La afirmación de que la pobreza material es una condición ´sine qua non´ al fenómeno del crimen se echa por tierra con el caso del estado mexicano de Chiapas, uno de los tres más pobres del país, debido a situaciones ancestrales de diversa índole, entre ellas y una de las más importantes su orografía; y es que el mismo ha sido catalogado por varias ONGs, entre ellas la prestigiada organización ciudadana "semáforo delictivo" como el más seguro del país en los últimos años, al tiempo que la gran mayoría del resto del país sufre una crisis en la materia que no lo pone tan lejos de una guerra civil. 

Chiapas registra los menores índices en delitos de alto impacto, esto es, homicidios, ejecuciones, secuestro, extorsión y robo de autos; en cuanto a homicidios, se registra una media de 2.6 por cada cien mil habitantes, muy por debajo de la media nacional (5.3), justo el reverso de la moneda de entidades como Colima, donde el promedio es 21 por cada cien mil.

En cuanto a la extorsión y el secuestro el estado de Chiapas tiene 0.7 y 0.1 respectivamente.

En un estado pues, con carencias económicas de siempre, y cuando define a la economía, en su concepción clásica, como la ciencia que estudia el cómo se pueden asignar los recursos escasos del modo más eficiente posible dado las necesidades y deseos ilimitados de las personas, se supondría que la delincuencia seria uno de sus principales males, pero las cifras nos demuestran lo contrario, y esto puede ser por las causas que originan las conductas criminales, que van desde sociales, culturales, económicas como ya se mencionó e incluso, se ha llegado a afirmar, genéticas; más, sin duda, hay una razón que es la que pesa más, y son los arreglos institucionales, las políticas públicas bien diseñadas y aplicadas, que van desde corporaciones policiacas bien preparadas y coordinadas, estrategias de vigilancia, rotación, certificación, disuasión y una corresponsabilidad con la sociedad misma, hasta las de las sociales, con servicios públicos elementales eficientes que doten al individuo de dignidad en su persona y vida diaria, poniendo especial cuidado en el entorno social y familiar en donde se desarrollan los niños, presente y futuro de cualquier sociedad.

El crimen puede definirse como la violación sistemática de las instituciones encargadas de fijar los costos de las potenciales acciones de los delincuentes, es decir, las leyes y su oportuna aplicación marcan el precio a pagar para los potenciales perpretadores de conductas criminales; en la principal razón de ser del Estado, según Thomas Hobbes, filósofo inglés del Siglo 17, quien, entre otras muchas cosas afirmaba en su extensa obra, que el hombre sin este "contrato social" y su andamiaje institucional es proclive a vivir en su "estado natural", en un conflicto permanente y sumido en el caos.

Casos en México hay otros, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard supieron cómo mantener en completa paz y orden a la Ciudad capital durante su sexenio, después de un periodo de altísimas tasas de criminalidad, al tiempo que en casi la totalidad de resto del país se sumía en el horror y la anarquía. De casos como ese y el del Chiapas de Manuel Velasco debemos replicar sus políticas públicas en los demás estados y a nivel federal, porque son el vivo ejemplo de que la sana convivencia entre mexicanos es, sin duda, algo muy factible si se tiene la mística y la capacidad de gobernar.