La Habana, Cuba.- Cuando estaba por caer la medianoche de ayer, el fraile dominico brasileño Alberto Libânio, mejor conocido como Frei Betto, entró al restaurante El Paseo del Hotel Parque Central para preguntar si todavía podían servirle algo de comida a él y a un grupo de personas. La mesera le respondió que aún daban servicio por lo que el teólogo de la liberación fue a darles la noticia a los demás. Así llegó después al lugar Fidel Ángel Castro Díaz-Balart, quien acababa de oír durante cuatro horas a presidentes, emires, primeros ministros y reyes provenientes de diversos países de América, Europa, África y Asia, pronunciar largos discursos en honor de su padre recién fallecido.
Antes de ir a buscar un lugar donde cenar, el primogénito de Fidel Castro Ruz, al igual que miles de personas, se había congregado para dar un homenaje fúnebre a quien encabezó la principal epopeya del siglo XX en América Latina. Esto ocurrió en la Plaza de la Revolución, el mismo sitio en el que el fallecido gobernante encabezó en vida decenas de actos masivos en los que solía pronunciar largos discursos, algunos de más de tres horas de duración.
Por la mañana, miles de personas siguieron haciendo largas filas para despedirse del Comandante en Jefe, aunque al final en lugar de estar junto a la urna con sus cenizas, se toparan solo con una foto del recién fallecido. Jóvenes con uniformes escolares, familias, turistas revolucionarios y manadas de periodistas internacionales desfilaban por las calles aledañas a la céntrica plaza. Un amplio operativo se encargaba de la seguridad y logística del evento, con policías de uniforme y vestidos de civil, así como cadetes y agentes de tránsito. Todo bajo la coordinación de Alejandro, el hijo de Raúl Castro, cuyo nombre suena como el de uno de los posibles sucesores de su padre, quien en 2018 dejará el cargo. Aunque en “la bola”, como se le dice en Cuba al vox populi, va ganando el nombre del vicepresidente Miguel Díaz-Canel.
Las muestras de cariño a Fidel no ocurrieron solamente en La Habana. En todas las provincias del país se montaron actos similares, en los que los cubanos demostraron su devoción al líder fallecido. En Matanzas, la poeta Carilda Oliver escribió unos versos en los que decía que “Fidel está metido en nuestros átomos como las raíces en la tierra”. La televisión oficial difundió el testimonio de una mujer de un remoto pueblo de la Sierra Maestra, quien enseñaba a la cámara una muñeca infantil que había recogido en el monte luego de que, tras el triunfo de la Revolución, Fidel Castro enviará una flota de aviones militares a bombardear esa zona con cajas llenas de juguetes para los pobladores, quienes en su gran mayoría apoyaron a la guerrilla. “Yo tengo desde entonces esta muñeca que me regaló Fidel”, decía la conmovida mujer.
Por la tarde, la capital cubana se quedó sin autobuses de transporte (“guaguas”, les dicen aquí) ya que todos fueron puestos a disposición de los vecinos de los municipios a la redonda para transportarlos al homenaje luctuoso programado a las siete de la noche. Desde dos horas antes, la Plaza de la Revolución estaba casi llena. Además de los miles de habaneros, había gente de otros países. Se agitaron banderas de Venezuela, Chile, México, El Salvador, Argelia, Sudáfrica y Nicaragua. Algunos hombres y mujeres llegaron al acto cargando viejos retratos de Fidel Castro que parecían haber sido removidos de las paredes de sus casas, mientras que varias estudiantes se pintaron un corazón en sus rostros, junto al nombre “Fidel”.
Los cerca de doscientos mandatarios e invitados especiales que llegaron fueron acomodados en las escalinatas del Monumento de José Martí, que sirvió como podio del evento, el cual contó con una transmisión en vivo a través de dos pantallas gigantes. La imponente estatua del escritor y poeta cubano estaba flanqueada a su izquierda por una fotografía monumental de Fidel Castro de joven en la montaña, la cual fue colocada estos días sobre la fachada de la Biblioteca Nacional, mientras que enfrente del monumento martiano seguían las imágenes forjadas tiempo atrás de Ernesto “El Che” Guevara y Camilo Cienfuegos, los comandantes que acompañaron a Fidel y a Raúl en la lucha revolucionaria.
Cuando aparecieron algunos líderes del gobierno cubano en el estrado, un grupo colocado al frente de la manifestación empezó a corear “¡Todos con Fidel, todos con Fidel!”, y el grito se extendió al resto de la Plaza para terminar con un aplauso de bienvenida a la nomenclatura cubana que arribaba al acto. Durante las siguientes horas, otras de las consignas que se entonaron fueron:
“¡Se oye, se siente, Fidel está presente!”
“¡Raúl es Fidel, Raúl es Fidel!”
“Fidel, Fidel, ¿qué tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él?”
“¡Pa donde sea, Fidel, pa donde sea!”
“¡Trump, respeta, con Fidel no te metas!”
“¡Yo soy Fidel, yo soy Fidel!”
“¡Raúl, tranquilo, el pueblo está contigo!”
Antes de que comenzará el evento, fue proyectado el video de la canción Cabalgando con Fidel. Durante ese momento, los invitados -en su mayoría vestidos con pantalón negro y guayabera blanca- fueron ocupando sus asientos. En la primera fila estaban los líderes de diversos países, mientras que en las siguientes estaban sentados los enviados gubernamentales e invitados especiales como el propio fraile Frei Betto y el analista francés Ignacio Ramonet, o el ex jefe de gobierno de la Ciudad de México, Cuauhtémoc Cárdenas y su hijo, el ex gobernador de Michoacán, Lázaro, así como el ex presidente de Uruguay, José Mujica y el de México, Carlos Salinas de Gortari, quien apareció en diversas ocasiones en las pantallas gigantes que veía la multitud debido a que fue acomodado en el ángulo de enfoque de la cámara oficial para los oradores del evento. Otro que era regularmente retratado, pero en primer plano y con notoria intención, era el vicepresidente Miguel Díaz-Canel.
Raúl Castro hizo acto de presencia en el podio hasta la siete de la noche en punto, para dar comienzo a la ceremonia, primero con la entonación del himno nacional y luego escuchando la lectura de un poema. Aunque en los hechos era un evento fúnebre, se trató más bien de un mitin político. No hubo sentimentalismo en el podio ni en la masa. Durante un recorrido realizado por la marcha en sus cuatros puntos cardinales, no fue vista una sola persona derramando lágrimas. El llanto no fue lo predominante como suele suceder en un velorio. Aquí unos prestaban atención como si leyeran entre líneas los mensajes presidenciales para tratar de descifrar el futuro de su propio país; mientras que otros se emocionaban cada vez que los invitados especiales hablaban de Fidel Castro o de Cuba lo mismo en español, chino, ruso, árabe o griego. El funeral de Fidel en La Habana fue otro mitin didáctico en el que se reiteró el respaldo al gobierno cubano.
Siguió el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, quien recordó agradecido que Fidel envió medio millón de soldados cubanos a África para apoyar múltiples luchas de independencia. Después habló el primer ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit, quien anunció que en los próximos meses construirán en su país caribeño un memorial en honor del fallecido. A continuación habló Salvador Sánchez Cerén, presidente de El Salvador, quien reconoció que adquirió su consciencia política tras escuchar en su juventud las transmisiones que hacía Radio Rebelde de los discursos de Fidel Castro.
Al término de la intervención del mandatario centroamericano emanado del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), se anunció la participación del primer ministro de Grecia, Alex Tsipras, quien encendió a la multitud al iniciar su intervención hablando en español, para luego asegurar en su idioma que Fidel Castro había hecho que Cuba dejara de ser una dictadura para convertirla en un ejemplo de resistencia mundial. Algo parecido dijo el presidente del Consejo de Estado de Argelia que lo siguió: Abdelkader Bensalah.
Después habló el vicepresidente de China, Li Yuanchao, quien recordó que Cuba fue el primer país de América Latina que estableció relaciones diplomáticas con su país tras el triunfo de la revolución encabezada por Mao Tse Tung. Continuó la pasarela con el Vicepresidente de Irán, Majid Ansarí; el presidente de la Duma de Rusia, Viacheslav Volodin; la presidenta de la Asamblea de Vietnam, Nguyen Thi Kim Ngan; el Emir padre de Qatar, jeque Hamad bin Khalifa Al-Thani; y un enviado especial de Bielorrusia, Victor Sheiman.
Para ese momento, hubo gente que empezaba a abandonar la plaza, tras más de dos horas de discursos. Regresaban a los camiones estacionados a seis manzanas de distancia. Y en el panel, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, se veía relajado, siendo el único de los mandatarios de la primera fila en cruzar la pierna durante casi todo el homenaje fúnebre.
Sin embargo, cuando se anunció que hablaría Evo Morales, la multitud se reanimó. Incluso volvieron algunos de los asistentes que ya se iban. El presidente de Bolivia empezó su discurso cuestionando a cierta prensa “burguesa y antiimperialista” que decía que Cuba no sabría qué hacer ahora que había muerto Fidel. “Fidel y Cuba cambiaron al mundo”/”Cuba es la revolución que el mundo sueña”/”Gracias Fidel, por esa línea política de liberación nacional que nos diste”/ son otras de las frases que pronunció el indígena aymara en su intervención.
El presidente de Namibia, Hage Geingob fue quien antecedió con un discurso antiimperalista rutinario a Peña Nieto, el único mandatario que sin ser de izquierda fue invitado a tomar la palabra en el acto. El mandatario mexicano empezó dando las buenas tardes, aunque ya casi eran las diez de la noche, para luego hablar del viaje que Fidel y Raúl Castro emprendieron de México a Cuba para hacer la revolución. “Dos valientes”, definió Peña Nieto a los hermanos Castro, para luego comentar que había tenido “el honor de conocer” a Fidel en enero de 2014 durante una cumbre celebrada en La Habana. Luego resaltó la visita de Estado que hizo a Cuba, así como la que hizo luego Raúl a México en noviembre del año pasado. Antes de terminar su discurso reconoció los pasos que había dado el gobierno cubano para abrirse política y económicamente en los años recientes.
Siguió el turno de Daniel Ortega, el presidente de Nicaragua, quien como miles de los cubanos presentes, oyó varias veces a Fidel hablar justo en esa misma plaza. Como buen alumno, el sandinista, arengó luego que el bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba es un crimen de lesa humanidad que debería ser juzgado alguna vez por la Corte Penal Internacional. Finalmente cerró el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien rememoró que Fidel le había dicho que viviría hasta los noventa años de edad y que cuando Maduro le objetó, éste le respondió que él ya había hecho lo que tenía que hacer.
El acto concluyó cerca de las once de la noche, luego de que Raúl cerrará diciéndole a su hermano fallecido: “Querido Fidel: Junto al Monumento a José Martí, héroe nacional y autor intelectual del asalto al Cuartel Moncada, donde nos hemos reunido durante más de medio siglo, en momentos de extraordinario dolor, o para honrar a nuestros mártires, proclamar nuestros ideales, reverenciar nuestros símbolos y consultar al pueblo trascendentales decisiones; precisamente aquí, donde conmemoramos nuestras victorias, te decimos junto a nuestro abnegado, combativo y heroico pueblo: ¡Hasta la victoria siempre!”
Una vez terminado el acto, a la medianoche, cuando la mayoría de las delegaciones iban a los aeropuertos para subirse a sus aviones y volar de regreso a sus países, ya sentados en una mesa del restaurante El Paseo del Hotel Parque Central, a petición de Frei Betto, el hijo mayor de Fidel Castro brindaba en honor de su padre con su mujer e hijos, antes de regresar a Rusia, el país donde estudió un doctorado en Ciencias Físico Matemáticas y en donde vive desde hace unos años. Este físico nuclear cuya profesión consiste en destruir el fundamento de la magia hablaba con cariño e intimidad del guerrillero legendario, del estratega internacionalista, del líder antiimperialista, del presidente oficial de Cuba por 47 años, del hombre que protagonizó la mayor epopeya latinoamericana del siglo XX, pero que él conoció en una faceta que va más allá del mito. Estaba contento con el acto celebrado en la Plaza de la Revolución en honor de su papá: el último mitin de Fidel Castro.