Los informes de la OCDE que recientemente han sido publicados, explican en gran medida el panorama laboral que vive nuestro país. Sus datos se suman a otros que no son nada alentadores tanto para los trabajadores mexicanos como sus empresarios. Las cifras y la realidad del sector hacen evidentes que la reforma laboral implementada en esta administración es infuncional.

Como sucede con todas y cada una de las reformas estructurales implementadas por este régimen, en el papel son las necesarias para el país en correlación con las condiciones que marcan tanto el mercado empresarial de las sociedades de consumo internacionales, como las ?necesidades? que se plantean en el sector empresarial de la sociedad de consumo mexicana.

El problema radica que no necesariamente en México existen las condiciones, educativas, jurídicas, en infraestructura y servicios para que dichas reformas se desarrollen como estaban previstas. Sin mencionar los intereses de grupos de poder que son trastocados por dichos ordenamientos.

Ya se ha escrito hasta el cansancio la necesidad de un estado de derecho funcional para que en México se respete la ley y se generen oportunidades de competencia equitativas y justas, el sector laboral no puede ser la excepción a esta condición. Como no hay un estado de derecho y un respeto generalizado por la ley, aquí encontramos un primer obstáculo.

Si bien las cifras apuntan a una alta generación de empleos, las características de estos empleos no son nada alentadores y comienzan a exhibir los defectos de la reforma que no consideró primero que nada las características fundamentales de las personas a ser empleadas.

Estos nuevos empleos tienen como una de sus características principales que no remuneran al trabajador de manera justa para cubrir sus necesidades básicas, pero además con fenómenos como el ?outsourcing?, tienen en la mayoría de los casos que entregar parte de ese salario a ?intermediarios? que les ?consiguieron? ese empleo, así el ingreso aunque en teoría respeta los tabuladores de salario queda partido para el trabajador y se convierte en un beneficio más para los empresarios, pero un beneficio que atenta contra a la fuerza de trabajo.

El fenómeno del ?outsourcing? comienza a tener un efecto negativo para el sector, porque como maneja salarios ?medios? ya que se resta el costo del ?servicio? de contratación y administración de personal, los trabajadores optan por dejar el trabajo a corto plazo para buscar un mejor empleo, mejor remunerado, y ocasiona un fenómeno de rotación laboral que sumado al bajo nivel educativo de los trabajadores se convierte, si en un beneficio para el empresario pero a muy corto plazo, sin rendimiento en verdadera producción con calidad.

El empresario se enfrenta a la emergencia de estar renovando constantemente su planta laboral y con ello no lograr una mayor capacidad y calidad de producción por falta de especialización y permanencia. Para el trabajador la consecuencia de la rotación es que no podrá generar antigüedad y también una especialización en su desempeño.

Así las cosas comienza a ser evidente que estos empleos no son uno, sino la mitad de uno. El fenómeno del desempleo disminuye pero solo a la mitad de lo proyectado en términos de remuneración. La inercia en el sector de estos fenómenos es una limitante y no una ventaja.

Ahora bien, sumemos uno de los datos que nos dan la OCDE y otros organismos con respecto al estrés laboral y junto con pegado con el acceso a la salud del trabajador.

Las condiciones que otorgan la mayoría de las empresas en nuestro país descuidan la calidad real de seguridad y salud para el trabajador. Una evidencia de esto se encuentra que son contadas las empresas o los patrones que se sujetan a normas de higiene y salud, o sea los procesos de calidad ISO en la materia.

El estrés laboral se incrementa porque el trabajador no está bien remunerado y tiene que producir más y mejor, la evidencia y consecuencia de esto es su salud, con lo cual también pone en predicamento al empresario. Con extenuantes jornadas laborales que ya incluso rebasan la 10 horas diarias, sin ser remuneradas cómo o con horas extras. Resultado, el faltar a trabajar.

Lo que agrava más este fenómeno es la deficiente operación del sistema nacional de salud que se encuentra desde hace mucho tiempo rebasado, obsoleto y en quiebra. Ojo al parche, les adelanto a reserva de abundarlo en otra ocasión que la reforma del sector salud que se pretende considerando lo que aquí se escribe y otros factores fundamentales sería la peor estrategia que se podría implementar, sería un error garrafal.

Y la mata sigue dando. Además de extenuantes jornadas de trabajo mal remuneradas que agotan al trabajador, éste experimenta otro fenómeno que agrava los problemas anteriores: la falta de movilidad.

Hay trabajadores que para ir y venir a su trabajo tardan entre 5 y 6 horas, sumadas a su jornada laboral, exceden por mucho la capacidad de un trabajador. Es gigantesco el número de trabajadores en nuestro país que llegan a apagar la luz a su casa, y encenderla solo para ir a trabajar. De lunes a sábado, mal pagados, mal comidos y exhaustos. Resultado obvio, baja productividad laboral y nula calidad de vida.

La falta de infraestructura funcional en servicios públicos es un elemento fundamental para que el sector empresarial y laboral no despegue. Con estos esquemas y la evidencia en puerta innegable, un trabajador no solo económicamente no tiene acceso a entretenimiento y libre esparcimiento, a realizar algún deporte o bien seguir estudiando. Todo esto incide en su rendimiento laboral, en el sector salud y en la calidad de vida de los mexicanos.

El nivel educativo es fundamental para la viabilidad de la reforma. Con nuestro sistema educativo destruido la capacidad del trabajador disminuye considerablemente, además al no poder estudiar por falta de tiempo la carga de la capacitación recae en el empresario, y como éste no va a invertir nada más que lo mínimo indispensable se encuentra en jaque. Este fenómeno a corto, mediano y largo plazo va a reventar al empresariado.

Carlos Slim es uno de los que nota todos estos fenómenos, por eso entre otras estrategias oferta una semana laboral mínima. Lo que nunca se dieron cuenta los promotores de la reforma, es que pusieron las condiciones para que se presentara la oportunidad de implementar este tipo de modelos, que atentan y violentan a los trabajadores, pero primero que nadie al Gobierno.

Un esquema como la semana laboral mínima es un una ofensiva de defensa para asegurar que los ?derechos? o ?beneficios? que tienen los empresarios no sean tocados, de lo contrario implementarían estos modelos y pondrían en jaque mate a trabajadores y gobierno.

La reforma laboral despegó y sus resultados son innegables, pero se comienzan a mostrar efectos de que no logrará sus objetivos. Se desintegrará en el aire, no crecerá más. Una de las constantes en las sociedades de consumo es que no se deben de satisfacer totalmente los deseos y las necesidades para que el consumo se siga reproduciendo. Lamentablemente también aplica al tema del desempleo.

La situación no está para seguir sosteniendo monumentales cifras de desempleo, o empleos mal pagados o medios empleos a cambio de extenuantes jornadas laborales.

Se podría argüir que por medio del trabajo se contrarrestó la pereza para que el país fuera más productivo, pero no se combatió a la pereza de visualizar y estudiar los efectos exhibidos aquí y sus consecuencias de implementar una reforma laboral distante a nuestras capacidades.