La federación centralista

En el papel somos una federación; en el diario andar nos asemejamos más a un Estado centralista, incluso con tintes absolutistas. Ello no inicia con Andrés Manuel, aunque lo apreciamos reforzado.

A través de los años diversas funciones de gobierno se han ido centralizando, y cuando algo no funciona de forma correcta o tiene muchos problemas, se federaliza o “autonomiza”. 

Andrés Manuel, el centralista

Desde la recta final de su campaña, Andrés Manuel pedía el voto para los candidatos de Morena con objeto de controlar el poder legislativo. La diatriba consistía en que requería poder realizar las reformas prometidas. Logró la mayoría simple en ambas cámaras.

Propuso –y tiene– 32 delegados especiales, quienes llevan a cabo la gran mayoría de los programas federales en los estados. Pero otros ejemplos de centralización existen: la seguridad pública con la Guardia Nacional, así como todo tipo de programas sociales (adultos mayores, jóvenes, personas con discapacidad, cuidado de infantes, etc.), donde el apoyo se otorga de forma directa y sin intermediarios entre el gobierno federal y las personas. 

Se podría pensar, también, que con la creación de la 3ª sala de la SCJN se buscaría centralizar los casos de corrupción y dejar fuera a los sistemas estatales anticorrupción y al nacional. En fin, ejemplos hay muchos.

Absolutismo, meta y destrucción

El tener tanto poder concentrado en un solo hombre, puede asistirle para lograr de forma más rápida y profunda cambios por él soñados o requeridos. Sin cortapisas ni objeciones a reformas. 

Al mismo tiempo, si las cosas no resultan cómo los ciudadanos esperan –más cuando son sus votantes– el efecto de tener tantas facultades, obligaciones y programas dependiendo de forma directa del presidente o del poder centralpuede convertirse en su propia destrucción, pues no habrá intermediario a quien culpar. 

La federación sirve para compartir el ejercicio del poder, y con ello tener un sistema de pesos y contrapesos. Cuando desaparece para dar paso al centralismo, el único héroe/villano no comparte ni culpas ni glorias; es sólo el ganador y perdedor absoluto en el juego del poder.

Exigimos lo que criticamos

Haya o no campañas orquestadas en contra de AMLO en medios y redes sociales, el hecho es que como ciudadanos todos seguimos pensando en términos de un presidencialismo absoluto (viejas mañas mueren al último). Y si a eso se le agrega que el ejecutivo federal concentra poder, eso lo podría beneficiar –pero igualmente aniquilar si la apreciación del sexenio va mal. 

Creemos que vivimos en regímenes pendulares; solo cambiamos la titularidad pero seguimos dependiendo de una suerte de presidencialismo y de “papá gobierno”. Esto es, por un lado vamos contra el absolutismo que conlleva todo centralismo, pero por el otro exigimos que el primer mandatario todo lo pueda. Contradicción sobre la que valdría la pena reflexionar en estos próximos días de asueto.