En el blog español Strambotic, Iñaki Berazaluce le preguntó al toro Lorenzo y este respondió:

–¿Lorenzo, mató usted a Víctor Barrio?

–Sí, pero fue en defensa propia.

Víctor Barrio es el primer torero que muere en España en el siglo XXI. Es decir, que muere por una cornada.

¿Debe considerarse de mal gusto la broma que hizo el bloguero Berazaluce? No lo creo. Si no por otra cosa, porque el toro lo único que hizo fue defenderse de las agresiones del torero.

Organizaciones taurinas españolas pretenden llevar a la cárcel a las personas que, en las redes sociales, se han burlado de la muerte del torero Barrio.

Uno de los tuits que los partidarios del toreo consideran delictivo es este: “Me imagino que el toro salió por la puerta grande con las orejas y el rabo de Víctor Barrio”.

No sé si tal expresión constituya un acto criminal en España. Sí me parece criticable bufonearse de la muerte de un ser humano.

Pero bastante menos criticable, desde luego, que la tauromaquia.

No merecía Víctor Barrio que el toro lo matara. Pero él sabía, desde que inició su carrera, que tal riesgo existía.

En un espectáculo tan salvaje como el de los toros hay demasiada muerte.

El bloguero Berazaluce dice que por cada torero muerto en la plaza son sacrificados 20 mil toros.

Conste, si todos los toros son exterminados con saña, peor les va a los que matan a un torero.

En las atroces corridas de toros no solo se inmola al toro que acabó con la vida del toreador, sino también se degüella de la madre del animal y a toda su descendencia.

Lamentablemente, no es una noticia insólita propia de un blog como Strambotic, sino parte de la tradición taurina.

En México estamos escandalizados por la muerte del gorila Bantú, nacido en el Zoológico de Chapultepec.

Aunque deberá castigarse a los responsables –Profepa ya investiga el hecho–, lo que le pasó al simio fue un accidente.

Nadie quiso matar a Bantú, es la verdad.

Lo que hacen los toreros con los toros es otra cosa: salen a matarlos frente a miles de personas que disfrutan tal acto de barbarie.

De la tristeza y la rabia por la muerte accidental del gorila Bantú, la sociedad mexicana debe pasar a la exigencia de que ya se prohíban las corridas de toros.