción y la demanda, que son parte de los objetivos de esta medida de política monetaria.

Sin embargo, no hay garantía de que eso suceda.

Porque los riesgos macroeconómicos y las decisiones políticas pasadas, presentes y futuras el país requieren de ser enfrentados con medidas claras, verosímiles y sostenibles por el gobierno del presidente López Obrador.

En este sentido, entre los inversionistas persiste desencanto por la cancelación del Proyecto del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, incertidumbre por las perspectivas crediticias, tanto para la calificación de la deuda de Pemex como la soberana¸ por la incorporación de diversas iniciativas legislativas, además de que subsiste inseguridad con relación a la relación bilateral entre México y Estados Unidos.

La política monetaria por sí misma, de nada servirá si el gobierno no cumple las metas fiscales para 2019 y ofrece un Paquete Económico para 2020 que genere confianza y bienestar sobre bases sustentables a largo plazo.

Sobre todo, es indispensable que desde ahora las autoridades federales den muestras de que fortalecerán el Estado de Derecho, abatirán la corrupción sin matices, rendirán cuentas y combatirán efectivamente la inseguridad.

De otra forma, las tasas (de interés) no servirán ni para tomar el té.