Caracas, Venezuela.- Todos los días, llueve, relampaguee, haya marcha de protesta o telenovela, a las cuatro con veinticinco de la tarde, un grupo de soldados del Ejército Bolivariano de Venezuela, ataviados con uniformes especiales, realiza un estruendo desde la punta de uno de los tantos cerros que forman Caracas. El motivo, según la proclama que pronuncian antes de la salva de cañón, es recordarle a Venezuela y al mundo el legado de quien llaman, Comandante supremo y eterno, Hugo Chávez Frías.

Esto sucede en el Cuartel de la Montaña, una instalación militar ubicada en medio de la populosa zona 23 de enero, una de las barriadas pobres que numerosos diversos apoyos durante el gobierno del presidente venezolano fallecido a causa de un cáncer el 5 de marzo de 2013, justo a las cuatro con veinticinco de la tarde, la hora en la que diariamente un cañón cimbra este sector de la ciudad, donde Chávez, antes de ganar las elecciones, intentó dar un golpe de Estado en 1992.

Dentro del Cuartel de la Montaña reposan ahora los restos de Chávez en un Mausoleo. Alrededor de las dos de la tarde, por una pequeña ventanilla de la muralla que hay en la entrada principal, se asoma el rostro de un joven soldado, quien pregunta si el forastero recién llegado va al Museo. Además del monumento de despedida de Chávez, hay unos salones adaptados en memoria del dirigente venezolano. Unos minutos después aparece una joven con la camisa de Hugo Chávez, quien se presenta como una de las guías del sitio. Abiertas las puertas, aparece la construcción principal del cuartel: la Parroquia, que es donde se encuentra el cuerpo del teniente coronel. Antes de entrar, hay que atravesar un pasillo en el que hay 32 banderas de diversos países. Este lugar se conoce como el Callejón de la CELAC, la comunidad de naciones de América Latina y el Caribe que creó el líder bolivariano.

“El comandante era muy estratega”, dice la guía, quien hace notar que el desde el balcón donde Chávez se alzó en armas el 4 de febrero de 1992, se ve justo el Palacio de Miraflores y otras instalaciones estratégicas del gobierno, incluyendo el helipuerto presidencial.  Luego el tono de la guía cambia y señala a la distancia “El balcón del pueblo”, un espacio del palacio presidencial, donde ya como presidente, Chávez acostumbraba dar sus discursos tras las 16 elecciones y referéndums que ganó para sostenerse en el poder hasta su muerte.

A la entrada del mausoleo, lo primero que se lee es una frase del comandante: 

La curaduría de este lugar está a cargo de Rosa Virginia Chávez, una de las hijas del ex mandatario, presidenta de la Fundación Comandante Eterno Hugo Chávez.

El primer salón del lugar es una capilla religiosa, en el que hay varias vírgenes. Una de ellas es la de Luján, patrona de Argentina, dada a Chávez por Cristina Kirchner cuando estaba convaleciente. También hay representaciones de la virgen del Valle, de la Rosa Mística y del Santo Cristo de la Garita. 

En la siguiente sala hay fotografías panorámicas que muestran la diversidad humana y de climas en Venezuela, mezclada con frases como esta: “Yo tengo que jugar un papel en la dirección –obviamente- por un tiempo. No sé cuánto tiempo. Uno trata de dar, de desprenderse de casi todo y entregarse de lleno al pueblo. Entonces, ¿cuál es mi bálsamo? Mi bálsamo es el pueblo. Me voy a las calles y se me quita cualquier mal, y me tiro en brazos del pueblo”.

La sala representa un recorrido de las peculiaridades de Venezuela, todas enmarcadas con alguna frase de Chávez. Ante las imágenes de un pescador se lee al Comandante diciendo que es el oficio más peligroso del mundo, por lo tanto, los pescadores merecen su admiración. Otra imágenes muestran el Barrio 24 de julio, del Petare, donde se lee una evocación de llegada de Chávez a la capital, Caracas, en 1971: “Recorriendo el cerro vi aquella miseria, las aguas negras corriendo por callejones oscuros, la basura acumulada, el hacinamiento, los niños de la calle descalzos, hambrientos, los mendigos, los excluidos, los desheredados. Empecé a ser impactado por la increíble desigualdad entre la Caracas rica de La Castellana y la Caracas plebeya de aquellos cerros y de la indigencia”.

El ataúd en el que reposan los restos de Chávez está resguardado todo el tiempo por soldados. Cada dos horas hay un cambio de guardia. Los militares vestidos de traje rojo, gorros y botas negras, cargan unas espadas y ceden su lugar. Durante el cambio de turno los soldados recién llegados pronuncian un juramento por la unidad de Venezuela. Sobre el ataúd de Chávez está una pintura con la imagen de Simón Bolívar y a los costados dos fotografías del comandante, una de civil, la otra de militar.

Sobre su ataúd, la frase inscrita es:

Hoy hay pocas visitas en el Mausoleo. Una familia invitada por la Embajada de Bolivia en Venezuela y nada más. El lugar está disponible para cualquiera, dice la guía. “Incluso personas que no son afectas pueden entrar pero si faltan el respeto son retiradas”.

En otro salón se cuenta la historia familiar de Chávez, donde se resalta el papel histórico de su tatarabuelo Pedro Pérez Pérez, así como su abuelo el general Maisanta -apodado así porque gritaba ¡Madre Santa, Madre Santa”, cuando estaba en combate. Ahí se relata también que Chávez vendía dulces y escobas cuando era niño. Hay una bicicleta antigua, la cual, se aclara, no perteneció a Chávez, sino que era común en Sabaneta, en la época que vivió ahí el Comandante, quien estudió en la primaria Julián Pino y sacó buenas calificaciones, se precisa. Iba al cine Bolívar con su hermano Adán a ver películas rancheras mexicanas. Sus favoritas eran: El rayo justiciero, La justicia del gavilán vengador y El fin de un imperio. Chávez soñaba con ser beisbolista del equipo Magallanes, no el presidente que inventaría el socialismo del siglo XXI, resalta la guía.

En la sala final del recorrido, hay una foto gigantesca del 4 de octubre de 2012, día en que poco antes de morir, en una enorme concentración en la que Chávez habló bajo la lluvia. Su despedida antes de morir. “Chávez ya no soy yo, Chávez es un pueblo”, dijo ese día el comandante, comenta la guía. En el salón hay referencias al satélite Simón Bolívar creado por Chávez, así como un mapa que usó un día en su programa Aló Presidente, donde trazó una región de América Latina que usaría una moneda común, llamada el Sucre.

Alguien del recorrido, pregunta:

- ¿El comandante Chávez falleció en La Habana?

- No, el comandante partió del Hospital Carlos Carbello. Estuvo diez días en capilla ardiente de la Academia Militar y luego fue traído aquí- responde con solemnidad la guía.

Otro de los visitantes comenta al final que José Stalin al igual que Chávez murió un 5 de marzo.

Por supuesto que nadie responde a su comentario en este santuario del Comandante eterno y supremo de Venezuela.