La Habana, Cuba.- Poco después del amanecer, Dalia Soto del Valle salió de la Sala Granma del Ministerio de las Fuerzas Armadas para entregar a un grupo de jóvenes militares la urna de cedro cubierta por una bandera de Cuba en la que fueron depositadas las cenizas de su esposo Fidel Castro Ruz. La viuda del fallecido líder de la revolución cubana, cuyas apariciones públicas son escasas, vestía de negro, tenía los ojos hinchados por el llanto y estaba flanqueada por tres de sus cinco hijos al inicio del viaje de mil kilómetros que harán los restos de quien gobernó esta isla durante 47 años.
Los jóvenes militares tomaron con guantes blancos el recipiente mortuorio del dirigente comunista para luego colocarlo sobre un remolque del Ejército adornado con flores. Así, el cortejo fúnebre partió de la Plaza de la Revolución para luego tomar el malecón habanero. Miles de personas presenciaron su paso agitando sus banderas, gritando consignas y, a diferencia de los actos anteriores -sobre todo políticos-, en este las emociones se desbordaron más. Había muchas caras tristes e incluso fueron varias las mujeres que atacadas por la angustia lloraron desconsoladas tras ver pasar la urna y los demás vehículos que la siguen.
La caravana que salió de la capital estaba conformada por dos motociclistas, un vehículo de punta, un camión militar, una patrulla policial, dos coches militares sin capota, uno de ellos el que remolcaba la urna, y luego iban una camioneta van y una ambulancia. Sin embargo, un mucho mayor número de funcionarios trabajaban en la logística del convoy que tardará tres días en llegar a la provincia de Santiago, donde el sábado 3 de diciembre se celebrará un nuevo acto masivo en honor al “Comandante en jefe”.
El viaje de las cenizas de Fidel Castro seguirá la ruta de la Caravana de la Libertad, como se nombra de manera oficial al recorrido que hizo el Ejército Rebelde antes de tomar el poder a mediados del siglo pasado. De aquellos comandantes que encabezaron la revolución cubana, solo quedan con vida Ramiro Valdés, Guillermo García Frías y el actual presidente Raúl Castro, todos superando los ochenta años de edad. Fidel Castro se sumó a la lista de comandantes ya fallecidos conformada por Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos y Juan Almeida.
Fue en 1959 cuando sucedió la Caravana de la Libertad, luego de que el entonces presidente Fulgencio Batista abandonara el país y dejara así el gobierno a los “barbudos” sublevados. Con un ánimo triunfante, el 2 de enero de ese año, un treintañero Fidel emprendió un viaje de Santiago a La Habana, el cual duró siete días, ya que iba haciendo actos especiales en diversos pueblos y ciudades, agradeciendo el apoyo a su causa. Holguín, Victoria de las Tunas, Camaguey, Santa Clara, Cienfuegos, Matanzas y finalmente La Habana, fueron los sitios en los que paró a dar sendos discursos. Raúl no acompañó aquella vez a su inseparable hermano Fidel, ya que se había quedado al mando de Santiago, y ayer no quedaba claro si el actual mandatario acompañaría este nuevo recorrido.
Otra diferencia entre aquella Caravana y esta, es que en aquel entonces había alegría y expectativa y ahora, además de tristeza y angustia, existe incertidumbre entre muchos cubanos sobre el futuro de su país tras la muerte de quien dirigió sus destinos durante casi medio centenar de años.
Por cuestiones de seguridad, el gobierno cubano no dio detalle del itinerario del cortejo fúnebre. Solo se informó que será a la inversa de aquella Caravana de la Libertad y que las cenizas finalmente serán colocadas en Santa Efigenia, el cementerio más antiguo de la isla, donde ya existen memoriales en honor de José Martí y Carlos Manuel de Céspedes, considerado el Padre de la Patria.
Tras la partida de los restos del líder cubano, en La Habana continuaron los homenajes en su honor, lo mismo en la Universidad de La Habana que en lugares especiales como la Agencia Cubana del Rap, o bien la Escuela formadora de maestros Salvador Allende, la Biblioteca Municipal Manuel Cofiño, la siderúrgica José Martí, el Instituto de los Derivados de la Caña de Azúcar, las Asambleas Municipales del Poder Popular, el Instituto politécnico de informática, la Casa de la cultura municipal, y el Centro Polivalente y de exposiciones.
En algunos de estos sitios se reproducían frases contundentes de Fidel como la siguiente: “El precio de la libertad es la eterna vigilancia. El precio del socialismo, la justicia y la honestidad, es la eterna intolerancia, con las cosas inmorales y mal hechas”. La imagen más reproducida del guerrillero era una que le tomó en la sierra maestra, al pie de una montaña, el fotógrafo Alberto Korda, el mismo que hizo el retrato del Che Guevara que ahora es una imagen que se usa en el mundo lo mismo para carteles de protesta que en camisetas de moda.
Mientras tanto, las librerías habaneras empezaron a ofertar literatura sobre el jefe de la revolución. Sus discursos, cartas y reflexiones, así como diversas biografías fueron colocados en los principales estantes, donde también había libros con títulos como “Dios, Chávez y Fidel”, de Elson Concepción Pérez y María Elena Ruiz Dávalos. Este tipo de libros compartían lugar con libros mexicanos editados en Cuba como Domar la Divina Garza, de Sergio Pitol; El Alamo, de Paco Ignacio Taibo II; el Libro uruguayo de los muertos, de Mario Bellatín; y Arrecife, de Juan Villoro.
Hasta ahora, dos de los principales escritores cubanos, Leonardo Padura, Premio Princesa de Asturias, y Pedro Juan Gutiérrez, creador del realismo sucio, no han publicado nada sobre la muerte del líder. Padura tenía un evento programado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara pero no asistió. Apenas unos días antes de la muerte de Fidel Castro, durante una serie de entrevistas que dio en Colombia, Padura advertía a los periodistas: “No me pregunten qué va a pasar en Cuba, porque no lo sé”. Por su parte, en estos días, Pedro Juan Gutiérrez dio una entrevista a unos amigos suyos en la que se limitó a decir que esperaba que Raúl Castro continuara realizando los cambios que venía haciendo desde 2006 en la Isla.
Finalmente, el cortejo fúnebre paraba ayer por la noche en Santa Clara, donde los restos de Fidel Castro dormirían junto a los del otro mítico comandante, Ernesto “Che” Guevara, en un memorial en el que también están treinta combatientes que murieron en Bolivia buscando impulsar ahí la revolución que habían logrado en Cuba.
Al amanecer de hoy, el viaje de las cenizas continuaría y seguramente también las muestras de tristeza y angustia.